Foráneos en invierno: una mala combinación

Sobrevivir a las bajas temperaturas y a las lluvias en Concepción es un gran desafío.

Dejar atrás la tierra natal en búsqueda de la educación superior, es el reto que todos los foráneos tienen que afrontar para lograr ser profesionales. Esto lleva consigo una serie de desafíos, como enfrentarse a la independencia y a hacerse cargo de uno mismo en todo momento.

Parte de adaptarse a otra ciudad es ser capaz de sobrellevar las condiciones meteorológicas del lugar donde se decide residir. En este caso, vivir en el norte de Chile es completamente diferente a la experiencia que te puede brindar la zona centro o sur.

Por consiguiente, hay que pensar bien en qué zona del país se desea seguir estudiando, por ejemplo, podría ser un cambio difícil para alguien que viene de Antofagasta adaptarse a la lluvia de Valdivia, o un sureño que creció entre la nieve de Punta Arenas tener que sobrevivir al sofocante calor de Iquique. 

En el caso de Concepción, la ciudad se caracteriza por sus constantes cambios en el cielo. Se debe salir con chaqueta por si llueve, pero también en sandalias en caso de que salga el sol. Es parte de la vestimenta común del penquista ocupar pantalones cortos y paraguas a la vez, ya que aquí el clima suele cambiar en muy poco tiempo.

Esto no le sorprende a las personas que han nacido en este lugar, pero aquellos que vienen de otras regiones del país y se enfrentan particularmente al invierno, suelen tener ciertas dificultades, que van más allá de solo pasar frío.

El valor de la compañía

Sobrevivir a las bajas temperaturas no solamente se trata de estar abrigado. Rodearte con la gente que quieres frente a la estufa, comer sopaipillas y un lugar donde secar la ropa son los pequeños detalles que hacen la diferencia cuando la lluvia se asoma por la ventana.

El calor se echa de menos, pero nos acerca a las personas que amamos. Esa es la magia que rodea a la gente de abril a septiembre, hasta que la primavera anuncia su llegada y las manos heladas quedan en el pasado.

Es normal ver por los cristales empañados en esta época del año (foto: cortesía freepik)

Paloma Alvarado, estudiante de Tecnología Médica en la Universidad de Concepción, proveniente de Castro, relató cómo se adapta a las bajas temperaturas: “Para mí implica un mayor esfuerzo psicológico, debido a que antes, estando con mi familia, llegaba al hogar y ya estaba temperado. La estufa estaba prendida para calentar la ropa en caso de que estuviera mojada y me esperaban con comida calentita, lo que me ayudaba a tener menos tareas de las cuales preocuparme. Pero ahora llego cansada de mis clases, oscuro a las siete de la tarde, y preocupada de cómo secar mis prendas para que no genere hongos. Si la tengo demasiado mojada por la lluvia, busco la forma de quitarle la humedad y la llevo donde la familia de mi pololo, no podría sobrevivir si estuviera sola acá”.

La compañía es una pieza clave para afrontar las dificultades de ser foráneo. En medio de la tormenta, cuando ya no se puede salir a las calles, al menos existen personas que crean pausas en el tiempo cada vez que el frío se hace presente.

Existen lugares y lugares

Desde el final de la ruta cinco, en el pueblo de Quellón, Vicente Cárdenas cuenta cómo la lluvia lo sigue acompañando en su camino a convertirse en médico, pero las condiciones para hacerle frente al mal clima son un problema. 

Por más preparado que salgas, la lluvia siempre te sorprenderá (foto: cortesía freepik)

“Como soy de Quellón el tema de la lluvia no me complica, pero la ciudad no está preparada para esto. Las calles y la universidad se inundan, y uno llega todo mojado aunque estés con impermeable y paraguas. En la pensión donde vivo no hay calefacción, así que para arreglármelas uso un guatero, y cuando la ropa está muy mojada, la dueña de la residencia prende una estufa para que podamos secarla, pero no nos deja tener nuestra propia calefacción”

Es común que en estas fechas suban los precios de las boletas de luz, debido al gasto energético que produce encender calefactores. Por consecuencia, quienes viven en pensión o residencia deben abrigarse u ocupar otras fuentes de calor para resistir las bajas temperaturas.

Experiencias norteñas

El pasar de vivir en el norte del país, con cálidas temperaturas y pocas precipitaciones en la ciudad de Iquique, a encontrarse con el cielo nublado y las calles inundadas, es la experiencia que puede relatar Emilia Ramos, estudiante de Bioquímica de la Udec.

Algo de belleza existe en caminar por la ciudad bajo la lluvia (fuente: Unsplash)

“Lo de ser foráneo es difícil, he vivido en muchas partes, pero hace años no estaba en el sur, y volver a reencontrarme con el frío, la lluvia y todo eso me costó. Las temperaturas en el norte son completamente diferentes a esto, por lo que mis papás me prepararon con muchas primeras capas de ropa y buenos zapatos. Pero salir a la calle y ver que el cielo se cae no me deja de sorprender aquí”.

La ciudad universitaria alberga a una gran cantidad de estudiantes de la zona norte, por lo que relatos como el de Emilia se repiten en cada norteño, donde los temporales parecieran no tener final nunca. Por otra parte, para quienes provienen del sur esto es solo un día más bajo la arrasadora tempestad

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