La juventud y el peligroso placer que los tiene al borde de la sordera

Los teléfonos inteligentes y los servicios de streaming han logrado que la música esté siempre accesible en nuestro día a día. Sin embargo, el oído puede sufrir desde temprana edad consecuencias irreversibles de este uso excesivo.

“La música es un mundo en sí mismo, con un lenguaje que todos entendemos”, menciona la leyenda viva Stevie Wonder en su hit “Sir Duke” de 1976, y no debe existir nadie que pueda contradecirlo. Es algo que el ser humano disfruta en mayor o menor medida tanto aquí como en China, Medio Oriente o una isla en medio del océano, uniéndonos pese a las distancias y la brecha idiomática. La importancia que le damos es tan grande, que en la actualidad es difícil concebir una vida sin audífonos ni plataformas que nos permitan acceder a ella, pero podríamos estar dejando pasar algo que puede afectar para siempre la vida de muchos.

De acuerdo a un estudio publicado por la revista científica BMJ Global Health, más de 1000 millones de personas entre los 12 y los 35 años de edad corren el riesgo de perder la audición debido a lo expuestos que están a la música a un alto volumen y otros sonidos fuertes. Si bien no es primera vez que se habla sobre el tema, vuelve “real” algo que muchos escucharon desde que eran adolescentes por parte de los adultos y crea una encrucijada: ¿disfrutamos la música e ignoramos los problemas hasta que realmente sucedan?, ¿o sacrificamos la satisfacción que provoca escuchar canciones a todo volumen y le damos más vida a nuestros oídos?, ¿existe un punto medio?

Problemas que puede sufrir el oído

El Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación de EE. UU. explica que la exposición prolongada a sonidos muy fuertes produce una pérdida gradual en la audición, aunque por lo general es difícil de notar y mucha gente simplemente lo ignora. Los primeros síntomas de daño es escuchar los ruidos de forma débil o distorsionada, por lo que se dificulta el entender a otras personas mientras se conversa o se tiende a subir el volumen de la televisión. Estos daños se intensifican con la vejez, provocando en muchos casos el uso de audífonos amplificadores, pero no quiere decir que no aparezcan consecuencias graves a una temprana edad.

Según datos de la OMS, más del 5 % de la población mundial (430 millones de personas) padece una pérdida de audición discapacitante. Se espera que esta cifra alcance los 700 millones en 2050. Créditos: audiocentros.com.

Matías Fuentealba lo vivió en primera persona. Durante años creyó tener una audición normal, limpia de cualquier alteración, pero hace aproximadamente dos años y medio esto cambió de golpe.

“Entre septiembre y octubre de 2020 recurrí a urgencias por un dolor de oídos, específicamente en el derecho, que no me dejaba dormir ni levantar la cabeza a medida que pasaban los días. Antes no le tomaba tanto peso a la audición, pero ahora es algo de lo que no puedo dejar de estar pendiente”.

¿El diagnóstico que le dieron? Oídos hipersensibles. Según cuenta en sus propias palabras, su cuerpo “cuenta con el triple de lo normal de eosinófilos. Entonces, considerando que estos modulan las reacciones de hipersensibilidad inmediata del organismo, mis oídos sufren con las alergias y exposición a sonidos muy fuertes”. Sumado a esto, sufre de tinnitus, nombre que se le da a aquellos zumbidos en los oídos; síntoma que se acrecentó debido a su trabajo en un restobar.

Respecto a su rutina escuchando música, no ha cambiado demasiado, salvo por el hecho de que supera el 70 % de volumen, tanto por recomendación médica como por resguardo propio, y no se le puede juzgar.

“Tener que gritarle a la gente para que te escuchen y viceversa, en el contexto del trabajo, es sumamente desgastante, llegando un punto de la noche en el que ya casi no escuchas de la sensación de tapado que deja soportar más de cinco horas de música fuerte. Es como una sordera que llega a dar miedo porque no sabes si a la mañana siguiente seguirás oyendo bien”.

Los audífonos: la respuesta a una juventud que busca aislarse

Como se mencionaba al inicio, al momento de consumir música, si hay algo que tiene el carácter de indispensable, estos son los auriculares. Vemos a personas usándolos en el transporte público y en la calle, desde adolescentes a adultos jóvenes. No obstante, estos dispositivos parecen tener un significado más allá de su utilidad básica, consistente en mantener la experiencia en algo personal, ya que para muchos pueden llegar a ser un escudo o una burbuja que los aisle de la cantidad de ruido externo que atraviesan nuestros oídos diariamente. Aquí es cuando los altos niveles de volumen toman protagonismo.

