Desde el Ministerio de Desarrollo Social, se estima que existen alrededor de 600 000 personas cuidadoras en Chile, dentro de las cuales aseguran que en su mayoría son mujeres.

Un día a la vez, hoy estamos bien, mañana quién sabe.

¿Qué pasaría si en el transcurso de la noche la vida me cambia por completo? ¿Si abro los ojos y ya no soy capaz de cuidarme por sí sola? ¿Quién se haría cargo de mí? Son algunas de las interrogantes que me quitan el sueño.

Cuidar como acto de amor. Muchas de las personas que dedican su vida al cuidado de otra, lo hacen por amor. Dejan todo de lado para convertirse en el soporte de quien lo necesita. Se transforman en seres multifacéticos, pasando a ser cocineros, enfermeros y médicos. 

Poco se habla del bienestar de las personas cuidadoras, es lógico que el ojo esté puesto en quien padece el diagnóstico, pero ¿cómo ser el soporte de ese soporte?, ¿quién les ayuda a cargar el peso de la mochila que llevan en sus espaldas?

La preocupación por ellos debería ser un constructo social. Una sonrisa, un abrazo, un mensaje, o un “cuenta conmigo”, son algunos de los gestos que no quitan más de un minuto de nuestras vidas. Pasar a convertirnos en una “curita” para el corazón de quien padece el diagnóstico y para quien está a su lado.

Vivir la enfermedad se convierte en algo mutuo, pues muy probablemente, quien esté al cuidado, sea su fiel compañero en cada paso a seguir, en cada cita médica, en cada examen; quien viva los dolores, quien esté en los días grises y en los días soleados.

Si bien es cierto, el Gobierno de Gabriel Boric está implementando el Sistema Nacional e Integral de Cuidados para estas personas, lo que me parece muy pertinente. Sin embargo, no dejo de pensar en las medidas que están en nuestras manos, desde nuestro rol como seres sociales, es nuestra misión dar una palmada en la espalda  y decir “todo estará bien”. ¿Costará mucho?

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