Heridas de la infancia: ¿cómo sanarlas?

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Movidas por la angustia y el deseo de superar su mal vivir, algunas personas han decidido ahondar más en sus traumas y conversar directamente con ellos.

Por Nicole Reyes Cares

¿Cuántas heridas de la infancia arrastra un adulto?, ¿de qué manera esas penas condicionan el diario vivir de una persona? No hay una sola respuesta, pero sí hay formas para sanarlas.

Francisca Riveros tiene 24 años, vive en Coquimbo y acude a terapia psicológica dos veces a la semana. “Mi relación con las terapias es algo antiguo, desde muy pequeña comencé a ir por un contexto de violencia intrafamiliar muy fuerte en mi casa. En realidad, no me acuerdo mucho de ese tiempo, quizás mi mente lo bloqueó. En cuarto medio decidí ir por mi cuenta porque, repentinamente, empecé a tener ataques de pánico muy marcados y mucha ansiedad”, relata.

Recuerda cómo en su casa no entendían lo que le pasaba y sus padres creían que estaba exagerando. Fue la psicóloga del colegio quien la ayudó a comprender sus emociones. “Ella me dijo que anotara en un cuaderno todo lo que sentía. Luego me derivaron a un centro de atención psicológica. Me dieron de alta a finales de 2014 por un trastorno de ansiedad generalizado, según la doctora estaba bien y podía enfrentar la vida sola. Sin embargo, en 2018 volví a atenderme por violencia en mi relación. El asunto es que todo se remonta a traumas de mi infancia. Precisamente, ahora con mi terapeuta estamos trabajando las heridas de mi niñez, que en mi caso fue mucha violencia familiar explícita, constante y prolongada”.

El proceso que ha vivido Francisca ha estado cargado de autorreflexión y aprendizaje, algo parecido a lo que ha experimentado Alberto Vera, ingeniero comercial de 26 años. “Estoy en terapia psicológica desde el año pasado por eventos de mi infancia que causaron conductas problemáticas en mi adolescencia y que he estado arrastrando hasta la actualidad. Todos estos traumas se expresaban en mi forma de relacionarme con las personas y en mi autopercepción. También gatillaron una depresión y ansiedad”, comenta. La decisión de iniciar un tratamiento nació porque sentía que tenía una deuda pendiente consigo mismo y que, si bien de inicio puede que haya asistido por un motivo en específico, en el camino fueron apareciendo otras razones que estaban ocultas.

Para el psicólogo, Sebastián Guzmán, lo que le ocurrió a Alberto se explica porque es imposible agrupar los traumas. “Hablar de ellos es hablar de diversidad, por lo tanto, si un paciente viene con un motivo definido, es muy seguro que en el camino encontraremos otros aspectos en los que se deberá trabajar. Son una caja de pandora: pequeña, accesible, pero cuando se abre no hay idea de lo que se va a encontrar”. En la práctica, este especialista los percibe como heridas que no sanaron o una situación que no se resolvió, y no hubo un sostén que pudiese contener a la víctima en ese momento.

Adultos con traumas en su niñez pueden repetir esas conductas con sus hijos. Fotografía: Psicoactiva.

En su trayectoria, las aflicciones que más ha atendido están relacionadas con la parentalidad, ya sea por invalidación o carencias afectivas en la infancia. “Cualquier ser vivo tiene ese botón de pánico que le avisa que algo anda mal. En mi caso, trabajo con dos corrientes: la sistémica y narrativa. Desde un inicio intento darles sentido terapéutico, ya que no es solo sentarse y conversar, porque eso lo podrían hacer con cualquier persona. Como terapeutas debemos saber hasta dónde podemos ayudar a nuestro paciente, quizás haya que realizar derivaciones o puede ser que quieran profundizar de otra manera”.

Entre estas otras alternativas se encuentra la terapia regresiva. A través de mecanismos como la hipnosis o la relajación profunda, esta práctica ha sido utilizada desde las culturas ancestrales occidentales, cuya lógica se basa en intentar despertar recuerdos o bloqueos emocionales que están gatillando un trauma, logrando así enfrentarlos y controlarlos.

El psicólogo clínico, Gustavo Fierro, explica en su blog que la hipnosis regresiva permite al paciente encontrar la emoción que está generando el sufrimiento para luego integrar este suceso de una manera distinta en sus memorias.

Conversando con el pasado

Ivette Beroiza es emprendedora y madre de dos hijas. Es una de las tantas personas que no se sintieron satisfechas con las terapias tradicionales y decidieron probar suerte con la hipnosis regresiva. “Siempre he dicho que tengo ansiedad desde pequeña. No recuerdo cuándo comenzó, pero sí cómo mi mamá me llevaba al psicólogo y yo sentía que algo andaba mal en mí. Cuando me independicé decidí ir al psiquiatra y medicarme para ver si lograba acabar con esos malestares. Por un tiempo estuve bien, pero a los dos años sufrí una recaída que me llevó a buscar otras alternativas. Fue una compañera de yoga la que me sugirió ir a un centro de terapia regresiva y, estando tan cansada de lo que estaba viviendo, acudí”, cuenta.