“Siento que la experiencia de escuchar música está altamente vinculada al volumen en que lo hacemos. En mi caso, me gusta mucho escuchar la música fuerte y con cancelación de ruido, porque logro aislarme del mundo exterior y la contaminación acústica, que se me hacen muy estresantes”, menciona Valentina Riveros. Periodista de profesión y melómana de vocación, Riveros, de 25 años, pasa al menos 10 horas diarias con alguna banda y/o playlist haciéndole compañía en su jornada laboral, ya sea a través del altavoz o sus audífonos intraurales.

La parte dañada se encuentra en la parte del oído interno, siendo las células ciliadas aquellas que reciben un daño irreparable, ya que, a diferencia de aves y anfibios, estas no se regeneran. Créditos: nih.gov.

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud tiene una serie de recomendaciones, como el uso de un volumen bajo, idealmente menor al 60 %, lo que al contrario de ser de utilidad, la medida puede parecer un tanto extrema.

Así es al menos para Ara Riquelme, estudiante de teatro, quien está convencida de que “hay canciones que deben escucharse con un volumen elevado porque te llevan a un estado de euforia”. Una afirmación que se ve apoyada por María Paz Bustamante, profesora de lenguaje, quién hace hincapié en cómo las canciones llegan “emocionalmente de forma más intensa”, agregando que “me puedo concentrar mejor en los detalles, como el ritmo, las letras o los instrumentos que contienen lo que estoy escuchando”.

La audióloga Sharon A. Sandridge, quien pertenece a la Clínica Cleveland de Estados Unidos, señala que no todos los audífonos son igual de perjudiciales, siendo mejores aquellos que cubren toda la oreja, en contraposición a los más pequeños, ya que los primeros logran bloquear mejor el ruido del exterior. Agrega también que la calidad del sonido tiene un efecto importante, pues a mejor sea esta es menos necesario subir el volumen para escuchar bien, por lo que recomienda una inversión superior a hora de adquirir estos dispositivos.

El uso en exceso de los auriculares no es lo único que puede ser dañino para los amantes de la música. Los conciertos y fiestas donde lo principal sea poner la música alta son también causantes de sordera en muchos de sus asistentes. Como explica el Instituto de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello de Madrid, el nivel de ruido para no sufrir daños ronda los 65 decibelios y en un concierto se alcanzan los 120, una cifra muy cercana a los 130 que representan un daño irreparable.

El Minsal señala que 1.160.126 chilenos padecen hipoacusia y que requieren de audífonos para mejorar su funcionalidad, con dos terceras partes siendo mayores de 65 años. Créditos: ipsical.com.

¿Sobrevivir para el futuro o agotar el presente? 

Como podemos ver, las consecuencias pueden no necesariamente aparecer cuando las personas llegan a una edad avanzada, pero de todos modos surge el tema: ¿qué tan dispuestos están los jóvenes del mundo a cuidar la manera en la que se enfrentan a los ruidos de su entorno?

Para una gran parte de la población, ponerse los auriculares no solo se ha vuelto tan natural como pestañear o respirar, sino que los conecta a su mapa emocional y las vivencias que los han ido marcando como individuos únicos e indivisibles. Por ejemplo, la estudiante de Traducción e Interpretación en Idiomas Extranjeros, María Eliana Zúñiga, desde su vereda admite que necesita el volumen al máximo cuando está enojada. Así, pese a que no se les pide disminuir la cantidad de música que consumen, cuidar el volumen sigue siendo algo difícil de aplicar o que optan por no hacerlo. 

Para Vicente Yáñez e Isabella Bríñez, ambos adolescentes, sí les preocupa el hecho de que puedan quedar sordos tempranamente. Vicente en particular ha “estado escuchando más que nada de parlantes o conectando a la tele” como medida preventiva; mientras que “Bella”, como suelen decirle, no había dimensionado hasta ahora la cantidad de horas que utiliza sus audífonos. Aun así, la hipoacusia es todavía algo lejano para ellos.

De esta forma, si bien se hace necesario replantear algunas conductas que pueden provocar una ola masiva de jóvenes perdiendo la audición, a fin de cuentas no es algo que se encuentre como prioridad, más aún en un mundo donde entrar a plataformas como Spotify, Apple Music, Youtube o simplemente escuchar la radio, es en la mayoría de los casos una solución y no un problema. Como medita Valentina Riveros, la conclusión que queda es “si hemos de quedarnos sordos, que sea por escuchar mucha música”.

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