Mi País Imaginario: la memoria como una herencia permanente

Poco más se puede agregar al inagotable y extenso currículum artístico del legendario documentalista chileno Patricio Guzmán, quien con su última obra Mi País Imaginario, logró acaparar opiniones mixtas en el mundo de la narrativa audiovisual internacional.

Fue en 1971 que el nombre de Patricio Guzmán apareció por primera vez en el ojo público, cuando en aquella ocasión estrenó El Primer Año, documental que plasmó los primeros 12 meses del gobierno de Salvador Allende. Aproximadamente 50 años después de realizar su primera obra, el artista nacional sigue vigente, con un sello narrativo y una visión sentimental siempre fiel a su estilo.

El realizador nacional ha vuelto a encontrarse con el público con su último documental Mi País Imaginario, estrenado en agosto de 2022 en salas nacionales. Con una duración cercana a los 90 minutos, la obra narra los hechos ocurridos a partir de octubre de 2019, bajo el contexto del Estallido Social y sus consecuencias.

El realizador decidió escuchar la voz de las mujeres protagonistas durante este periodo, un hecho interesante producto de la fuerza feminista que surgió en aquel tiempo de rabia colectiva. Se tocan diferentes puntos de vista, desde la del colectivo LasTesis hasta la de la constituyente Damaris Abarca, quien tiene uno de los momentos más destacados del largometraje a vista personal.

Algo que caracteriza mucho los relatos de Guzmán son sus metáforas muy sensitivas que te marcan hasta el final de la obra. Aquí se sienten un tanto débiles, o bien no llegan a ser tan potentes como las que se mencionan en filmes como El Botón de Nácar (2015) o Nostalgia de la Luz (2010).

Este es el decimocuarto documental de Guzmán, quien obtuvo el Goya a Mejor Película Iberoamericana en febrero de este año. Foto: Zumzeig

El aspecto visual del documental genera cierta discordancia, ya que varias tomas, lamentablemente, no vienen del ojo de Guzmán. Muchos registros de las protestas de octubre son de distintas personas audiovisuales, debido a que el director se encontraba en Francia en esas fechas, lo que genera cierta desorientación estilística y estética.

Hay cosas muy positivas de este documental, como lo es la gran capacidad del realizador de conseguir unificar historias con un hilo conductivo que te orienta de buena manera. El contexto político y social también ayuda a que esta pieza audiovisual se sienta fresca, con un estreno realizado casi un mes antes del plebiscito de Salida.

La película tiene ciertas debilidades, digo esto ya que Guzmán acostumbra a traer un cine potente y prácticamente impecable, pero no por eso no vale la pena verla. En Chile la memoria siempre es relevante cuando aún hay heridas sin sanar y Patricio lo visualiza siempre con la sutileza de su arte.

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