Mujeres y resistencia: el espacio público como lugar político

Hace algunos años, un grupo de mujeres de Concepción, ex prisioneras y torturadas políticas se organizan para salir a la ciudad y contar, desde el dolor y desgarro, la violencia política y sexual que vivieron en dictadura. Las calles y muros han sido el escenario ideal para plasmar la memoria.

Históricamente la ciudad ha sido el sitio donde convergen las identidades, las ideas, la cultura y la diversidad. Por lo mismo, es en la metrópoli donde se encuentra el origen de la política, el diálogo y los conflictos. Las calles son el espacio de encuentro tanto de las semejanzas y las similitudes. Este sistema colectivo está construido paralelamente tanto por actores políticos, que se reconocen a sí mismos como entes autónomos, como también, en función de la relación que establecen con el otro u otra. Este proceso de interacción da lugar a lo que es posible reconocer como el tránsito del espacio íntimo al ámbito político o colectivo.

Este complejo sistema de relaciones entre ciudadanos y ciudadanas comprende un sin fin de necesidades personales y sociales. Una de estas es la participación, vista como un derecho social fundamental para el buen desarrollo de la ciudad. La participación es el nexo entre estos actores diversos y lo político. La idea, la demanda o estrategia acordada se plasma en el territorio, este último inherentemente político, desde la naturaleza de su organización. La participación es el acto que faculta al individuo para alcanzar la posición de ciudadano. Ser ciudadano es sentirse reconocido e integrado tanto física como simbólicamente en la ciudad. Si alguien queda excluido de esta condición por la cualidad que sea (género, nacionalidad, etnia) entonces no existe una plena democracia o participación.

 

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La Monche: resistencia y reconstrucción

El día 11 de septiembre del año 1973 Chile vivió un golpe militar que interrumpió la democracia y desencadenó una dictadura militar de 17 años. Esto ocasionó un sin fin de repercusiones sociales, económicas y políticas que hasta el día de hoy no se han reparado en su totalidad. Durante estos años se desplegó en las calles del país una fuerte acción represiva. Militantes, simpatizantes del partido, y cualquier persona que se opusiera o combatiera el régimen, o incluso, se sospechara de alguna actitud extraña corría peligro de tortura y muerte. Las alamedas se cerraron y las voces combatientes fueron brutalmente acalladas.

En 2013 un grupo de mujeres exprisioneras y torturadas políticas comienzan a reunirse en Concepción, tras el cumplimiento de los 40 años del golpe. El motivo de este encuentro es visibilizar la violencia política y sexual que vivieron. De esta forma se da paso a la creación del Centro Cultural por la Memoria La Monche, conformado por estudiantes y trabajadoras que sufrieron tortura y exilio entre 1973 y 1990.

Muchas de estas mujeres vivieron el horror en el silencio, ya sea por temor o vergüenza, lo ocultaron de sus familias y amigos. Sin embargo, tras reunirse en La Monche, muchos de estos traumas comenzaron a ser conversados en confianza y comunidad. Este Centro Cultural ha buscado la reparación, pero también rescatar la memoria histórica, para que todos estos crímenes de lesa humanidad no se olviden ni perdonen y algún día tengan la justicia que han demandado por más de 40 años. 

A este proceso de visibilidad y denuncia se incorporan dos grupos más, La Colectiva VAMP y Urdiendo Memorias, ambas agrupaciones de mujeres feministas que han luchado por la erradicación de la violencia de género. A partir de esta unión comienza una alianza feminista que busca vislumbrar, plasmar y representar en las calles, en las plazas y en los muros, el abuso y crueldad que debieron enfrentar estas exprisioneras. Y recuperar aquello que les fue negado por tantos años, la participación, la ciudadanía y el derecho a la libertad.

Esta agrupación de colectivas ha realizado diversas intervenciones en las calles de Concepción. Hay días en que se reúnen en la Plaza de la Independencia, para recordar y gritar por aquellas compañeras que sufrieron y hoy no están. Uno de los proyectos que desarrollaron fue un mural fotográfico realizado en el año 2016 en el paseo Miguel Enríquez de la Avenida 21 de Mayo. El mismo que el pasado febrero de 2018 fue borrado por un grupo de Evangélicos de la Congregación Reconcíliate con Dios y reconstruido por las mujeres en septiembre de este año. Este acto demostró la gran necesidad que tiene el país de construir la memoria histórica que fue omitida por tanto tiempo.

 

Fotografía por Nicole Villanueva
Fotografía por Nicole Villanueva

 

Transitando entre el ámbito íntimo y privado

Ester Hernández, mujer exprisionera política e integrante de La Monche comenta que “este acto de visibilidad que llevamos a cabo es necesario, con mayor razón en el espacio público, porque la memoria circula y el espacio urbano es mediador de esta”. Además, explica la importancia de que las mujeres que vivieron estas experiencias se sientan empoderadas de hablar y contar su historia. “Es importante que las mujeres que vivimos violencia política y sexual pasemos del ámbito íntimo y privado de nuestros dolores, fortalezas y resistencias, al ámbito público. Que la ciudad conozca, se pregunte y tensione antes las diversas intervenciones que realizamos” declara.

María Angélica Benavides es psicóloga social y académica de la Universidad de Concepción, se incorporó hace algunos años a La Monche. Desde la esfera psicológica y comprendiendo estos sucesos como colectivos, María reflexiona acerca de si estos procesos logran con su objetivo y realizan alguna transformación en la memoria colectiva y qué tan necesarios son. “El grupo de las jóvenes del colectivo VAMP inician el trabajo con la fotografía, desde ahí las historias y vivencias que estuvieron por años ocultas emergen. Las que oímos los relatos nos resuenan, porque son vivencias que están, muchas veces, ocultas a nivel familiar. Además tienen que ver con el tabú de la sexualidad y con la desigualdad ante la sociedad de nosotras, las mujeres” manifiesta. Para la académica este acto tiene una intención política y un sentido axiomático de visibilizar lo que estaba en el mundo privado de cada una de las combatientes. “Es un sentido de resignificación, contar, relatar, compartir y darse cuenta de que muchas más debieron enfrentar estas vivencias”.  

Si bien estas exprisioneras han trabajado por recuperar el espacio y participación que merecen; ¿Logran su objetivo? ¿Qué cambios o resultados se pueden observar en la conciencia colectiva? ¿Es posible reconstruir una democracia urbana?. La psicóloga social comenta que las intervenciones que han realizado en La Monche dan cuenta del impacto que poco a poco han plasmado en la conciencia de la gente, y que hoy se puede observar mucha gente que concurre a sus actos políticos. “A mi modo de ver, creo que es posible reconstruir una memoria y democracia urbana a través de estos actos. Así como en otras representaciones como: los graffítis, el teatro callejero, entre otras”.

Para estas mujeres es urgente que las nuevas generaciones sepan y entiendan la lucha que entregaron aquellas mujeres y hombres que querían una sociedad más justa. La memoria histórica debe estar presente y es vital, para que los crímenes humanitarios obtengan la justicia que merecen y para que nunca más se quebranten las vidas de tantas mujeres, hombres y niños.

 

Revisa a continuación una galería de fotos de diversas intervenciones que han realizado en Concepción
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