Carlos Navarrete: un ingeniero con alma de humanista Portada SociedadPor Bárbara Arias Oyarzún y Paola Barrientos Díaz - 18 octubre, 2024 A sus 31 años el ingeniero civil industrial ya ha cumplido distintas metas profesionales. Sin embargo, para él la más gratificante es tratar de ser un agente de cambio en la comunidad que lo vio crecer. Un cuadro de Los Bunkers sin colgar y un estante a medio llenar, demuestran la reciente llegada de Carlos a su oficina como profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Concepción, luego de su estadía en Europa donde obtuvo su doctorado. Una oportunidad que le permitió aprender que no hay límites. Desde su escritorio aceptó la videollamada en la que empezó a relatar con amabilidad cómo un chico oriundo de Huépil nunca paró de soñar. El hogar, su primera escuela Al crecer en una zona rural entrar a la universidad significó una gran oportunidad para él. Foto de Carlos Navarrete. Nacido y criado en la pequeña ciudad de Huépil, Región del Biobío. Carlos creció en el seno de una familia de esfuerzo y perseverancia conformada por cuatro miembros: su madre, Angélica; su padre, quien además es su tocayo, y su hermana menor, Alexandra. Vivir en un hogar lleno de apoyo fue lo que lo impulsó a no subestimar sus capacidades: «Me ayudó muchísimo que mis padres siempre me desafiaban a explorar cosas», expresó el ingeniero. Por otra parte, Carlos recordó con una sonrisa en la boca que «siempre fui muy curioso, estuve muchos años de mi vida en esa etapa de preguntarme por qué pasaban las cosas y constantemente me acuerdo de que mi mamá siempre me motivó a leer». Aquello lo ayudó a despertar su interés por adquirir nuevos conocimientos, sobre todo en temas que aún le apasionan como la historia de Chile. «Por ejemplo, ella también me preguntaba si era capaz de aprenderme todos los nombres de los presidentes y le contestaba que sí», señaló. A pesar de vivir en Huépil, su educación estuvo lejos de casa, pues toda la enseñanza media la realizó en el Liceo Bicentenario Los Ángeles, a donde «viajaba todos los días una hora de ida y otra de vuelta», contó. La formación de Carlos ha estado marcada por el esfuerzo propio y el de su familia, en cuanto a esto, destacó que «mis padres siempre me han apoyado incondicionalmente». Poder disfrutar con su familia, fue una de las cosas que Europa nunca le pudo ofrecer. Foto de Carlos Navarrete. Buscando su vocación Encontrar un área a la cual dedicarse por el resto de la vida puede ser difícil cuando tienes intereses variados. Bien lo sabe Carlos, quien se cuestionó aquello para escoger entre su amor por la historia o su talento en las matemáticas, con el fin de elegir qué carrera universitaria estudiar. Finalmente optó por el segundo camino, que lo llevó a matricularse en Ingeniería Civil Industrial en la UdeC. Su motivación para elegir esta carrera fue clara: «Sentí que era un desafío, recuerdo que una de mis razones era aprender a resolver problemas complejos. Tu rol como profesional es llegar a equipos de trabajo, con el fin de lograr determinar cuáles son los elementos prioritarios y las mejores herramientas para encontrar la solución», describió. Udec lover Carlos fue el primero de su familia en obtener un título universitario. Foto de Carlos Navarrete. La ciudad penquista conquistó el corazón de Carlos desde el primer día. «Recuerdo haber visitado la Universidad de Concepción en la jornada de Puertas Abiertas y pensé: ‘Este lugar es increíble’. Venir de un pueblo pequeño y llegar a un campus gigante con miles de personas fue un cambio cultural importante, pero me encantó desde el primer día», relató de forma nostálgica. No solo fue la belleza del lugar la que cautivó a Carlos, también el espíritu de comunidad que la rodea: «Siempre creí que la Universidad de Concepción es el motor de cambio de muchos hogares en la región. Es algo que no ocurre en otras casas de estudio». Además, Carlos formó parte del grupo de estudiantes foráneos en la ciudad del rock. «Uno empieza a conocer distintas historias de vida y ves que mucha gente está en la misma que tú. Siento que este lugar tiene una mística que es difícil de describir», reflexionó acerca del territorio que lo acogió como universitario y que le abriría las puertas al mundo. Soñar en grande A pesar del tiempo que estuvo