La necesidad por la velocidad

La pasión por el automovilismo ejemplificado a través de diversos movimientos culturales.

A principios del siglo anterior, grandes industrias de diferentes naciones, introdujeron al mercado una máquina que cambió para siempre la manera en que los humanos se transportaban desde un lugar a otro. Lo que comenzó como un lujo para los más ricos, el automóvil con el pasar de los años, terminaría convirtiéndose en un producto accesible para las diferentes clases sociales.

El impacto tecnológico del automóvil fue tan grande, que metrópolis completas tuvieron que ser rediseñadas para construir caminos por los que estas máquinas pudieran transitar de manera eficiente. Los automóviles se difundieron a través del mercado mundial y nuevas fábricas aparecieron con tal de competir por las grandes ganancias que este producto no dejaba de generar.

La simple idea y a la vez compleja tarea de optimizar los tiempos de llegada entre puntos ubicados en diferentes locaciones, terminaría desencadenando una multimillonaria guerra comercial entre diversas compañías por ofrecer el mejor automóvil en el mercado. Esta lógica se ha mantenido hasta la actualidad, generando nuevas tecnologías y una gran variedad de ofertas.

La demanda tampoco se queda atrás, el impacto cultural del automóvil se ha manifestado a lo largo del tiempo mediante diferentes disciplinas deportivas y estéticas visuales representativas de las comunidades de donde surgieron. Los entusiastas de la tuerca llevan consigo una pasión por los motores, que día a día los impulsa a innovar en tecnologías y sobrepasar los límites mecánicos que se creían insuperables de alcanzar por el vehículo estacionado en las afueras de sus hogares.

Los orígenes de la competencia

A medida que el automóvil se convertía en una herramienta cotidiana, algunos mecánicos y pilotos de diferentes lugares del globo comenzaron a pensar en como poder aprovechar las ventajas de la velocidad que el motor a combustión era capaz de ofrecer.

Tras la caída de la bolsa de valores de Nueva York en 1929, algunos norteamericanos buscando alternativas para conseguir dinero comenzaron a traficar licores ilegales. Modificaron sus vehículos con tal de hacer más espacio para la mercancía y alcanzar altas velocidades tras disminuir el peso general del automóvil. Eventualmente entre contrabandistas, comenzaron a correr por llevar el título urbano del más veloz a la hora de realizar entregas clandestinas y también por la constante necesidad de huir de la policía.

Con el pasar de los años, estos rebeldes de la autoridad con sus excéntricos vehículos lograron grandes niveles de popularidad, tanto así que sus autos modificados de los años 50 comenzaron una estética única que pasaría conocerse como Hot Rod. Los estadounidenses inspirados en esta tradición levantaron los pilares iniciales de una actividad deportiva automovilística que terminaría convirtiéndose en NASCAR.

Vehículos de categoría NASCAR realizando competencia. Fotografía por diario digital Pauta.

Historias similares han ocurrido en diferentes lugares generando distintas estéticas y movimientos. El automovilismo contempla una gran cantidad de disciplinas que abarcan desde carreras en terrenos complejos como es el caso de los torneos de Rally o competiciones en pistas de alto rendimiento como por ejemplo las 24 horas de Le Mans en Francia.

Al ser un invento tecnológico de poco más de un siglo de antigüedad, los automóviles desde su creación han dependido en gran parte de la gasolina. El motor a combustión sufrió un gran golpe con la crisis del petróleo de 1973, muchas fábricas de automóviles cerraron sus puertas y el camino de las nuevas ideas fue la única escapatoria para las grandes compañías.

El motor eléctrico comenzó a ganar sus primeros aires de popularidad, pero aún estaba lejos de convertirse en lo que es hoy en día. Sin embargo, desde Japón llegaron nuevas marcas fabricantes que revolucionaron el mercado y a la cultura del automóvil una vez más. Los diseños de automóviles japoneses eran más compactos y ligeros, alcanzaban mayores velocidades además de tener una buena tasa de rendimiento de combustible.

Siendo los nuevos competidores en el mercado, durante los primeros años los automóviles japoneses se ofrecían a bajo precio en comparación a modelos de Estados Unidos o de países europeos, sin embargo, la calidad de los automóviles era la misma y en algunos casos incluso mejor. Fue tras esto último que durante los años 80 y 90 creció en el mundo una fiebre de entusiasmo por este tipo de vehículos y los fanáticos de los motores comenzaron a comprarlos.

