La competitividad nos está absorbiendo como mujeres OpiniónPor Amanda Jara König - 30 agosto, 2024 “El enemigo de una mujer es su mismo género”, típica frase que miles de niñas crecimos escuchando. La competitividad y aprobación masculina nos ciegan por completo, privándonos del apoyo y amor que podemos brindar entre nosotras. Desde pequeñas, oímos comentarios de adultas con más experiencias sobre la envidia y odio que se genera entre mujeres. Se nos advierte que debemos tener cuidado, no revelar nuestras verdaderas intenciones y jamás confiar. Es difícil cuando una es niña, quieres estar con amigas y rodearte de amor, pero a medida que creces y estos juicios se van internalizando, comprendes que tal vez exista cierta verdad en ellos. No es así, no lo creas. Desde inseguridades y complejos, nos hacen entender que debemos competir entre nosotras para obtener lo que queramos, como el dinero, artículos materiales, hombres, amor y un sinfín de cosas, pero no es así. Es el mismo género masculino quien nos hace odiarnos, despreciarnos y compararnos unas con otras. La clasificación en mujeres Entre mujeres debemos promover el respeto y entender que la comparación nos hundirá. Foto de Bene Halmosi en Unsplash. Hace varias décadas surgió el término Madonna Whore Complex, en el que los hombres catalogan y observan a las mujeres únicamente de dos formas, santas y prostitutas. En la primera se encuentran las esposas, madres y hermanas, las féminas de la familia que son intocables e imposibles de ver como seres sexuales. En cambio, también podemos apreciar aquellas que son consideradas complacedoras de las necesidades carnales e íntimas masculinas, las que son incapaces de ser respetables. Estos conceptos fueron desarrollados por la visión que poseen varios varones con respecto a su sexo opuesto. Lo mencionado anteriormente evidencia el trato y los supuestos estándares que establecen aquellos de mente limitada y sin respeto por el género femenino. Nos hacen entender que las malas de la película resultamos ser nosotras, cuando en verdad queremos ser admiradas y queridas por como realmente somos. Sin presiones y prejuicios antiguos que solo se dedican a lavarnos el cerebro y menospreciarnos. No se trata de ser amiga de todas las mujeres, pero estamos en el mismo barco. Me imagino que la mayoría buscamos un objetivo común, que comprendan que nuestro valor y respeto no se mide en competencias y aprobaciones masculinas. Te puede interesar: Acoso callejero: el monstruo que persigue a las mujeres