Pichachén: la abandonada puerta del Biobío OpiniónPor Claudio Venegas - 28 marzo, 2025 A 231 kilómetros de Concepción, el paso internacional Pichachén se mantiene oculto a muchos ojos, entre lagos y montañas. La conectividad con el exterior es, sin duda, temática obligada para proyectarse al futuro. Nuestra región posee puertos complejísimos, de los más grandes del país, y enhorabuena que los tenemos. Sin embargo, la conexión terrestre con el exterior deja mucho que desear. Me refiero al complejo fronterizo Pichachén, el único nexo entre el Biobío y la Argentina. Este paso, también denominado boquete de Antuco, ha sido transitado desde tiempos inmemoriales. Al ser un punto bajo entre las cumbres cordilleranas, los pueblos pehuenche y mapuche lo cruzaron por milenios. Luis de la Cruz, histórico penquista de la época de la Independencia, utilizó este paso para llegar a Buenos Aires y volver de forma directa. Mapa argentino del cruce de Los Andes vía Pichachén por el alcalde de Concepción del siglo XIX, Luis de la Cruz. En este mapa, se aprecian a la izquierda la Laguna del Laja, el volcán Antuco y el fuerte de Ballenar. A la derecha, aparecen las localidades cercanas argentinas de El Cholar y Chos Malal. Fuente: Más Neuquén Suma y sigue, este lugar se ha inscrito en la historia de la región. Sin embargo, parece que el progreso se detuvo ahí. La ruta Q-45, que conecta el paso Pichachén con el resto del país, está pobremente equipada. El pavimento acaba en la localidad de El Abanico, conocida por los complejos de generación hidroeléctrica que le rodean. A partir de aquí, aún falta recorrer cerca de 60 kilómetros. Tras el estero Pangue, en la entrada del Parque Nacional Laguna del Laja, el ripio se transforma en tierra y piedras. En el estado actual, recorrer tal distancia termina demorando dos horas, si es que el camino está habilitado y las condiciones lo permiten. Vista de la Laguna del Laja, en el parque nacional homónimo. Bordeando la increíblemente bella laguna, la ruta Q-45 conecta el paso fronterizo Pichachén con el resto del país. Como se aprecia, el entorno no posee casi intervención humana, para bien o para mal. Foto: Claudio Venegas Siempre que se anuncian obras para la ruta y/o el paso fronterizo, se aplazan periódicamente. La «permisología» dirán de un lado, los cuidados del Parque Nacional Laguna del Laja dirán del otro lado. Es mucho más sencillo que eso. La falta de visión de las autoridades, políticas y empresariales, mantiene a Pichachén en el abandono. ¿Será legítimo que las condiciones de la frontera sean casi las mismas que enfrentaron de la Cruz y los pueblos originarios hace cientos de años? Es menester que se le otorgue realmente la importancia que merece, y no se quede solo en palabras bonitas y vacías de autoridades.