Con el pasar de los años, los efectos de la crisis del petróleo disminuyeron y las tecnologías avanzaron a pasos agigantados, además que el gigante asiático de Japón era uno de los líderes en desarrollo tecnológico a finales de los años 90. Las compañías japonesas de alto rendimiento vieron la oportunidad otorgada por la alta demanda de dueños dispuestos a gastar en mejoras para sus vehículos y múltiples marcas comenzaron a ofrecer al mercado mundial una infinidad de productos destinados a aumentar los caballos de fuerza de los modelos, posteriormente este movimiento de entusiastas pasaría a hacerse popularmente conocido como JDM, iniciando a principios del milenio una segunda edad de oro para los amantes de la velocidad.

La segunda edad de oro

Es el año 2001 y las salas de cine exhiben Rápido y Furioso. La calma de la noche es interrumpida por un motor que a altas revoluciones corre por la carretera, luego unos explosivos sonidos salen por el tubo de escape del deportivo y un par de patrullas siguen al sospechoso a toda velocidad. El movimiento de carreras clandestinas se presentó con mucha fuerza a principios de milenio y perdura en menor medida hasta la actualidad.

Santiago Mejía, dueño de un Kia Sephia modificado, señaló que “fue una etapa increíble, era muy agradable ver a tanta gente reunida y la gran variedad de autos modificados que se presentaban. Conocí mucha gente y muchos lugares, además gané varios premios con mi auto. Dedicaba mucho tiempo trabajando en él e invertí mucho dinero en su momento, pero es algo que valió totalmente la pena porque todavía soy feliz de tener el auto de mis sueños”.

La cultura JDM consiste exclusivamente de automóviles japoneses modificados, sin embargo, la fiebre de las modificaciones impulsadas por los autos deportivos llegó a tales niveles de expresión artística y cultural, que la popularidad del tuning comenzó a manifestarse de manera masiva en diferentes tipos de vehículos y de diferentes maneras. Por mencionar algunas, en las montañas de Japón se popularizó la técnica del derrape, la cual llegaría a ser considerada como un deporte legítimo en años posteriores. Por este lado del planeta, la comunidad latina y afroamericana también sorprendieron a muchos cuando comenzaron a modificar sus vehículos clásicos al estilo de lowrider, es decir, automóviles modificados con suspensión hidráulica y extravagantes trabajos de pintura.

Vehículos lowrider junto a grupo de entusiastas. Fotografía extraída desde L.A. Taco.

Rodrigo Iturriaga, mecánico y entusiasta del mundo de los automóviles modificados, explicó que “JDM no es solo una sigla, es un símbolo del mercado de automóviles japoneses. Mi auto es un Honda Integra y encaja en ese grupo, sin embargo, el tuning es un concepto que varía según las diferentes marcas de autos, no solo en los japoneses”.

Chile no es la excepción en este caso, si bien no se reconoce una estética única como en los países de Japón o Estados Unidos, en el país existe una gran cantidad de entusiastas que siguen este movimiento cultural y deportivo con gran pasión. Miguel Valenzuela, mecánico del taller Bomba Garaje especializado en vehículos de alto rendimiento, comentó que “nosotros somos estilo drag, es decir carreras permitidas de cuarto de milla. Son un montón de emociones que se encuentran al preparar un motor, adrenalina sobre todo cuando estás corriendo. Ver el armado completo funcionando correctamente de manera sinfónica se siente muy bien”.

Dentro de todo el espectáculo de las carreras clandestinas en ocasiones hay que lamentar fatales accidentes de tránsito. Sin embargo, la problemática es más grande de lo que se aparenta, ya que estamos hablando de un deporte que carece de espacios públicos donde poder practicarlo de manera gratuita y segura, es por esta misma razón que las calles continúan usándose por algunos corredores como pistas para sus competencias.

Ante el dilema existen dos posturas generales. Matías Vera, corredor de carreras legales, dijo que “tener más pistas autorizadas sería algo bueno para ayudar a disminuir la clandestinidad. En Chile esto no se ve como un deporte y por lo mismo no hay apoyo de parte de las autoridades. El deporte del motor en el país solo sale adelante gracias a los entusiastas”. De modo contrario, Cristian Arancibia, entusiasta de las carreras ilegales, expresó que “la gente va a las carreras clandestinas por la emoción de estar ahí y arrancar de la policía si fuese necesario, es complicado que dejen de existir de la noche a la mañana solo por la construcción de nuevas pistas”.

Nissan V16 de Miguel Valenzuela. Captura realizada por Lito Fotografía.

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