La salud mental en Chile y los derechos laborales EntrelíneasPor Leonardo Paredes - 22 julio, 2022 La sociedad actual presenta varios síntomas innegables de malestar emocional y una demacrada salud mental. En Chile, según el último censo del Minsal realizado en 2018, el 6,2 % de la población sufre depresión y el 15,8 % se encuentra en sospecha de lo mismo. ¿Qué se puede hacer con los datos del censo del Minsal? Lo primero es entender que las personas con depresión son aquellas que cuentan con un diagnóstico y, entendiendo lo difícil que es acceder a la salud mental en Chile, si todos aquellos con sospechas de padecer acudiesen a profesionales, seguramente contaríamos con un espectro de pacientes mucho más amplio que el actualmente conocido. Pero, ¿por qué los potenciales pacientes no se acercan al tratamiento? Uno de los principales factores que vuelve difícil para los chilenos acceder a estos es debido a que la mayoría de los profesionales del área se encuentran ofreciendo sus servicios de manera particular o perteneciendo a redes de salud privada, aumentando con esto los costos y así alejándose al acceso de sectores populares. Otro factor a considerar por supuesto, es la propia sociedad de consumo que se ha instalado hace varias décadas en nuestro país, pues al no tratarse, en muchos casos, de condiciones incapacitantes para el trabajo diario, se posterga en pos de destinar esos gastos en la mantención del hogar y el bienestar familiar. No tan por el contrario, en caso de tener un malestar físico tangible es más justificable postergar las labores, pero solo si llega el punto en donde resultan impostergables. Se estima que más de 300 millones de personas sufren de depresión en el mundo y, aunque sean patologías distintas, es común que se acompañe de ansiedad. Pues debido a esto, son muchos los empleadores que no reconocen los problemas de salud como excusa válida para faltar al día laboral amenazando con despidos o con rebajas salariales para los trabajadores. Lo anterior, combinado con la falta de derechos laborales o el poco respeto por estos, propicia entornos en los que el encargado de entregar salarios tiene la posibilidad de priorizar sus ganancias monetarias en desmedro de la integridad de sus colaboradores. Por lo tanto, sin políticas que consideran la salud mental en los ambientes laborales del país los trabajadores solo podrán, en el mejor de los casos, aspirar a tener un jefe justo que decida voluntariamente respetar y cuidar a su equipo de trabajo. Por desgracia, mientras la ley no obligue a este cumplimiento amenazando con pérdidas económicas aún mayores, no hay motivos para apelar a la buena voluntad de un empleador. Fotografía: SEBASTIÁN UTRERAS.