El año de Burnout: la enfermedad que llegará a ser tan masiva como la pandemia

En un año marcado por las incertidumbres, los cambios y las pantallas, las personas se han visto ensimismadas en rutinas que tienden a desestabilizarse. En ese contexto, es que el Síndrome de Burnout o <<trabajador quemado>> hace su aparición como la próxima enfermedad del año 2022, estimando que llegará incluso a ser tan masiva como el mismo Coronavirus. La gran diferencia, es que esta última resulta más difícil de diagnosticar, contener y evidenciar. 

Fue en los años ochenta que se comenzó a hablar sobre enfermedades que tenían su raíz entre la relación del trabajo y la sobrecarga. Ante la aparición de la industrialización, nacieron las lógicas de la sociedad que se han mantenido hasta hoy: jornadas extensas, producción constante y un mercado que fluctúa en especulaciones.

No es casualidad que este ritmo produjera irremediablemente consecuencias en la salud física y psicológica de las personas, dando paso a nuevos malestares. Estas son las llamadas enfermedades del siglo XXI, que empujan a los ciudadanos hacia constantes estados de alerta, agotamiento y producción.

Una de las más conocidas y diagnosticadas es la del Síndrome de Burnout, o también llamada “del trabajador quemado”. Tal cómo su nombre lo indica, es la enfermedad de encontrarse en un estado de agotamiento profesional desmedido, que interrumpe la vida de quien la padece, tanto profesional cómo íntima.

Fue en 1977 cuando se conceptualizó, se acuñó en la psicología y se quedó ante una convención de la Asociación Americana de Psicólogos, como un nuevo síndrome. Se encontró que responde mayormente su aparición en aquellas profesiones con servicios humanos a terceros, siendo de carácter individual y acumulativo en los pacientes que la padecían.

Diferentes estudios, concordaron a fines de los años noventa en las líneas conceptuales, de análisis y también de prevención del síndrome del trabajador quemado, proliferando una perspectiva desde la psicología clínica por abordarlo y diferenciarlo de otras enfermedades, como la depresión. 

Sin embargo, este síndrome tiene peculiaridades muy específicas. Según los expertos es, por un lado, una respuesta del sistema de estrés ante una constante labor organizacional hacia otros y, por otro, una respuesta a la constante incertidumbre del mundo globalizado.

Hoy en pleno año 2020, entre pandemia y estallidos sociales en Latinoamérica, está pronosticada por la Organización Mundial de la Salud como la enfermedad del año 2022. No es casualidad dado el contexto global al que ha sido empujado la humanidad, teniendo que acoplarse a variados cambios en periodos cortos de tiempo.

Pero, ¿cómo identificar a una persona que está padeciendo Burnout y no lo sabe? Para la psiquiatra, Gloria Uribe, hay cambios en las rutinas que son más fácil de identificar desde fuera que desde quien tiene esta patología.

“Esta persona tiene menos energía, más distraído. Se expresa de diferentes formas según la persona. Hay gente que tiene irritabilidad, crisis de llanto, etc. Es más que nada un aplanamiento que va en aumento dado este cansancio”, recalca la doctora.

También un factor clave es que se ven afectadas las relaciones sexo-afectivas, como las horas de sueño, la sociabilidad y la autopercepción: “Es difícil también expresar que lo sufres, te sientes cansado del mundo exterior y eso te imposibilita comunicarte. El proceso de Burnout es también muy profundo”, expresa.

La enfermedad del futuro

En octubre de 2020 la Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT) con su Subcomisión de Salud Mental, publicaron el “Estudio de desgaste emocional de las y los trabajadores de la Salud“, creando un perfilamiento que daría cuenta de las primeras señales de estrés en esta población.

Los síntomas reportados más frecuentemente por los trabajadores de la salud de nuestro país fueron alteraciones del apetito (38,6%); alteraciones del sueño (32,7%); falta de energía y cansancio (37,3%); problemas para concentrarse (19,0%); pérdida del interés y anhedonia (16,3%).

Muchas de estas consecuencias se vinieron a manifestar recién de avanzado los peaks de contagios. Para el psicólogo Gabriel Bofi Gomez esto responde a una baja de sustancias químicas de alerta en el cerebro, que da pie para la intensificación de síntomas.

Uno de los síntomas más comunes es la despersonalización y lejanía con la realidad.
Fuente: Pexels.com.

Para Gómez, una solución es invertir en educación emocional y también una perspectiva más cercana en los trabajos. Al ser una enfermedad con origen en el desgaste, una buena política pública sería la reducción de la jornada laboral, teniendo más tiempo para la distensión de las personas y la vida fuera del trabajo.

“La propuesta es disminuir las horas que se produce. Cambiar el modelo de persona que se quiere en el país; no saturar, ni sobre exigir. No en función del mercado, sino que de lo social, que pueda tener tiempo para el mismo/a. El Burnout es el síntoma de un sistema con producción desaforada, esa perspectiva debe cambiar”, comenta el profesional.

No es cuestión de profesiones

María Guajardo Mamani es profesional de la salud hace cinco años y trabajó durante el inicio del Coronavirus, en el Centro de Salud Familiar Videla en la ciudad de Iquique. Allí, fue la encargada durante los primeros meses de hacer muestras PCR a los casos que iban llegando, haciendo alrededor de 200 muestras diarias.

