¿Alteró el Covid-19 el perfil de contaminación en el mundo? EntrelíneasPor Leonardo Fernandez - 5 enero, 2021 La inevitable detención de la actividad laboral debido a la pandemia ha tenido todo tipo de consecuencias, desde el freno a las relaciones sociales normales, el colapso de las instalaciones hospitalarias, hasta la detención de la producción de bienes y servicios. Este último punto tuvo a su vez como consecuencia una supuesta “tregua” con la contaminación, pues a pesar de que se ha desechado menos basura de cierto tipo, también se intensificó otra clase de daño al medio ambiente. Una vez masificadas las cuarentenas totales en países del mundo, fueron cientos los registros viralizados de las principales metrópolis del planeta totalmente paralizadas, con las calles vacías y, de forma inédita, el cielo limpio, sin gases contaminantes que nublaran la visión. Inmediatamente salieron las primeras voces, tanto activistas como expertas, valorando este significativo hecho y destacando sus beneficios para la calidad del aire, obviando las trágicas razones de su origen. Esta fue una de las primeras caras visibles de las consecuencias de la pandemia por Covid-19 al proceso de contaminación, a primeras luces positiva. Un punto de inflexión para la población urbana generalizada del mundo. Y es que, para muchos, resultó ser la primera vez que veían su ciudad sin smog por contaminación. Lo cierto es que esta aparente baja de gases en el aire correspondía realmente a un fenómeno “transitorio”. De acuerdo con mediciones de CarbonBrief, China redujo su emisión de gases un 25% aproximadamente durante el primer mes de pandemia; casi el 6% de la emisión global. Esto como resultado de la restricción de vehículos y la paralización industrial. Extraída de Magnet.xataka.com. Euforia en los primeros meses Pasados los meses, los altos índices de diversos tipos de contaminación que inicialmente se vieron afectados con la paralización de los países paulatinamente han vuelto a subir, aunque sin alcanzar los negativos índices previos a la pandemia. Esta alza, al menos en Chile, se debía a la llegada del invierno, y junto con ello una práctica que hace décadas el Estado chileno ha tratado de mitigar, sin mayores resultados. El uso de la leña como elemento calefactor perjudicó fuertemente la calidad del aire. En ese plano, el ministro de Energía Juan Carlos Jobet indicó hace algunas semanas en un punto de prensa que “estamos trabajando desde finales del año pasado para tener una solución definitiva al problema de la leña. No basta con prohibir o regular la leña, debemos además entregar sustitutos eficientes para que las familias tengan alternativas concretas para reemplazarla y a costos que no impacten negativamente su bolsillo”, en referencia a las ciudades del sur de Chile, donde este fenómeno se ve más potenciado en comparación al resto del país. El nuevo ascenso del plástico Las cuarentenas totales y parciales modificaron notoriamente el paisaje urbano de las capitales del mundo obligando a la gente a no usar sus vehículos, forzando a las industrias a frenar su producción, a la gente a consumir menos y, por lo tanto, disminuir la basura de los hogares. Sin embargo, una de las fuentes contaminantes más dañinas para el suelo y los océanos siguió al alza, debido a la dependencia que generaba en la población. El plástico, elemento fundamental para la actividad médica en los centros hospitalarios, es considerado como una peligrosa fuente de contaminación para los ecosistemas. Sin importar la fase de la pandemia, permaneció en todo momento en ascenso. Sus principales orígenes corresponden a las mascarillas de tipo N95 y los escudos faciales. Los océanos, durante el 2020 fueron el destino de aproximadamente 1.560 millones de cubrebocas, según un reporte de la organización de conservación marina OceansAsia. La “Gran mancha de basura”, tristemente célebre isla de basura ubicada en el Océano Pacífico acumula aproximadamente 1,8 billones de elementos contaminantes. Extraída de Nationalgeographic.es. Esto equivale aproximadamente a 4 mil a 6 mil toneladas de plástico marino de los 80 mil totales que se han acumulado en el océano desde la invención del material, de acuerdo con una estimación del informe de la organización titulado COVID-19 Facemasks and Marine plastic pollution. El académico Jorge Ramírez, que forma parte de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, relató para Entrelíneas acerca de una medida aparentemente desechada: el reciclaje de los implementos médicos. “Existe un tipo de cubreboca que, al ser tratado correctamente mediante