Gran desgaste emocional en apoderados por clases virtuales

El actual sistema educativo está demostrando su cara más indolente. El aula online se ha convertido en el gran antagonista del tiempo de calidad en familia; discusiones, frustración y sensación de abandono por entidades educativas son algunas de las huellas que está dejando el confinamiento.   

Cansancio, estrés y desmotivación son las primeras palabras que se le vienen a la mente a Gladys Villegas al describir su experiencia como mamá y apoderada de Javiera (11), quien actualmente cursa sexto básico en un colegio de Chillán. “Para mí ya no existe un día normal. Cada día se me presenta un nuevo desafío que sólo termina obligándome a distribuir mis tiempos de una manera increíble”.

Su día comienza a las ocho y media, hora en que se levanta y procede a ducharse. Al terminar, y casi por reflejo, se prepara un agua de hierba, pues es la mejor manera de comenzar su mañana, que únicamente destina a responder mensajes de su emprendimiento y a ordenar la casa para cuando Javiera despierte. No tiene hora fija de almuerzo. Desde que comenzaron las clases online, las comidas en horarios establecidos son cosa del pasado. Casi sin darse cuenta, la tarde se le ha ido trabajando en su computador y ayudando a su hija. Está a la espera de su marido para tomar once. Sin dudarlo, asegura que la noche es su momento preferido. “Dormir es la forma de canalizar mi estrés. Si duermo bien, me despierto lista para otro día”.

Asimismo, en la ciudad penquista, otra madre está preocupada por no tener las herramientas necesarias para enseñarle a su hijo de cuatro años, que recién ingresó a prekínder. A diferencia de Gladys, Scarlette Castillo se siente acomplejada porque Felipe no la ve como una autoridad. “No me ve como una profesora, por lo mismo, me la paso estresada todo el día”. Y es que es comprensible. Si antes los padres excusaban sus falencias con el dicho “nadie nos enseña a ser padres” ahora la frase es “nadie nos enseña a enseñar”. 

Entre la culpa y el miedo

Evidentemente, para los adultos han sido difíciles las restricciones que conlleva el confinamiento, aun así, ¿cómo será para los niños?, considerando que es en la infancia donde se adquieren las primeras habilidades sociales. Precisamente, para Scarlette, esa es su mayor preocupación. “Tengo miedo de cómo se desenvolverá Felipe con otros de su edad, ya que él es muy brusco. Temo que no sepa tratar a sus pares”. 

Niños de educación preescolar se sienten confundidos por tener que asistir a clases desde la casa. Fotografía: La Tercera.

En tanto, para Gladys, el mayor desafío ha sido compatibilizar sus responsabilidades con los deseos de disfrutar a su familia. A través de un audio de WhatsApp declara, con pesar en su habla, que, aunque se organice, no logra encontrar un equilibrio en sus horarios. Además, apunta a los colegios como el principal factor de estrés en su hogar: “Una profesora se negó a revisar un video de mi hija realizando ejercicios de educación física porque no vestía el buzo escolar. No hay flexibilización. Todos los días tienen tarea, ¡estamos en una pandemia!, deberían pensar en nosotros”.                                                                  

Apoyo activo

Aquejada por la falta de tiempo, Nataly Fernández, orientadora y encargada de convivencia escolar, comenta por mensajes que, en efecto, los apoderados están desgastados por el contexto actual, sobre todo por la situación económica y -en sus palabras- “malabares” que deben realizar para llegar a fin de mes. Está consciente de lo demandante que es la nueva metodología de enseñanza, pero que desde los colegios sólo pueden apoyar con material educativo. Sin embargo, intenta ser un soporte activo para las mujeres, pues le preocupan las altas cifras de violencia intrafamiliar y señala que muchas madres encuentran cobijo en el colegio, más que en otros lugares.

Ayuda profesional

No he buscado ayuda psicológica porque gracias a Dios tengo un carácter fuerte. Una vez fui y me recetaron un montón de pastillas y yo dije no, tengo que ser más grande que esto”, exclama orgullosamente Gladys, al consultarle si ha buscado apoyo en un profesional por la alta carga de estrés que expresó anteriormente . Además, repite que “lo que más me relaja es dormir. Me olvido de todo. Tener un buen sueño es lo que me llena de energía”.

Discusiones de los padres afectan en el aprendizaje de los hijos. Fotografía: Revista Eres Mamá.

Nelson Pérez, psiquiatra, tiene otra opinión. De atender en el quinto piso de la Galería O’higgins pasó a escuchar y recetar medicamentos en la comodidad de su hogar. Comenta que el principal motivo por el que acuden los padres es la sobrecarga de roles. “Han aumentado los roces en las familias, pareciera que de algún modo la vida extrahogar es una especie de bálsamo a las durezas interrelacionales. Eso, por supuesto, afecta en la relación con los niños y no todos saben controlarlo”. Por lo mismo, confiesa que lo que más administra son antidepresivos y ansiolíticos, pues quienes ya venían con patologías mentales previas han exacerbado cuadros adaptativos ansiosos, depresivos y reactivos frente a tanta obligación. 

Indiscutiblemente, como ya señalan algunos expertos, la pandemia no es sólo una crisis sanitaria, sino más bien una policrisis, dejando al descubierto que, efectivamente, Chile tiene una deuda con la salud mental.

Nicole Reyes Cares
Estudiante de último año de periodismo UdeC.
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