en Francia, nunca pudo lograr dominar el idioma a la perfección. Foto de Carlos Navarrete. Su paso por la UdeC marcó una gran parte de su vida, pero no solo en el desarrollo de su carrera, sino por ser el lugar que le entregó grandes oportunidades. Sus profesores vieron en él una gran motivación por ser parte de proyectos. Incluso fue su docente de tesis, quien «me pagó los pasajes para ir a una conferencia por su investigación en Estados Unidos. De hecho esa fue la primera vez que viajé en avión», destacó. Carlos tenía una meta clara mucho antes de ser ingeniero: «Desde que entré a la universidad tuve en mente vivir afuera en algún momento de mi vida, dentro de eso siempre vi que la mejor opción para lograrlo era hacer un doctorado». Fue en el 2019 cuando dio el primer paso hacia esa meta, tras postular a una beca del Gobierno francés para cursar un doctorado sobre inteligencia artificial en la Universidad de Toulouse, Francia. Aunque la informática no es su área formal de estudios, el gran interés que tuvo desde niño en aprender sobre tecnología lo llevó a desenvolverse en ese ámbito. «Para mí programar o trabajar en un computador siempre ha sido un medio, no el fin. Desarrollar inteligencia artificial no es lo importante, sino resolver problemas sociales a través de ella», expresó. Un lugar desconocido Si bien Francia no era el destino en el que imaginó hacer su doctorado, al ser aceptado allí, Carlos aceptó el reto sin hablar francés. «Me emocionaba el desafío de vivir en un lugar donde todo fuera literalmente nuevo, siempre lo vi como parte de conocer distintas culturas», expresó. En cuanto al idioma, el hecho de que sus compañeros del laboratorio se comunicarán en inglés, ayudó a que el desarrollo de la investigación no tuviera problemas. Uno siempre vuelve donde fue feliz Carlos término su doctorado en Ámsterdam, Países Bajos. Foto de Carlos Navarrete. A pesar de que trabajar en el extranjero era su sueño, el ingeniero civil industrial volvió a Chile en septiembre del 2023. «Tuve algunas ofertas en Europa y en Estados Unidos, pero siempre quise regresar. Hay cosas que uno valora más estando fuera, como ver a tus sobrinos crecer o a tus padres envejecer», admitió. No solamente era su familia el motivo para volver a casa, también las ganas de poner en práctica esos nuevos conocimientos y ser un aporte en la comunidad. «Pensé: ‘¿Qué sentido tiene trabajar en una universidad de París si lo que puedo entregar es marginal para su desarrollo?’ Siempre quise volver a Concepción, mi objetivo es ayudar a que la ciudad pueda dar esa transición tecnológica y si logro contribuir en eso, soy feliz», confesó. También su regreso a la ciudad penquista significó que volviera al lugar donde se formó, pero esta vez desde el lado de la docencia. «Usualmente hago clases en quinto año, por lo tanto, conozco a los estudiantes al final de su carrera. Sin embargo, considero importante tratar de dedicarles todo el tiempo que pueda. Por ejemplo, aclarar dudas sobre programas de estudios en el extranjero o escuchar sus historias y sueños como futuros profesionales», enfatizó. Futuras proyecciones Carlos ya tiene en mente dos grandes ambiciones; la primera es consolidar un grupo de investigación o de transferencia tecnológica para solventar problemas tanto en industrias como en comunidades. Mientras que su segunda meta es «el desarrollo de productos y de inteligencia artificial. Sobre todo busco ser un actor relevante en ese debate, no sólo a nivel local, sino que a nivel nacional con el fin de seguir aportando», detalló. Por otra parte, Carlos desea ser parte de los docentes que impulsan a sus alumnos hacia la internacionalización académica: «Siempre les dejo claro a los estudiantes de mi grupo de investigación que, si están trabajando conmigo, busquen estudiar afuera y logren entrar a programas de postgrados o que encuentren puestos en su área en el extranjero. Si bien es una meta ambiciosa, es algo que me motiva mucho», señaló. Fue su paso por Huépil, Concepción, Toulouse y Ámsterdam, lo que lo llevó hasta esa oficina en la facultad que lo vio crecer y desde la cual todo cobra sentido. «Lo más importante para cumplir los sueños es nunca dejar de creer. Si uno no se propone que puede mover los límites de lo permitido, nadie lo hará por ti», concluyó.