Ser una bruja y montar un dragón

El género fantasía perite descubrir mundos nuevos.

La lectura te permite viajar a lugares nuevos y encarnar la vida de asombrosos personajes, pero un género que agregue magia, criaturas y reinos solo lo hace más divertido.

Desde que elegí qué leer me decanté por las novelas. Dejándome llevar por una buena historia de amor, el drama de alguna familia o grupo de amigos. La mayoría ambientadas en la actualidad o durante alguna otra década pasada, pero siempre en el mundo “convencional”. Aunque también disfruto de otros tipos de textos, nunca pensé que un género lleno de espadas, poderes mágicos y orejas puntiagudas sería uno de mis favoritos.

La fantasía, que pensé reservada para niños y adultos aficionados al cosplay, se ha convertido en mi viaje diario antes de dormir. Encontrándome en un reino desconocido donde las personas pueden controlar elementos o ser inmortales, los animales pueden hablar y las montañas moverse. Este género pone mí imaginación a prueba con cada libro. Demostrándome que los seres fantásticos no están reservados para una metáfora, o la ambientación de una fiesta de disfraces.

Sin embargo, embarcarme en este género no se ha tratado solo de princesas en torres.  Por el contrario, estas historias están repletas de construcciones complejas con nuevos mundos, mapas, e idiomas. Detalles como la creación de estructuras sociales, o la invención de lenguajes y comidas enriquecen la experiencia de inmersión en un universo complejo y detallado. En un libro de fantasía incluso lo más parecido a la realidad es diferente y fascinante.

La lectura de fantasía es desafiante y sin límites, lo imposible cobra vida y el mundo que tú configuras jamás será igual a otro. La libertad de imaginar el color de un poder, la voz de un árbol o el sabor de un fruto mágico es algo que una novela contemporánea jamás podrá igualar. La realidad se queda corta cuando con solo abrir una página las posibilidades son infinitas.

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