Por la razón o la fuerza… ¡Sobre todo la fuerza!

Los recientes hechos de violencia y las crecientes muestras de impaciencia, hacen notar un clima de inestabilidad social, lo cual podría afectar nuevas políticas públicas.

Cuando las pantallas de la televisión y las redes sociales quedaron convulsionando a raíz de los desmanes que ocurrían durante la noche del 18 de octubre del 2019, la prensa nacional y los poderes políticos ignoraban que presenciaban en primera fila cómo la sociedad chilena que muchos tomaban como dócil, tímida y callada, empezaba a experimentar un cambio completo.

Queda a criterio de cada uno si esto correspondía a la furia del momento, o si es un cambio de mentalidad desarrollado a lo largo de gobiernos que han pasado de un sector a otro sin lograr responder a las demandas sociales. Lo cierto es que, independiente de los motivos, hoy en día enfrentamos a una sociedad que espera soluciones al corto plazo y que usa la violencia como herramienta.

 Incluso el cambio de mando por uno más cercano a los afines del estallido social no parece traer consigo aires de conciliación. Prueba de ello es que la presidencia de Gabriel Boric, el mismo que venía de ganar las elecciones con la mayor cantidad de votos desde el retorno a la democracia, esté hoy en día con apenas dos meses de asumido en el cargo en caída libre en cada encuesta y con una opinión pública dividida.

Subsecretario de Prevención del Delito pide un
Los climas de violencia en el país se han manifestado en altercados públicos y, muy en especial, el aumento en los índices de delincuencia. Fuente: Cooperativa.

Lo anterior evidencia que la sociedad chilena que enfrentaron los últimos seis gobiernos no es la misma. El clima social que enfrenta el nuevo mandato es uno donde la impaciencia y la amenaza de nuevos eventos de violencia son sus pilares fundamentales. Peor aún, son aceptadas como un método válido para hacer nuevas exigencias al estado.

Esto no solo tiene graves consecuencias en la toma de decisiones, sino que además trastorna cualquier política pública para, precisamente, dar soluciones. Por ello existen conflictos en los cuales los famosos “diálogos y acuerdos”, palabras que fueron el bergantín de la campaña de Boric, no tuvieron efecto en la paralización de ENAP, la crisis en la macrozona sur, el paro camionero ni los hechos de violencia en Barrio Meiggs.

Hasta que no se llegue a la conclusión de que estamos frente a una sociedad más explosiva y polarizada, y que la violencia avanza como instrumento para hacer política entre los chilenos, corremos el riesgo de llegar a un clima de ingobernabilidad y de descontento semi perpetuo, en donde ni los proyectos más populares tendrán un efecto positivo en la histeria colectiva.

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