La carrera más cara del país, no solo exige un alto monto monetario, sino también fortaleza emocional y disciplina. Tres estudiantes cuentan por qué, a pesar de todo, vale la pena.

A los dieciocho años, la mayoría de los jóvenes se enfrentan a la difícil decisión: ¿qué estudiar? Son diversos los caminos por los que puede optar una persona, algunos más difíciles, otros más fáciles. Entre todas las posibilidades, el enfoque de este texto es una de ellas: estudiar Medicina

Esta carrera es conocida por ser exigente, tanto emocional como académicamente. Los puntajes de corte son cada vez más altos. Quien desee ingresar debe prepararse con anticipación para ser uno de los seleccionados, además de estar capacitado económicamente.

Tres estudiantes de Medicina comparten su experiencia acerca de estudiar esta carrera y las dificultades que conlleva.

María Villablanca, de 24 años, es una de las tantas personas que tomó la decisión de estudiar Medicina. Actualmente, cursa su sexto año en calidad de interna.

Desde niña supo que quería trabajar con personas. Con el tiempo, se dio cuenta de que tenía las habilidades necesarias para ser médica. Por otro lado, Constanza Martínez, estudiante de tercer año, dice que «de niña sabía que me gustaba eso y nunca lo solté».

En cambio, Javiera Fernández, a partir de una lesión que tuvo, se interesó por la ciencia y el cuerpo humano. Al respecto, comenta que «siempre fui muy observadora, muy preguntona, cuestionadora de cómo funcionan las cosas».

Uno de los desafíos que comparten es el proceso de adaptación a la carrera. Martínez confiesa que «todavía me cuesta medir los tiempos». En el caso de Fernández, recuerda: «Pensaba que todo era más ordenado, con horarios fijos, y no fue así. Me costó mucho adaptarme».

Movimientos previos

La carrera de Medicina es conocida por su exigencia, sin importar de qué universidad se trate. Incluso antes de ingresar, ya deben prepararse para alcanzar el nivel de disciplina y conocimiento requerido.

Actualmente, hay 37 escuelas de medicina en el país, de las cuales el 67,6 % son privadas, según datos del Colegio Médico de Chile.

Para algunos estudiantes, como Villablanca, los preparativos comenzaron varios años antes de ingresar a la universidad. Señala que «las notas fueron algo en lo que trabajé desde séptimo básico».

Para otros, al no quedar seleccionados directamente, optan por inscribirse a un bachillerato con la esperanza de acceder a unos de los cupos disponibles para la carrera que desean. Sin embargo, solo las mejores calificaciones pueden aspirar a ello. Tal como afirma Martínez, «conseguir las mejores notas, en comparación a los otros, igual es complicado».

A esto se le suma la gran cantidad de contenidos que deben aprender, además de la exigencia de los profesores. «Muchos de los docentes son especialistas y exigen a los estudiantes como si fuéramos especialistas también», destaca Javiera.

Los estudiantes de Medicina están expuestos a varios estresores, sin tomar en cuenta aquellos que deben vivir solos. Según el Termómetro de Salud Mental ACHS-UC 2025, un 42 % de los universitarios presenta síntomas de ansiedad severa y un 35 % tiene síntomas de depresión moderados o graves.

La importancia de la red de apoyo

Por ello la red de apoyo se vuelve fundamental, tanto Martínez como Villablanca afirman que su familia ha sido un pilar muy importante que las motiva a seguir estudiando. A pesar de que en el caso de María comparte que uno de sus mayores desafíos es «lidiar con la frustración» y manejar «la mala onda de algunos equipos médicos», lo que la ha llevado a considerar «fugazmente» dejar la carrera.

Y los problemas no solo se quedan ahí, también abarcan el lado económico. Los aranceles van desde los 6 y 9 millones anuales, e incluso la carrera más cara de Chile es Medicina en la Universidad del Desarrollo (UDD), sede Santiago, con un costo anual de $ 10.870.793.

Varios estudiantes consideran abandonar la carrera debido a su costo o ni siquiera postular debido a su costo. Constanza admite hacerlo pensado, pero sus padres se lo han impedido.

Principal motivación

Aun con todas las dificultades, las tres estudiantes coinciden en que vale la pena, siendo ayudar a las personas una de sus grandes motivaciones. “Es muy gratificante el trato que uno recibe de vuelta de los pacientes, el agradecimiento que tienen con uno; en verdad es uno de mis principales motores para seguir”, concluye Javiera. 

La labor médica es esencial para un país, por lo que se debería prestar mayor atención a las dificultades que presentan esta difícil carrera, sin desmerecer a otras. Su trabajo es uno de los pilares que sostiene la sociedad.

Foto por ACUTEM.