El daño real de las pseudociencias

El conjunto de estas disciplinas tiene una variada escala de repercusiones negativas en las personas y sociedad.

“Las Pseudociencias ¡Vaya Timo!” fue como Mario Bunge, reconocido e histórico filósofo y físico argentino, tituló a uno de sus libros para denunciar el creciente resurgimiento de disciplinas, creencias y prácticas dogmáticas opuestas e incompatibles con el método científico. Praxis que, no de forma menor, saca provecho de la ignorancia y oscurantismo.

Y es que la popularización de este tipo de materias se ha convertido en un desafío para la ciencia en el último tiempo, las pseudociencias han ganado espacios y notoriedad en los medios de comunicación y redes sociales a costa de la precarización de la difusión científica.

Obviamente el problema no es producto de la agenda mediática, sino de una negligencia educativa estructural. Hoy en día en las aulas no se logra transmitir un interés genuino en el conocimiento científico, y la educación epistemológica, al menos en Chile, es un concepto que sólo se llega a conocer durante la etapa universitaria.

Si el interés por estas prácticas y creencias sólo se mantuviera en algo recreativo o de entretenimiento no existiría mayor problema. Sin embargo, esto escala a un nivel mayor y trae una variada gama de percances para la vida de las personas.

En un grado menor (y un tanto humorístico), las pseudociencias son la base de que existan grupos convencidos de que la tierra es plana y que personas tomen decisiones importantes de acuerdo a cómo están alineados los astros y planetas, algo que resulta inofensivo.

No obstante, una de las consecuencias más graves que trae este auge (y que se evidenció con la pandemia) es el aumento de grupos anti vacunas y que deslegitimizan este método preventivo de enfermedades. A esto se le suma la gran cantidad de personas que abandonan tratamientos médicos serios y eficientes por disciplinas que no están validadas científicamente, tales como la homeopatía, acupuntura, entre otras.

La solución resulta evidente, es necesario que las nuevas generaciones se familiaricen más con las ciencias y que entiendan cómo funcionan, no necesariamente para que se dediquen a estas, sino para que puedan discernir entre conocimiento real y un engaño. A esto deberían sumarse penalizaciones para aquellos que, mediante las pseudociencias, se aprovechan de la ignorancia e ingenuidad de las personas.

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