Evoca con un tono de suspenso aquel día de otoño en una incógnita clínica de Concepción. Lo que más reitera es que se sentía nerviosa y que no sabía cómo le iba a impactar. Todas las expectativas e idealizaciones que imaginó fueron lentamente transformadas en sesiones de aprendizaje y amplitud de mente. “Más que descubrir cosas, mi doctor me ayudó a soltarlas y verlas desde otras perspectivas. Siento que, de cierta manera, ya sabía qué es lo que podría sacar y trabajar, pero no había dimensionado cuánto daño me estaba haciendo”, agregó.

Desde su oficina, el psicoterapeuta, Sergio Millan, cuenta que las razones por las que más acuden a él son por ansiedad, fobias, depresión y dificultades en sus relaciones. En sus largos años de trabajo se ha acostumbrado a que las personas lleguen con miedo a las consultas. “Se espera que vivan un cambio integral en su funcionamiento, es decir, en sus pensamientos, percepciones, emociones, expectativas y conductas. El proceso de psicoterapia dependerá de cada modelo utilizado y del problema. Antes se usaba mucho el psicoanálisis, pero es demasiado largo, es más práctico usar uno de tipo integral”, sostiene.

En cuanto a cómo son sus sesiones, indicó que utiliza el biofeedback, instrumento electrónico que mide el nivel de ansiedad durante la atención. Esto se complementa con las técnicas de relajación a las que recurre, como las de Jacobson y Schultz. “Estos procedimientos están indicados para traumas de niñez o de cualquier otro tipo. Diría que la manera en que se ve el problema es, realmente, el problema. Siempre recalco que quien decida asistir a estas terapias se informe de la formación y experiencia del psicoterapeuta”, concluye.

Hay quienes sienten tentación y curiosidad por someterse a este tipo de práctica, pero a varios, en cambio, les causa temor e inseguridad. Es más, especialistas en esta área han subrayado que estas regresiones no son recomendables para pacientes con trastorno límite de personalidad, psicosis o esquizofrenia.

Analogía de la vela y el túnel

Al ser consultado por su impresión sobre la hipnosis regresiva, el psicólogo, Sebastián Guzmán, creyó necesario indicar que tiene dos opiniones: la profesional y la personal. Desde una mirada objetiva, cree que este tipo de terapia debe tomarse como una oportunidad, pero que conlleva sus riesgos.

Según especialistas, este tipo de tratamiento regresivo es una técnica recomendada para pacientes con experiencia en terapias. Fotografía: Bioguía.

“No es como una película; no te sentarán y te harán volver 15 años atrás. No te hace un flashback de tu vida, sino que incentiva a que abras heridas, puntos en donde has estado emocionalmente cargado. Lo delicado de esta situación es que el terapeuta, de cierta forma, te ingresa a un túnel con una vela; esto te proporcionará luz en un radio de un metro, por lo tanto, no tienes idea con lo que te encontrarás al final del camino, y si es que hay uno, porque tampoco lo sabes. Abrir una herida es riesgoso porque estás evocando algo que la psique de esa persona evadió y sepultó, para que así pudiese continuar con su vida”, afirma.

Antes de decir cuál es su opinión personal, el profesional indica que estima efectiva esta alternativa si se conlleva con responsabilidad, pero que cree que puede resultar ser muy castigadora. “Es muy unitiva, con directrices muy claras y, como dije anteriormente, cada individuo es diferente. El día de hoy, con el formato que tiene, es muy castigadora. Si se sigue estudiando a diversos grupos de la población, y se conocen las distintas necesidades, en 20 o 30 años podría ser una buena opción. Hay mejores, en el sentido de no arriesgar tanto al usuario, como la psicoterapia narrativa, existencial o psicológica humanista”, finalizó. Justamente, esta última es la que ha acompañado a Alberto en su proceso de sanación.

Comunicar para sanar

Los especialistas en traumas emocionales de la infancia trabajan para que el adulto herido logre crear una nueva interpretación del mundo. Fotografía: Freepik.

En Coquimbo, Francisca repasa con alegría el avance que ha experimentado en compañía de su terapeuta. “Me hacían sentir loca. En mi casa me sentía invalidada, con baja autoestima y con muchas exigencias en mí misma. Ahora la terapia está más concentrada en un proceso de autorreflexión de adulto, y en comprender que ya no soy esa adolescente en tratamiento. Nunca me he sentido segura de enfrentar la vida sola, lo he hecho, pero de manera muy pobre. Los trabajos han sido geniales. El mayor aprendizaje que me ha dado mi psicóloga es que debemos valorarnos como somos, no sentirnos mal por eso. Yo fui una niña con muchas situaciones dolorosas, pero al final solo respondo a eso”, asevera.

La joven recalca la importancia de atenderse, comunicarse y ser comprendidos. “Yo me sentía tan sola; a mis amigos no les pasaba, a mi familia tampoco, luego entré a la universidad y el tema se aborda mucho más, También siento que ahora se rompió el paradigma, la salud mental ya no es un tabú”, dice con entusiasmo.

Tal como menciona Riveros, la salud mental ya no es un tabú. Siendo octubre, el mes para concientizar sobre este tema, es fundamental recalcar que, sea cual sea el tipo de terapia, decidir adentrarse a este proceso de sanación es un paso para reconciliarse con las heridas que marchitan el alma.

Nicole Reyes Cares
Estudiante de último año de periodismo UdeC.
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