La tumba de las luciérnagas: el escenario desolador de la guerra

Situándonos en el descarnado periodo de la Segunda Guerra Mundial, La tumba de las luciérnagas se nos presenta como una travesía implacable en la vida de una pareja de hermanos que, desorientados en medio de las bombas nucleares que arrasaban con Japón, intentan todo lo que está a su alcance para sobrevivir. Una película dotada de momentos reflexivos y de una cautivante animación, al más fiel estilo de Studio Ghibli.

No hay una trama más desoladora que La tumba de las luciérnagas, la cinta de Isao Takahata que hoy es interpretada por muchos como una historia sobre la memoria colectiva japonesa; una evocación sobre la isla nipona posterior a las bombas nucleares y la invasión estadounidense.

Desde la perspectiva de un Seita moribundo, la película nos invita a formar parte del relato de su vida, siguiendo las angustiantes experiencias que tanto el protagonista como Setsuko —su pequeña y dulce hermana— experimentarán en un asolado Japón completamente arruinado por la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los tópicos que más destaca en la cinta tiene que ver con los efectos devastadores de la guerra en la niñez. Desde la falta de ética en los adultos ante el manejo de una crisis, hasta la madurez forzada que tuvo que experimentar nuestro protagonista, todos los sucesos transcurren en un mundo construido a la medida de los hermanos, luego de que los encargados de protegerlos los abandonaran a su suerte.

La película se caracteriza por graficar, muy explícitamente, el sufrimiento de ambos hermanos. Créditos: Studio Ghibli.

La belleza inherente en la relación entre ambos hermanos es uno de los puntos más cautivadores de la obra. Mediante una ineludible carga reflexiva, la trama de la película se encarga de mantenernos en un eterno estado catártico que en ningún momento se torna dramático en exceso. Sin embargo, en el transcurso del filme, descubriremos que su historia está destinada a ser dura, con una naturaleza verdaderamente gráfica y profundamente sincera.

A la intensidad emocional y realista con la que el filme arremete contra el espectador añadimos la estética y colores de una animación que, como toda producción de Ghibli, atiende al máximo cada uno de los escenarios por los que se mueven los protagonistas y que traza con sumo detalle las figuras humanas que se presentan en la película, mejorando la inmersión en el filme. No es exagerado decir, entonces, que la calificación de obra maestra se ajusta a ella íntegramente. 

La tumba de las luciérnagas es más que un filme sobre dos hermanos tratando de sobrevivir a una desoladora guerra: es una poderosa cinta que recoge lo mejor de la animación y la crudeza de la realidad; la película animada más realista que podrás ver jamás.

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