El crecimiento de la apicultura en Concepción

Un trabajo que permite el sustento de quienes lo ejercen, pero que también está salvando al mundo. De eso se trata la apicultura y quienes se especializan en ella dedican su vida a esta labor, que por temporadas es amarga, pero al final se torna dulce.

Según reportes de la FAO, al menos el 35% de la agricultura a nivel mundial depende de los polinizadores, aquellos insectos y animales que de una u otra forma esparcen polen, y por lejos los que más participan de este proceso son las abejas, con las más de 20.000 especies que la componen. Pero resulta que el cambio climático y la propia mano humana ponen en peligro a las abejas: inviernos más crudos, la implementación de monocultivos y el uso de pesticidas son algunas de las amenazas que deben enfrentar las colmenas. La solución se encuentra en los apicultores, quienes mantienen una relación cooperativa, a cambio de la producción de los panales, las abejas reciben los cuidados necesarios para su supervivencia, y resulta que este oficio no ha hecho más que crecer dentro del Gran Concepción.

Las abejas y sus guardianes

Cuando hablamos de un apicultor no nos referimos a quien únicamente extrae la miel en la temporada, muy por el contrario se trata de auténticos guardianes preocupados por el bienestar de la colmena, aunque la finalidad sea comercial o si las ganancias son algo secundario, en la realidad poco importa, porque sea cual sea el caso hasta los más grandes productores tienen que asegurarse de que sus abejas se mantengan vivas. La ética del trato que se les da a estos insectos es discutible, pero en este recorrido trataremos principalmente con apicultores orgullosos, que aparte de entender la importancia de la especie, no dudan en revelar su pasión por el oficio.

Cuando hablamos de un apicultor no nos referimos a quien únicamente extrae la miel en la temporada, muy por el contrario se trata de auténticos guardianes preocupados por el bienestar de la colmena, aunque la finalidad sea comercial o si las ganancias son algo secundario, en la realidad poco importa, porque sea cual sea el caso hasta los más grandes productores tienen que asegurarse de que sus abejas se mantengan vivas. La ética del trato que se les da a estos insectos es discutible, pero en este recorrido trataremos principalmente con apicultores orgullosos, que aparte de entender la importancia de la especie, no dudan en revelar su pasión por el oficio.

Las abejas producen miel todo el año, sin embargo es en verano cuando alcanzan el pico. Créditos: Bastián Campos.

Una tendencia creciente

En el mundo se están formando cada vez más apicultores, con sus diferentes técnicas y propósitos. Chile no es la excepción y para 2023 será la sede del Congreso Mundial de Apicultura, cuyo presidente de la comisión organizadora es Misael Cuevas, quien a su vez está a la cabeza de la Red Apícola Chile. En palabras de Misael esta última se encarga de ser la voz de los apicultores: “esta organización es de representación, entonces tenemos que llevar la voz de los apicultores y de la pequeña producción a los espacios donde se toman decisiones en lo que es política pública. Además tenemos un rol en la defensa y educación para quienes se están iniciando o desean especializarse”.

Aunque existen este tipo de organizaciones, lo cierto es que no hay una dirección centralizada, lo que en consecuencia significa que no existe registro de todos los apicultores, en Chile. Lo único que asegura la expansión del oficio es el boca a boca: escuelas, cooperativas, gremios y otras organizaciones son testigos de cómo hay más interesados, dado que los conocimientos necesarios deben ser buscados, es en estos lugares donde acuden los nuevos aprendices, y todos son enfáticos en decir que cada vez hay más interesados.

La unión hace la fuerza

Una de las organizaciones apícolas más antiguas en la provincia de Concepción es Apiconce, con 35 años de vida cuenta actualmente con 75 socios y su presidente es David Baamonde, que en su labor de masificar esta práctica asegura que: “nuestro objetivo es capacitar a los apicultores, favorecer y facilitar el conocimiento. Esto incluye los trámites, apoyarlos en los manejos apícolas, motivar e incentivar las buenas prácticas”. En ocasiones han unido fuerzas con otros gremios e incluso con la municipalidad, que en pos de fomentar el conocimiento de las abejas instalaron un apiario en el centro de Concepción. Es en estas mismas instalaciones donde realizan un curso básico cada año, el cual producto de la pandemia tuvo que realizarse vía zoom en 2020, retomando hace poco la presencialidad.

Por su parte David asegura que las instancias de Apiconce reúne desde jóvenes de 20 hasta adultos mayores de 80 años, razón por la cual deben ser flexibles con la comunicación, particularmente con aquellos adultos que viven en el campo y cuya señal no es buena: “una gran mayoría de los socios vive en el campo donde no tienen buen internet, o bien no poseen un manejo actualizado del área digital. Así que hacemos todo por WhatsApp y a través de esto permanentemente nos estamos contactando y capacitando cuando alguien tiene un problema”.

Cabe decir que este apoyo no corre únicamente por su presidente, aprovechando la variedad de personas que integran esta organización, hay veterinarios y especialistas que hacen cursos y atienden las dudas de quien lo necesita. Incluso si hubiera un problema con panales de abejas en el sector urbano, el SAG se pone en contacto con Apiconce para enviar ayuda, o bien se les puede requerir directamente a través de sus canales oficiales.

