La competitividad nos está absorbiendo como mujeres

Foto de Vonecia Carswell en Unsplash

“El enemigo de una mujer es su mismo género”, típica frase que miles de niñas crecimos escuchando. La competitividad y aprobación masculina nos ciegan por completo, privándonos del apoyo y amor que podemos brindar entre nosotras.

Desde pequeñas, oímos comentarios de adultas con más experiencias sobre la envidia y odio que se genera entre mujeres. Se nos advierte que debemos tener cuidado, no revelar nuestras verdaderas intenciones y jamás confiar. Es difícil cuando una es niña, quieres estar con amigas y rodearte de amor, pero a medida que creces y estos juicios se van internalizando, comprendes que tal vez exista cierta verdad en ellos. No es así, no lo creas.

Desde inseguridades y complejos, nos hacen entender que debemos competir entre nosotras para obtener lo que queramos, como el dinero, artículos materiales, hombres, amor y un sinfín de cosas, pero no es así. Es el mismo género masculino quien nos hace odiarnos, despreciarnos y compararnos unas con otras.

La clasificación en mujeres

Entre mujeres debemos promover el respeto y entender que la comparación nos hundirá. Foto de Bene Halmosi en Unsplash. 

Hace varias décadas surgió el término Madonna Whore Complex, en el que los hombres catalogan y observan a las mujeres únicamente de dos formas, santas y prostitutas. En la primera se encuentran las esposas, madres y hermanas, las féminas de la familia que son intocables e imposibles de ver como seres sexuales. En cambio, también podemos apreciar aquellas que son consideradas complacedoras de las necesidades carnales e íntimas masculinas, las que son incapaces de ser respetables. Estos conceptos fueron desarrollados por la visión que poseen varios varones con respecto a su sexo opuesto.

Lo mencionado anteriormente evidencia el trato y los supuestos estándares que establecen aquellos de mente limitada y sin respeto por el género femenino. Nos hacen entender que las malas de la película resultamos ser nosotras, cuando en verdad queremos ser admiradas y queridas por como realmente somos. Sin presiones y prejuicios antiguos que solo se dedican a lavarnos el cerebro y menospreciarnos.

No se trata de ser amiga de todas las mujeres, pero estamos en el mismo barco. Me imagino que la mayoría buscamos un objetivo común, que comprendan que nuestro valor y respeto no se mide en competencias y aprobaciones masculinas.

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