La conciencia enguantada DeportePor Vicente López - 14 marzo, 2025 En 1980 y después de ver el combate entre Muhammad Ali y Larry Holmes en el Caesar’s Palace de Las Vegas. Jorge Teillier, escribió unos versos que ilustran su perspectiva del mundo del boxeo y en cuya primera estrofa se lee lo siguiente: “Revistas color sepia,/ programas de matches estelares,/ el par de guantes firmados por el Presidente / cuando ganó el Campeonato / colgados junto al retrato de la Difunta / lo hacen buscar la gloria del Álbum amarillento / y mientras hierve el agua en el anafe / va recordando la cara del público y sus rivales / a quienes el tiempo les ha contado diez». Ubicados en la calle de Barros Arana, el poema de Teillier refleja la mística de los boxeadores, boxeadores tales como los del club ATHAN. Y es que la estrecha relación entre la literatura y el pugilismo se puede resumir con autores como Hemingway o Roberto Bolaño, quienes han retratado eventos del ring en su prosa. Bolaño, por ejemplo, decía en “Los detectives salvajes” que: “Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear.” Nada extraño si consideramos que su padre fue boxeador. Pero a diferencia de él, los boxeadores del club ATHAN no han dejado de lado el deporte, es más, lo han interiorizado y comprendido como un estilo de vida. Alumnos del club ATHAN practicando golpes contra el saco. Fotografía de autoría propia. La primera campanada Antes de entrar a ATHAN (uno de los clubes de federados en Concepción) el edificio anuncia a gritos lo que pasa adentro. En la muralla se ve a Martín Vargas, ligeramente encorvado, esperando un espacio para liberar un gancho. A Muhammad Ali, gritándole a Sonny Liston que se ponga de pie. Y a Floyd Mayweather con una mirada atenta al siguiente movimiento del rival. Pasada la puerta de entrada y sentados en un sillón negro están Dilan Arteaga y Juan Valderrama, ambos reciben con escepticismo la invitación a una entrevista, pero finalmente, aceptan amablemente, siendo Dilan el primero que se motiva. Fachada del club ATHAN. Fotografía de autoría propia. Dilan encontró el boxeo durante su adolescencia, pasado el tiempo, llegó el momento de ajustarse los guantes por primera vez en el club JV, otro de los clubes federados en la ciudad penquista. Desde entonces, él ha esquivado, dado y recibido los suficientes golpes como para saber con certeza lo que significa pararse en una esquina y escuchar la primera campanada. Y si bien en el ring está solo, él tiene, a sus espaldas, los vítores de todos quienes lo acompañan. “Conlleva mucho sacrificio, y muchas veces ese sacrificio también va por parte del entrenador, de la familia del boxeador, de la pareja del boxeador o boxeadora”, asegura Dilan.“Si el boxeador no tiene todo el apoyo de muchas partes, no podría subirse al ring con la energía o la fuerza mental para combatir”, añade. Al momento de preguntarle sobre qué es lo que necesita un boxeador para desenvolverse bien en una pelea, Dilan recomienda no mirar hacia los lados, abrazar la idea del sacrificio y ser constante. Y si hablamos de constancia y sacrificio, pero también de triunfo, el boxeador profesional Juan Valderrama Duran se ha encontrado más de una vez con estos conceptos. Dilan (derecha) y un alumno entrenando combinaciones de golpes con manoplas. Fotografía de autoría propia. La elegancia de los golpes Bicampeón nacional de boxeo amateur, Juan logró elevar los brazos al cielo en dos ocasiones, construyendo así una gran carrera que comenzó gracias a la ayuda de dos boxeadores profesionales. El púgil de peso welter Cristián Salas -quién además fue campeón Latino Silver en 2017- y el legendario Martín Vargas. “Me fue enseñando el mundo del boxeo desde lo más básico”, dijo sobre el luchador nacido en Rahue. Mientras responde a las preguntas, Juan se inclina hacia el micrófono, como si esquivara un rápido golpe, pero en este deporte el tiempo de reacción no es el único que cuenta, ya que el tiempo del calendario también ha tenido un impacto en lo que Sugar Ray llamaba “La ciencia dulce”. Y es que desde la segunda mitad del siglo XX, la disciplina se ha visto sujeta a cambios. “La carrera del boxeo ha cambiado mucho, igual cómo se cuida el púgil porque antes los boxeadores sumaban una cantidad de combates exorbitantes que muchas veces no sumaba más allá de los daños al cuerpo. Pero el boxeador en sí, se convirtió en un gran atleta de élite, los boxeadores se cuidan mucho y tienen un gran equipo de trabajo detrás”, declara Juan. Y es que esta modernización del deporte conlleva otras aristas, como el aspecto psicológico, tal como lo menciona Rubén Valderrama. Dilan (de espaldas) y un alumno practicando combinaciones de golpes con manoplas. Fotografía de autoría propia. La vista detrás de las cuerdas Rubén Valderrama (padre de Juan Valderrama) es el presidente del club de boxeo JV de Concepción, presidente también de la asociación de boxeo Concepción norte de la misma ciudad. Y miembro de la directiva de la Federación Chilena de Boxeo. Al momento de preguntarle a Rubén sobre la posibilidad de una entrevista, él aceptó con otra invitación. Subir al segundo piso y conocer el ring. Ring del club ATHAN. Fotografía de autoría propia. Llegados ya a la arena dónde los gladiadores se suben a pelear, el paisaje se compone del cuadrilátero y los sacos colgados. Al fondo del lugar y colgados en una pared, hay dos espejos grandes, espectadores permanentes de todos los combates. Sobre este deporte Rubén destaca dos perspectivas. La primera es el cariño que se puede recibir al momento de practicarlo. «Aquí ha llegado mucha gente que necesita del boxeo, y más del deporte, porque está con mucha falta de cariño, de apego. Y el boxeo ha ayudado a muchos jóvenes en eso”, asegura él. Pero el componente mental no termina ahí, para Rubén es importante cultivar la capacidad de que un alumno crea en sí mismo. “Nosotros no subimos a cualquier persona, los subimos cuando ya están preparados psicológicamente, porque el boxeo y subir arriba es más que físico o técnico. Es psicológico. Si no está preparado psicológicamente para subir al ring. No puede subir.” sentencia Rubén con convicción.