Víctor Gallardo: un mar de conocimientos

Victor Gallardo

El amor por la ciencia se terminó transformando en un legado en la Universidad de Concepción.

Una vez dentro de la oficina del profesor Víctor Gallardo, se pudo observar un panorama habitual en los lugares de trabajo de los científicos más apasionados. Una habitación repleta de papeles, cuadros, libros, infografías y artículos más que nos ayudan a imaginar el ritmo y la intensidad con la que realiza su disciplina el experimentado docente. 

Lo primero que dice el entrevistado, después de saludar, es invitar a mirar su microscopio, agregando: “Descubrí estas bacterias recién esta mañana, así que ya tienen su primicia periodística”.

La infancia de Víctor Gallardo se remonta hasta la pequeña localidad de Cariquilda, aunque realmente el entrevistado nació en Maullin. “Del hospital me trajeron en bote hasta mi pueblo, casi que dentro de una caja de zapatos”, recordando entre risas esta anécdota. Posteriormente, su familia fue trasladada a Tomé, que en las propias palabras del entrevistado la definía en ese entonces como, “un pueblo avanzado en un país atrasado”.

En la localidad costera, el joven Víctor Gallardo decidió estudiar para ser profesor normalista como su padre. Estando de vacaciones ahí también, se interesó en entrar al bachillerato, objetivo que finalmente consiguió, ingresando a la Universidad de Concepción.

De Tomé para el mundo

Imagen de autoría propia.
Actualmente el profesor Víctor Gallardo se especializa en Oceanografía Biológica, Procariotología y Exobiología.

A Víctor Gallardo le surgió una gran oportunidad tras haber compartido con un funcionario de la UNESCO, la cual era una beca que lo llevaría directo al país de Dinamarca. Pero antes de poder zarpar al viejo continente, el entrevistado tuvo que vivir un año de preparación para esta experiencia. Tiempo el cual aprovechó para continuar con sus investigaciones y toma de muestras en las costas de Chile. 

De este tiempo el docente recuerda una curiosa anécdota: “Estábamos en altamar acompañados de la armada y no teníamos nada para agarrar a los peces. Así que alguien dio la idea de utilizar una granada, tras una tremenda explosión salieron volando miles de sardinas y ahí pudimos recolectar algunas”, contó el entrevistado entre risas. Finalmente terminó agregando: “Yo no sé qué le habrá pasado al sargento que pensó en esa solución”.

Enlazado a la beca en Dinamarca, el mismo instituto le informó a Víctor que querían mandarlo a Vietnam y Tailandia, solicitud que el entrevistado aceptó argumentando que, “yo ya había peleado con mi polola de ese tiempo, así que no tenía ningún problema”.

De lo macro a lo micro

Tras volver a Chile el docente incursionó en una investigación en el norte del país, con la intención de analizar varios animales, pero esto no salió como esperaba. “Y aquí partió un cambio grande, porque no encontramos nada de fauna, solo un manto de bacterias”.

Este fue el punto de inflexión en la vida laboral de Victor Gallardo, ya que de acá en adelante dejó de estudiar a seres vivos vertebrados para concentrarse en totalidad a las bacterias.

En uno de sus viajes de exploración y recolección de muestras, Gallardo y su expedición encontraron el manto de bacterias que posteriormente le significaría un descubrimiento a nivel mundial. Sin embargo, al recolectarlas en ese entonces, los científicos las catalogaron, con un poco de duda, como algas cianofíceas. 

No sería hasta años después que el oceanógrafo encontraría en Estados Unidos a Moshe Shilo, un científico que sí podía dar más información del tema. Así, tras volver a recolectar muestras y analizarlas, se descubrió que eran unas nuevas especies de bacterias: las Thioploca.

Más allá de los detalles técnicos de la microbiología, la importancia de estos organismos radica en que son la forma de vida más antigua que existe en el planeta. Además, los fósiles que se han encontrado de estas bacterias, con más de 3 500 000 de años, no presentan grandes diferencias con las encontradas en el fondo del mar chileno. Por lo que el estudio evolutivo de estas es algo que apasiona al doctor Gallardo.

La oceanografía como una interdisciplina

El conocimiento se nutre por diversas materias. Cada área aporta sus puntos de vista. Al menos así debería ser para el profesor Gallardo, pero no es la realidad de cómo funciona su facultad. “Muchas carreras tienen currículums fijos. Aquí son tres con su propia cuota de clases. Yo soy de la idea de un cóctel entre ellas”, mencionó.

Imagen proporcionada por el entrevistado.
Durante su viaje por Asia, el docente pudo visitar varios países del continente y del medio oriente.

