Edith Trewhella Soto: el corazón de una pensión con historia

Edith dueña de pensión con historia

En su hogar de toda la vida, Edith resguarda un legado de tradición familiar. Una vida marcada por momentos clave la ha llevado hoy a convertirse en dueña de una pensión con años de historia.

En una antigua casa, que acoge una pensión con historia, Edith esperaba ser entrevistada. Abrió la puerta y se dirigió a la sala, tomó asiento frente a un estante lleno de libros. En él había una radio antigua y la máquina de escribir de su difunto padre.

Ella, junto a su perra Begonia, fue la anfitriona y mostró una calidez única durante el encuentro. Por otro lado, la compañera canina no cesaba de pedir caricias, mientras su dueña ofrecía galletas y bebidas.

La propietaria de la casa y de la pensión tiene el pelo castaño claro, que le llega hasta los hombros. Su rostro, sonriente y despierto, no refleja los años que tiene. Quizás lo único que delata su edad sea una leve cojera.

Primeros años de su vida

Recuerdos de Bolivia que tiene Edith en el librero de su sala de estar, un país muy ligado a ella debido a la nacionalidad de su padre. Fotografía: Autoría propia.

Si sus padres no hubiesen regresado a Concepción tres meses antes de su nacimiento, en 1955, tras años de residencia en Bolivia, Edith hubiera tenido otra nacionalidad. 

Desde temprana edad ha sido muy unida a su familia, lo que ha hecho que hoy lleve las riendas de la pensión que perteneció a su madre. Además, reside en la casa donde transcurrió su infancia, adolescencia y primeros años de matrimonio.

La entrevistada cursó dos años de estudio en Curanilahue, donde vivió parte de su niñez. Desde segundo básico en adelante estudió en Concepción. Edith comentó, entre risas, que fue una estudiante inquieta en la enseñanza media y muy participativa en los comités de alumnos. En aquellos años, en tiempos de protestas, reconoció que ella era “la primera en andar saltando en la plaza y escapando de los carabineros”.

A los 27 años, después de casarse y tener dos hijos, decidió estudiar Diseño Publicitario en Duoc UC, en la ciudad penquista. Trabajó alrededor de diez años: comenzó en el diario El Sur, luego en una imprenta dirigida por la Universidad de Concepción, y finalizó su vida laboral en el Banco Santander. La pensionista confesó el detalle tras la elección de sus estudios. “En realidad elegí esa carrera porque era corta y quería dejar tranquilos a mis papás. Si pudiera volver a elegir o no hubiera sido mamá tan joven, estudiaría trabajo social o periodismo”, señaló.

Esa decisión, como muchas otras en su vida, estuvo profundamente influenciada por sus progenitores. Tanto es así que, en medio de la entrevista, fue inevitable que se levantara a buscar los retratos de sus padres para mostrar cómo eran: dos marcos pequeños, apenas más grandes que la palma de su mano, con sus respectivas y antiguas fotos.

Sus principales modelos a seguir

Alberto Trewhella y Amanda Soto, sus padres, fueron uno de los temas predominantes de la entrevista. De hecho, Edith y sus hermanas siempre han sentido una gran admiración hacia ellos y sobre todo por la solidez de su matrimonio.

Durante un buen rato habló acerca de su padre, expresando que “siempre fue un hombre en movimiento, hasta sus últimos años de vida. Cuando falleció y tuve que desocupar sus cosas, aún tenía una hoja en la que estaba trabajando en la máquina de escribir”, compartió con emoción. En resumen, su padre, odontólogo de profesión, tuvo una constante sed de conocimiento, por lo que también cursó otras carreras y realizó diversos estudios del folclore de su tierra natal, Bolivia.

Por otro lado, su madre vivió su juventud en el campo, hasta que un día, mientras montaba a caballo, se cayó y se rompió un diente. Debido a esto, tuvo que acudir al centro odontológico de la Universidad de Concepción, donde su futuro esposo la atendió.

Matrimonio y familia

Máquina de escribir del padre de la entrevistada. Su padre tuvo muchos intereses y estudios, entre ellos la investigación y la fotografía. Foto: Autoría propia.

Han sido varios años de matrimonio junto a su esposo Fernando, cuyos inicios rememora como si fueran ayer. “En una fiesta lo conocí a través de un amigo. Él era un poco tímido y yo, en cambio, era lo contrario. Pero después nos conocimos bien, pololeamos y nos casamos de inmediato”, expresó durante una conversación amena, mientras una leve lluvia se unía a la charla.