Posteriormente fue reubicada en el departamento de trazabilidad, pero seguía de forma rutinaria y constante, siendo la encargada de gran parte del equipo humano del establecimiento, llegando a tener cerca de 30 trabajadores bajo su mando.

En la actualidad se encuentra con licencia psiquiátrica por un diagnóstico de estrés crónico, junto con la aparición del Síndrome del trabajador quemado. Lleva ya dos meses desde ello y fue por recomendaciones de terceros que decidió dar una pausa a su vida laboral para poder solucionar su padecimiento.

Cuenta que fue durante la estabilización de las cifras de contagios que su ritmo de trabajo empezó a disminuir. Esto trajo consigo un estado de agotamiento que se manifestó en jaquecas constantes, en dolores de pecho y falta de apetito. En sus palabras, sintió que se “apagó” de un momento a otro.

“Sabía que no era depresión, siempre he sido una persona muy metódica. Estuve al pie del cañón durante toda la pandemia en el Cesfam Sur de Iquique. Apenas empezó, supe que sería un desafío grande y estaba dispuesta a afrontarlo”

María Guajardo Mamani, Kinesióloga.

Y así lo hizo. Sin embargo, la constante oscilación entre la incertidumbre, el poco tiempo para sí misma y las olas de subidas y bajas de contagios, la terminó por abrumar: “Al último tiempo ya no me concentraba, apenas dormía y estaba en modo automático. No me dí cuenta como pasaron los meses, ni menos cuando ya habían encontrado una vacuna. Mi familia estaba preocupada”, reflexiona María.

A nivel mundial la prevalencia de este síndrome en personal de salud está entre 2,2% y 69,2%.
Fuente: Pexels.com.

Al igual que ella, Felipe Soto Beltrán es profesor en el Colegio Humberstone de Iquique y tuvo que acomodarse a una nueva realidad para hacer clases. Sin embargo, no tuvo el estrés de la presencialidad y la posibilidad de contagio, pero sí, la de tener que acomodarse a nuevas plataformas, dinámicas y formas de realizar su trabajo.

Soto relata que, los indicios que le dieron los primeros síntomas de alerta fueron la aparición de sentimientos como la despersonalización y desmotivación: “Siempre fui un docente muy aplicado y presente con mis cursos. Actualmente tengo un octavo básico y sé lo importante que es esa etapa. Muchos alumnos y alumnas encontraban soporte emocional en los profesores”, comenta.

Los desafíos para las políticas de salud mental

En Chile aún no existe una Ley de Salud Mental que ampare a aquellos trabajadores que se ven afectados por este padecimiento. Existen políticas públicas parceladas, que se encargan de la prevención, promoción y rehabilitación de personas con problemas. Pero no es suficiente.

Para el abogado laboral, Daniel Sepulveda, esto se convierte en un problema a la hora de abordar desde las empresas y/o instituciones las necesidades de sus trabajadores. Relata que, el aumento de casos de despidos tras licencias médicas han ido en aumento.

“Gran parte son por problemas de salud mental, las personas se sienten sobrecargadas y colapsadas y terminan pidiendo licencias psiquiátricas más bien para descansar en muchos casos. Pero la lógica de un trabajo que sobrexplota, persiste” comenta Sepúlveda.

Asimismo, el plazo máximo por ley de las licencias de carácter psiquiátrico es de 104 semanas, pero algunos empleadores rechazan esta idea, expulsando a los trabajadores de manera arbitraria antes de cumplir lo estipulado por la ley.

“Piensan que están ‘perdiendo el tiempo’ y que no les aporta productivamente alguien que está cansado, irritado o, en su perspectiva, en un estado deficiente mentalmente. Por ello, a veces prefieren saltarse la ley, despedir gente con licencia y contratar a otros”, expresa el abogado.

Diversos estudios concuerdan que el tratamiento más efectivo es la separación de la actividad laboral.
Fuente: Pexels.com.

Según el Plan Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud (2017-2025) uno de los pilares es posicionar la salud de los ciudadanos y ciudadanas, como un derecho humano. Sin embargo y tras los episodios históricos que ha atravesado la sociedad, se debe hacer una revisión sobre las necesidades que priman en el bienestar psicosocial.

Tal como lo comentaba la Organización Mundial de la Salud, si ya existía una deficiencia notoria en la concientización y sensibilización de la salud mental, hoy esto se agrava y debe ser frenado desde las políticas de Estado. Se hace, entonces, necesaria una ley de intervención integral hacia la salud mental, ya que aquí recae una responsabilidad clave para sanar a las comunidades que se han visto afectadas por el deterioro y cambios bruscos de sus realidades.

El Burnout llegó para quedarse y para dar cuenta de una sociedad que ya sufría de sobrecarga de antemano, teniendo dificultades para adaptarse a los cambios con un cansancio crónico. Pensar en soluciones desde el bienestar de las personas, resulta no solo ser una política social, sino también una política económica, cultural y sustentable, en vista de ser en un futuro, un país con mayor índice de felicidad.

Valentina Luza Carrión
Estudiante de cuarto año de periodismo Udec. Nortina. 22 años.
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