Las principales especies que amenazan a las abejas son la varroa, la avispa y las hormigas. Créditos: Bastián Campos.

Pero fuera de lo que muchos puedan creer, la apicultura también se practica en entornos urbanos. Freddy Toledo es miembro de Apiconce, pero además es parte de la Dirección de Medioambiente de la Municipalidad de Concepción, siendo uno de los responsables de la instalación del apiario en el centro de la ciudad. Por su parte, una de sus colmenas más importantes se ubica en el patio de su casa, y junto a otras tantas personas del sector de Nonguén, practica la denominada apicultura urbana. Aunque parezca algo nuevo, Freddy asegura que esto se hace desde siempre: “desde hace mucho ha habido gente que tiene abejas en el perímetro de nuestra comuna de Concepción, incluido el centro, especialmente aquellos que se dedican a la apiterapia”.

Lejos de poner restricciones, la municipalidad se ha encargado de apoyar este oficio, y al respecto el miembro de la Dirección de Medioambiente explica que son activos partícipes de la capacitación: “están apoyando con talleres, pero más importante ayudan con el conocimiento, para que los vecinos no se alarmen de que tenemos abejas en los patios. La duda lleva al miedo y justamente eso estamos trabajando, para poder tener panales en la zona urbana y que nuestros ciudadanos no teman por su vida, ya que no corren peligro”.

Una alternativa amigable

Aunque cada apicultor toma los debidos cuidados con las abejas, independiente de la motivación que tenga para realizar este trabajo, hay ciertas prácticas que sin querer dañan los panales y los que lo habitan. Por ello la respuesta es una nueva tendencia llamada apicultura ecológica. Bastián Campos es un estudiante de agronomía de la Universidad de Concepción, a quien desde pequeño se le fue inculcado el amor por las abejas, y en la actualidad cuida de 120 panales dispuestos dentro de la parcela de su padre en Nonguén. Motivado por este conocimiento inició la transformación hacia la apicultura orgánica, la cual explica que requiere dedicación: “ocupo solo medicamentos de no síntesis química, como el ácido balsámico, además no debería usar pintura en los cajones y eso es precisamente lo que me falta, en su lugar debería ocupar aceite. Tradicionalmente se extrae toda la miel y se alimenta a las abejas con azúcares, yo únicamente saco el exceso y les dejo lo necesario para su nutrición”.

Este tipo de cambios tienen un precio, y por eso mismo Bastián recalca que está en un proceso de transición a la apicultura orgánica. Mientras que aquellos que realizan la actividad de forma industrial deciden en qué flores extraen polen, esta alternativa permite que las abejas vuelen a sus anchas, cosa que obliga al apicultor cerciorarse de que no haya cultivos agrícolas o pesticidas en un radio de 5 kilómetros.

Un trabajo conjunto

Como bien se mencionó en un inicio, los apicultores son guardianes de estos insectos, Carlos Campos es un ingeniero independiente, pero su pasión está en las abejas. Con años de experiencia conoce todo lo que puede afectar a sus panales, como por ejemplo la varroa, un parásito que debilita a las abejas. Pero fuera de los pesticidas y las enfermedades, es el cambio climático lo que más afecta a la vida de estos insectos, que a pesar de tener ciclos de vida cortos, la supervivencia del panal es un trabajo de generaciones y se ve complicada por las temporadas invernales y la variación de las temperaturas.

La apicultura tradicional busca trabajar con las abejas sin intervenir, su variante ecológica busca ser más amigable en esta labor. Créditos: Bastián Campos.

Carlos narra con detalle cómo es cada etapa en las cuatro estaciones del año: “a comienzo de primavera el apicultor debe preocuparse de la alimentación, ver con cuanto pasaron el invierno, y que esto sea suficiente para hacer crecer la colmena. Si la abeja reina está sana, todo el enjambre está bien, y con esto se da paso a la mielada que tiene lugar en el verano, aquí se debe estar preparado para la cosecha de miel en caso de que la producción sea buena”

A partir de este punto es en donde el apicultor tiene que poner todo su esfuerzo, pues en voz de Carlos es en otoño cuando se inicia la preparación del invierno: “siempre hay que preocuparse de dejar el suficiente alimento para que se alimenten en las temporadas siguientes, además de reducir el espacio al interior de los cajones para preservar el calor. En otoño hay que administrar los medicamentos contra la Varroa y se revisan todos los detalles de los cajones que puedan significar la pérdida de la colmena. Finalizado el otoño se descansa en terreno, pero inicia el trabajo en taller, cosa de tener los materiales para la siguiente temporada”.

Lo que tocan florece

El apicultor es consciente de su trabajo, en tanto ellos protejan a sus abejas, ellas harán crecer todo en donde se posen y eso se puede notar. En las parcelas los árboles frutales llegan cargados en su época y en la ciudad las plazas florecen en variedad de colores, es por cosas como esta que la apicultura urbana toma relevancia. Como afirmaba Freddy, lo fundamental es entender que no estamos en peligro, al contrario, las abejas son nuestras pequeñas salvadoras, ya que sin ellas perdemos todo, los campos dejarían de ser polinizados y nuestros alimentos empezaron a escasear. Esta es la importancia de las abejas, y si no somos apicultores lo mejor que podemos hacer es educarnos.

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