El 11 de agosto de 1972 contrajo matrimonio a una temprana edad. Al preguntarle por sus bodas de oro, sonrió y afirmó que los años han pasado tan rápido que ya no presta mucha atención a ese tipo de celebraciones. Un legado personal y una unión amorosa que dio como fruto cuatro hijos en total.

“Los primeros fueron rápidos, a los 18 y 20 ya tenía dos hijos”, expresó Edith, rememorando lo fugaz del tiempo y cómo, tan joven, se convirtió en madre. Después, hubo una larga diferencia de edad con sus dos hijas restantes, exactamente, 17 años. 

En un momento de la entrevista, con una sonrisa de oreja a oreja, mencionó que “el principal legado que me quedó de mis padres fue esa búsqueda de siempre mantener a la familia unida”.

Edith junto con su madre y hermanas. Desde siempre han sido muy unidas todas y han priorizado esa unión. Fotografía: Familia Trewhella Soto.

Otra de sus memorias es la tradición de reunirse la mayoría de los sábados en la casa de sus progenitores, con el hogar repleto de felicidad y, muchas veces, de nuevos integrantes. “Este día era sagrado; veníamos todos con nuestros hijos y compartimos juntos todo el día”, rememoró Edith desde la sala de estar que alberga lo que alguna vez fue el centro de unión de toda su familia. 

La muerte de su papá significó un reajuste en la dinámica de su núcleo cercano y un nuevo rol que tuvo que asumir. “Después de que falleció mi padre cambió todo. Las fiestas y las reuniones se trasladaron a mi casa en San Pedro de la Paz”, comentó sobre su papel como anfitriona de los encuentros familiares.

Su hogar como pensión universitaria con historia

Su madre, con el apoyo constante de sus hijas, pudo superar la muerte de su esposo, y así continuar con el servicio que desempeñó durante más de 40 años hasta el día de su fallecimiento, el que consistía en ser dueña de un hospedaje universitario. Una pensión completa que, en sus inicios, aceptó solo mujeres. Con el tiempo, pasó a ser únicamente de hombres, decisión que se mantiene hasta hoy.

Uno de los registros que quedan de los miles de estudiantes que han pasado por la pensión con historia es un método bastante tradicional, quizá algo anticuado, que Edith guarda entre varios libros: el cuaderno en el que yacen los datos de los diversos jóvenes que pasaron por el hospedaje.

Registro histórico de la señora Amanda junto con sus pensionistas de ese tiempo, un reflejo de la relación familiar que tenía con ellos. Fotografía: Familia Trewhella Soto.

La madre de la entrevistada, la señora Amanda, como la llamaban los jóvenes, siempre fue una dueña de casa que, en todo momento, invitaba a los huéspedes a su hogar y los apoyaba. Les daba un trato parecido al de una madre. “Ella era muy amable con los pensionistas; llegaba a ser, en un punto, el paño de lágrimas de ellos”, expresó con notable orgullo.

En el año 2015 falleció su madre y, por insistencia de sus hermanas, Edith decidió volver a la casa que alguna vez fue su hogar para dirigir el trabajo de su progenitora. Lleva diez años a cargo de la pensión universitaria, que ha tenido sus altos y bajos, pero siempre en funcionamiento.

Diversas emociones se dejaron entrever en sus palabras, junto a una clara convicción de continuar con el legado de la primera encargada del hospedaje. “Desde que asumí esta responsabilidad, lo que más intento es ser como mi madre era con sus pensionistas”, afirmó. 

Una mirada al futuro

La conversación fluyó con rapidez y la entrevistada mostró confianza al compartir recuerdos de una vida repleta de anécdotas. Con el paso de los años y a diferencia de su progenitora, Edith no planea continuar el servicio de hospedaje en el futuro. “Yo creo que no va a ser eterna porque uno igual necesita descansar, a largo plazo no veo que continúe”, confesó. 

Mientras observa las fotografías y objetos de sus padres, la dueña de casa rememora los momentos más significativos de su vida. La pensión sigue siendo una prioridad para ella y, mientras tenga la posibilidad, seguirá ofreciendo un hogar a los estudiantes universitarios. Desde la misma silla donde alguna vez la señora Amanda recibió a los pensionistas, hoy Edith replica lo que su madre le inculcó. Un relato de tradición familiar que persiste con el pasar de los años.   

Si te interesa saber más acerca de las pensiones, puedes revisar el siguiente artículo: Pensiones Familiares: un segundo hogar para los estudiantes secundarios.

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