“¿Quién te crees que eres?”

Alice Munro ganó el novel de literatura en el año 2013 “por su maestría al cuento corto contemporáneo», y, sin embargo, es probable que esta descripción a su talento le quede corto. Es la primera escritora en obtener el galardón por sus cuentos –un género siempre maltratado por el mundo literario– pero que Munro, gracias a su gran genio artístico, llegó para dignificar, ya que, en tan solo veinte páginas, la autora logra captar toda una vida como si se tratara de una novela de trecientas.

De las pocas novelas (largas) que la autora ha escrito, “¿Quién te crees que eres?” (1977) es quizá la mejor. Y es que cuando se trata de explorar un género que, al parecer ella trata de rehuir si puede evitarlo, lo hace con la maestría intelectual y su gran capacidad sociológica para ver el mundo que la rodea; la Ontario rural, la pobreza y la marginalidad y, por supuesto, las mujeres, protagonistas de casi todas sus prosas.

Alice Munro/ imagen rescatada de Taller de Literatura.com

¿Quién te crees que eres?” es una novela fascinante en todos los sentidos posibles. Protagonizada por la emblemática y caótica Rose, el libro nos sumerge en una serie de historias entrelazadas, en donde, cada capítulo, tiene un tiempo y un espacio distinto a medida que Rose va creciendo, de niña a mujer, y luego como madre y ex esposa, y más tarde amante, como si se tratase de una colección de relatos cortos hecho novela.

Manteniendo su estilo sutil y marcadamente sociológico, Alice Munro nos va mostrando –sin caer en un feminismo excesivo como es su costumbre– la vida de las mujeres: la inseparable pero difícil relación que Rose mantiene con su madrastra Flo, y el como la protagonista va haciendo su vida de una forma inquietantemente normal, no evitando, si es necesario, tomar decisiones poco tolerables para su sexo, e intentando, en el camino, huir de un pasado poco glorioso e indigno de recordar.

“¿Quién te crees que eres?” es una verdadera revelación y una remodelación de la novela moderna, una historia profunda pero simple, en donde los símbolos de la cotidianidad, esos detalles inevitables de la personalidad humana, a veces, se pueden volver un thriller terrorífico de nosotros mismos. Al fin y al cabo, no por nada se conoce a Alice Munro como la “Chejov canadiense”.

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