Cuando entablamos una relación amorosa, sabemos los riesgos que estamos corriendo. Ya no solo piensas en ti, tus sentimientos se enfocan en la persona especial con la que deseas todo lo bueno del mundo, pero seamos realistas, la vida es injusta a su manera.

Cuando cumplí una edad que, dentro de mi grupo de amigos, suena más adulta, los temas amorosos comienzan a explorarse con mayor profundidad. Existe un árbol con bastantes ramas que abarcan cada esquina y cajón sin abrir sobre la vida amorosa. Yo me encuentro en una de estas ramillas, en la relación a distancia.

Cada vez que platico con alguien que no me conoce, al hablarles sobre mi situación sentimental me comentan: “¡Suerte!”, “¿cómo lo hacen?”, “yo no podría”. Al escuchar estas palabras pienso que por el solo hecho de ser la mujer en la relación mis poros expiran soledad y lástima por mí misma, o acaso ¿realmente es algo negativo estar en un noviazgo a distancia?

Al ser una joven universitaria en mis últimos años de la carrera, mis tiempos se acortaron abruptamente. Sin embargo, destaco una ventaja, mi mente ha estado ocupada en varias cosas a la vez. No estoy negando que piense y extrañe a mi pareja, pero la tecnología ha sido una gran carta jugadora. Las videollamadas, reuniones por Internet y las redes sociales son el mejor aliado para sentirnos cerca.

Al momento de comentarle a mi madre, alguien con experiencia y sabiduría en el tema, sobre mi relación actual, me platicó que era algo sano, ya que al no vernos seguido nos extrañaríamos como nunca. No pude no considerar en que tal vez el amor se encuentra ligado a ciertos niveles de sufrimiento, pues gracias a estos choques de realidad podemos volver a poner los pies en la tierra y pensar fríamente con la cabeza, pero ¿quién conserva la racionalidad cuando se está enamorado?

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