limpieza, esterilización por calor, perfectamente puede ser reutilizado […] De haberse aplicado el protocolo dentro de los primeros meses de pandemia, se pudo haber sobrellevado mejor, por ejemplo, la acumulación de desechos que hoy nos apremia, y además la falta de stock. Recordemos que hubo una especie de desesperación colectiva en la población, e incluso dentro de los recintos por falta de mascarillas”. Respecto a la problemática de la acumulación, Ramírez señaló que “al interior de los hospitales existen herramientas y servicios de incineración, enfocados en deshacer los elementos nocivos dentro de los implementos de protección personal, que obviamente están totalmente descartados para la reutilización porque constituyen un peligro biológico, por ejemplo, una mascarilla utilizada por alguien contagiado”. Al respecto, Mauricio Urbina, que se desempeña como doctor e investigador del Departamento de Zoología de la UdeC y miembro colaborador del Instituto Milenio, indicó que “a pesar de que sólo el 15% de los residuos hospitalarios llegan al mar, frente al restante que se desecha en tierra, sigue siendo perjudicial el hecho de que, a la basura, digamos cotidiana, se añaden también las mascarillas y guantes”. En esa línea, la docente del Departamento de Oceanografía de la UdeC Camila Fernández afirma estar preocupada por el uso de mascarillas desechables. “Este problema ha venido creciendo de forma exponencial, lógicamente debido a la pandemia, aunque tampoco creo que haya existido intención de contrarrestarlo, desde las autoridades no hemos visto iniciativas a la altura del problema. El drama es que estos desechos, en mayor o menor medida, van llegan al mar […] Recordemos que los guantes quirúrgicos duran cientos de años en el ambiente antes de la degradación. Esto podrían ser evitados por la ciudadanía, por ejemplo, con un adecuado lavado de manos”, declaró. Teniendo esta situación como contexto, Fernández apunta a la utilización de plástico de uso único como un factor igual de responsable. La docente señaló que “si bien Chile está regulando esto, aún estamos en una etapa inicial, respecto a otros países, por lo que es importante que se analicen otras alternativas para disminuir el uso de estos materiales de vida corta, pero de vida larga en el mar”. Esperanza puesta en la descarbonización A pesar de no ser parte de una medida fundamentada por los daños de la pandemia por coronavirus, el cierre de la termoeléctrica Bocamina 1 de Coronel y la paralización de Ventanas 2 en Puchuncaví, representan un avance sumamente significativo en términos medioambientales y en el recambio energético, esperando con ello una reducción importante de los gases de efecto invernadero, como compromiso del Acuerdo de París de 2010. Autoridades, expertos y activistas coinciden en ello. Bocamina 1 fue inaugurada en 1970, y contaba con una capacidad de 128 MW. Es la quinta central energética que cierra sus operaciones. Extraída de Diarioconcepcion.cl. Fundación Terram es una organización fundada a fines de la década del 90 que se encarga de promover un modelo de desarrollo sustentable para el país. Flavia Liberona, su directora, califica el cierre de Bocamina 1 como “algo significativo, sin ninguna duda, y también representativo de un conjunto de medidas necesarias para la mejorar la calidad del aire del país y junto a ello la salud de esa población. […] Fue una estructura energética que indudablemente tuvo una vida útil para Chile, que no quiere decir que haya sido del todo positiva. Todos entendemos la razón de su paralización, y debemos estar alegres por ello”. La acción supuso un respiro de aire fresco a las denominadas “zonas de sacrificio”, en medio de un proceso acelerado de contaminación. En esa línea, Liberona dijo que “el retiro de las centrales a carbón y su reemplazo por energías renovables permitirá dejar atrás centrales contaminantes, que en general son rechazadas por las comunidades locales”. Esto principalmente debido a su emisión de gases de efecto invernadero, pero también a su costo, y al hecho de que vuelven al país dependiente energéticamente de una única fuente. Concluye que el desarrollo de otras energías “como la solar, eólica o geotérmica, que no contaminan, son más amigables con su entorno, no emiten CO2, son más baratas y se basan en recursos que Chile tiene en abundancia”. La pandemia por coronavirus fue el principal impedimento para el cumplimiento de compromisos medioambientales acordados por el mundo, si bien ayudó a mejorar la calidad del aire, fue el culpable del desecho de miles de toneladas de implementos hospitalarios.