«Cocina Clandestina»: el barrio como restaurante

La alta cocina rara vez tiene espacio en las poblaciones. Un grupo decide llevarla a las calles demostrando que lo que inicia como un simple plato, se transforma en el relato de una historia compartida.

High, productora del programa de conversación La Junta, ha impulsado un proyecto paralelo que es considerablemente menos mencionado: Cocina Clandestina. Fieles a su eslogan, “Porque hay recetas que nunca han entrado a una población”, buscan llevar platillos refinados a sectores históricamente estigmatizados.

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Con solo siete videos y casi ocho mil suscriptores en YouTube, cada capítulo gira en torno a una receta. Sin conductores, el relato se construye de diálogos entre cocineros y quienes viven en el sector que ―por lo general― observan curiosamente.

La narración en el idioma correspondiente a la receta, la cocina abierta a la comunidad y su dedicación hacen de la muestra audiovisual una representación gráfica y cruda de la desigualdad en nuestro país.

Integrantes de High, en orden, Diego Sarmiento, Bastián Ríos, Ignacio Ríos, José González y Matías Arias.
Créditos: Camila Castillo Ibarra.

En un episodio, se prepara moussaka mientras vecinos comentan lo difícil que es acceder a carnes rojas; escenas como estas evidencian la disonancia entre el entorno y la fineza del plato. Un recordatorio de que no es sencillo acceder a cierto tipo de alimentos en poblaciones como La Victoria y El Castillo.

Desde la gastronomía francesa hasta la peruana, el programa es una reivindicación de los espacios comunitarios que permite comprender cómo los prejuicios guían las opiniones sobre ciertos lugares en los que ―muchas veces― ni siquiera hemos estado. Hoy más que nunca, es necesario recordar con sensibilidad que las poblaciones son lugares llenos de anécdotas, no un número de habitantes ni un prontuario; es la gente y su historia.

Si algo le falta a Cocina Clandestina es tener mayor alcance, porque la ejecución y la idea son impecables. En definitiva, la cocina se convierte en la excusa de un punto de encuentro, un espacio para derribar prejuicios y una vía de conversación, excepto cuando falta sazón; ahí sí termina el diálogo.

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