Este año no hay cosecha: la marginalidad sin tapujos EntrelíneasPor Millaray Mariqueo - 19 noviembre, 2021 En una ciudad llena de indiferencia e individualismo, el abandono y la pobreza saca a pasear a los menos privilegiados. En 75 minutos esta pieza audiovisual logra transformarse en un cristal donde se muestra la dura existencia de niños sin hogar. Este documental está dirigido por Fernando Lavanderos y Gonzalo Vergara, quienes buscan exponer las vivencias en la calle del Chile de 1999, en medio de las elecciones presidenciales y con el país en un punto de inflexión que marcaría su posterior desarrollo. La historia circunda la vida del protagonista, Jesús Ortega, un niño que gracias a su personalidad y carisma va guiando la cámara para mostrar su día a día con total naturalidad. El lente se transforma en un nuevo integrante del grupo, hundiéndose en los lamentos de los amigos del personaje principal y en la felicidad efímera de su libertad. En ciertos momentos inundan las risas entre ellos, con una chispa cómica propia de las relaciones entre sus compañeros. Vínculos que se transforman en el pilar principal para sobrevivir en condiciones precarias. Sin embargo, con el paso de los segundos, el camarógrafo vuelve a presenciar la soledad y tristeza que inundan sus miradas. Sus rostros y actitudes denotan un crecimiento prematuro que abandonó la inocencia producto de abusos y maltratos. Los que disimulan a través del vicio, como una parte inevitable de vivir en la pobreza extrema. Antolino, bajo los efectos de la droga. Gentileza de nosequever.cl. En una dinámica acordada con el camarógrafo, Jesús comienza a entrevistar a las personas que se le atraviesan, preguntándoles qué opinan sobre los niños de la calle. No obstante, en ese entonces los oídos de la población se situaban en la economía del país y muchos preferían ignorar las realidades que no apoyaran el hecho de que nos denominaban “el jaguar de Latinoamérica”, la mayoría de los entrevistados respondían con monosílabos o simplemente no lo hacían. A través de la experiencia de los protagonistas se puede entrever la crudeza del abandono, no sólo a nivel familiar, sino que estatal y social. La realidad de la vida sin techo se muestra como una parte del paisaje para el resto de los chilenos, que no opinan ni se involucran. 22 años después este documental sigue siendo revelador para nuevas y antiguas generaciones que no ven esta realidad a diario, y que, aunque se intente disfrazar y disimular, sigue existiendo en más poblaciones de las que creemos.