Arrival: la magia del lenguaje como argumento cinematográfico

Luego de haber salido un tanto decepcionada del cine después de haber visto Dune, la nueva película de Denis Villeneuve y adaptación del libro de Frank Herbert, se me hizo imposible no recordar una de las – a mí parecer- mejores obras de este director.

La noche del seis de diciembre de 2016 viví una de mis mejores experiencias cinematográficas. Gracias a Facebook recuerdo con exactitud ese día, y también cómo me sentí. Aquel año sufrí una gran pérdida y Arrival hizo que volviera a sentir conexión con los pequeños grandes placeres que son olvidados por la pena. En ese tiempo no había visto películas de Villeneuve, y tal como me pasó con Interstellar, no sabía a lo que iba. En la actualidad, ambas son de mis favoritas del género de ciencia ficción. Aunque, realmente, eso de las categorías no importa tanto.

Pese a que me encantan las obras que giran en torno a vidas extraterrestres y al espacio, son las paredes argumentativas las que me hipnotizan. 

Cada vez que veo cómo se baja la cámara y me sitúa frente a un gran ventanal de tonalidades verdes azuladas, con una suave e intensa música de fondo, y Amy Adams pronuncia con tanta delicadeza y seguridad las primeras palabras de esta cinta, soy inducida por la pantalla. Quizás, tal como me gustaría que lo hicieran los heptápodos y que me entregaran aquella “arma” para hablar el idioma del tiempo, y así intentar entender sus eventualidades. 

Signos lingüísticos de los heptápodos, una clara representación de cómo el lenguaje construye realidad. Fotografía: Magnet.com.

Siempre he creído que la comunicación es un poder. Lograr llegar a otras personas y solucionar conflictos con el don del decir ha de ser una poderosa herramienta, y este director, más todo el equipo de producción, supo utilizarla. Porque no basta con disfrutar de los efectos especiales o ver a reconocidos actores encarnando enigmáticos personajes; se necesita conectar realmente con la historia y las actuaciones, y solo así puedo manifestar que fue una buena experiencia. Lamentablemente, no me pasó con Dune. 

En Arrival, la magia de musicalizar las emociones es el legado de Jóhann Jóhansson. En Dune, Hanz Zimmer envuelve la historia en un concierto de rock. Maravilloso, por supuesto, pero, aunque esperaba más de este estreno, no logré conectarme con las actuaciones ni con las falencias de la línea argumentativa que construyó Herbert en 1965. 

De todas maneras, y como me gusta mucho el trabajo de Denis, continuaré esperando sus próximas entregas y deseando que Zendaya deje de actuar de Zendaya. 

Nicole Reyes Cares
Estudiante de último año de periodismo UdeC.
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