Según el oceanógrafo, “el que estudia zoología, ve zoología; el que estudia botánica, ve botánica; oceanografía, se ha transformado en una más química y física que biológica”. Consideró que, por lo menos su carrera, debería ser más amplia todavía. 

De hecho, el doctor Gallardo también siente que estas especializaciones tienen desventajas. “Ahora hay más individualismo. Por ejemplo, en el departamento hay varios que no conozco, no sé lo que hacen”, reflexionó. Incluso, se entera conversando con los alumnos sobre lo que están investigando los otros profesores. 

Sin embargo, el oceanógrafo cree que no es solo por afinidad. Quizá lo es o tal vez no. Lo que sí mencionó Gallardo es que, al estar tan especializados, hay más información por cubrir dentro de su propio campo. Por lo que entiende que no haya tanta mezcla para investigaciones puras y no aplicadas.

De todas formas, Gallardo reflexionó en que ahora hay más ventajas para trabajar e investigar en la universidad. “Con tantas fuentes de información actualmente, un alumno te dice: ‘Profesor, encontré esta referencia’, y te ahorra un montón de tiempo y trabajo”, finalizó. 

La verdadera historia sobre la ballena

“¿Les contaste sobre la ballena?”, dijo Carola Espinoza, bióloga marina, investigadora y esposa de Víctor, al ver que finalizaba la entrevista. Obviamente la conversación siguió mientras el profesor contaba “la verdadera historia de la ballena de la facultad”, según sus propias palabras.

Imagen de autoría propia.
El rorcual común es el segundo animal más grande después de la ballena azul.

El esqueleto del rorcual común es un ícono de la UdeC. No al nivel del campanil, pero sí para usarlo de referencia y mencionar a la Facultad de Ciencias Naturales como “la de la ballena”. En su base hay una piedra que dice: “Esqueleto de la última ballena cazada en el golfo de Arauco, el 21 de mayo de 1983”. Sin embargo, según Víctor Gallardo, no fue cazada ahí. 

Todo comenzó cuando desde Estados Unidos le avisaron que acá en la zona se estaba cazando una ballena prohibida. La empresa de Macaya Hermanos era la única ballenera que seguía en Chile en los ochenta, con su planta en caleta Chome. 

Víctor habló con los administradores y le explicaron. El Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) emitió un decreto que prohibía la caza de ballenas de Bryde en Chile, ya que no se encontraban aquí. Sin embargo, la Comisión Ballenera Internacional autorizaba cierta cantidad de ejemplares de este cetáceo. La empresa argumentaba que sí había de estas en el país y tenían autorización extranjera.

El resto de las ballenas ya estaban prohibidas, por lo que no permitir la caza de otra especie era condenar a la empresa. Aun así, invitaron a Víctor para que fuera como observador y se asegurara que cumplían las normas. De hecho, en uno de estos viajes, el oceanógrafo comprobó que había ballenas de Bryde en Chile.

Una jornada en que volvían de cazar con un permiso cerca de Valparaíso, y no en el golfo de Arauco, llegaron con tres ballenas. Una de Bryde; otra faenada dentro del barco; y un rorcual común, especie prohibida. Cuando Gallardo revisó los ejemplares, se sorprendió cuando vio la tercera. Y la excusa fue que se parecían y tenían que devolverse a Chome con algo. 

Así se cazó la última ballena en Chile por empresas chilenas, ya que el profesor denunció la situación. Aun así, le regalaron el esqueleto exhibido actualmente. Sin embargo, mientras contaba la historia, mencionó que no sabe por qué en la piedra sale tal zona.

Por el desarrollo libre del espíritu

Víctor Gallardo citó varias veces la figura de Enrique Molina, el primer rector de la UdeC. Y cuando estaba finalizando, lo volvió a mencionar para hablar del retiro: “Yo quiero morir acá con las botas puestas. He capturado parte de Enrique Molina, del desarrollo libre del espíritu”.

Imagen proporcionada por el entrevistado.
El profesor Gallardo fue el primer director del Departamento de Biología Marina y Oceanografía UdeC.

El oceanógrafo fue postulado por la Universidad de Concepción para el Premio Nacional de Ciencias en 2024, como una forma de reconocer y valorar su trayectoria. Sin embargo, el ganador fue el doctor José Zagal, químico y profesor de la Universidad de Santiago.

Este 2024, el profesor Víctor Gallardo cumplió 68 períodos aportando en investigaciones y clases en la Universidad de Concepción. Con 89 años, sigue comprometido en hacer descubrimientos científicos y tratar de entender los microorganismos que pueden dar una explicación a la vida en el planeta.

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