La amistad no es verse siempre

Aunque la vida adulta nos aleje, nuestra amistad es genuina y sobrevive sin necesitad de pruebas constantes.

La mayor parte de la gente sabe lo que es tener amigos. Pasar tiempo con ellos, convivir, compartir experiencias de vida e incluso ideales. La amistad es parte esencial de la identidad, es lo que separa simples conocidos de reales compañeros en la vida. Pero el tiempo pasa y las cosas cambian, las personas evolucionan, las vidas tienen una metamorfosis.

Existe un ideal sobre la amistad, que debiésemos hablar siempre, tomarnos muchas fotos, cumplir ciertos criterios impuestos y pasar determinado tiempo juntos. Esta visión es muy limitante y hasta infantil, porque cuantifica el cariño según la frecuencia de mensajes y otras superficialidades. Muchas veces la vida adulta es cruda, muchas veces es un río impredecible y la mayor parte del tiempo ya es difícil mantenerse a uno mismo.

Considerando esto, es normal que mucha gente se distancie de una u otra forma, pues se rompe la rutina y ya no se goza de tanto tiempo. ¿Significa eso que la amistad se pierde? Hay una verdad bastante incómoda, pero no absoluta detrás de esto. La distancia y el tiempo no destruye las amistades cimentadas sobre las expectativas correctas.

Creo que es parte de crecer entender que la amistad no se mide por cosas tan banales como los “me gusta”, los mensajes diarios o las videollamadas de tres horas. Se evalúa por el hecho de que cuando vuelven a hablar, la confianza sigue intacta. Es saber que, por más que no se vean, puedes perfectamente llamar y la otra persona estará ahí

No hace falta mortificarse si las amistades no son como antes. A veces la distancia solo es parte de la vida, no del olvido. Al final del día, los vínculos que sobreviven el paso del tiempo, la distancia y la rutina son los que no exigen presencia constante. No todo lo valioso tiene que ser inmediato, vistoso o romántico. La lealtad tranquila, firme y real, es la que dura años.

Pintura de Joaquín Sorolla / Amistad

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