La regulación del cannabis en Chile

Hoy en día uno de los mercados de mayor crecimiento en el mundo es la industria del cannabis. Esto explicado por su paulatina legalización en determinados países. Sin embargo, en territorio nacional el panorama es completamente distinto. ¿Es legal la marihuana en Chile? ¿A qué penas se expone el consumidor?

Chile se halla entre los países con mayor número de consumidores de cannabis por cantidad de habitantes. No obstante, su distribución continúa siendo ilegal. En este contexto, resulta curioso contrastar ambos datos, ya que en suelo nacional se encuentra despenalizado el porte, consumo y cultivo siempre que sea con fines personales además de en sitios privados. El problema surge en la falta de detalles en la regulación, dado que no se especifica una cifra máxima de plantas permitidas por grupo familiar ni un gramaje límite, a diferencia de lo que hacen leyes en otras naciones de América Latina. 

Si bien, la marihuana no cuenta con una legislación específica dentro de la ley chilena, la Corte Suprema ha fallado en reiteradas ocasiones a favor de los consumidores que pudieron probar que sus plantas no son para la venta. Junto con lo anterior, el Poder Ejecutivo aprobó en 2015 la despenalización de la comercialización de productos medicinales en base al cannabis. En este sentido, la Región del Maule se encuentra como líder con el mayor cultivo medicinal de dicha planta en Latinoamérica. 

Los avances de los últimos años en esta materia han sido contundentes. La marihuana solamente era considerada en el margen de la antigua ley 20 000, la que se encarga de prohibir y sancionar el narcotráfico, considerando como única salvedad el uso científico bajo previa autorización del Instituto de Salud Pública. Hoy el panorama es ligeramente distinto, según Jorge Salas, abogado de la Universidad de Talca, “hoy está permitido poseer una cantidad razonable de plantas por domicilio, mientras se pueda probar que será para consumo personal y pronto en el tiempo. Su utilización en lugares públicos pasó de ser un delito a una falta”, aseguró. Sumado a lo anterior, Salas añade que aunque las penas hayan bajado, aún son muy considerables, pues el consumidor público de cannabis se arriesga a multas, trabajos para el beneficio de la comunidad o asistencia obligatoria a programas de rehabilitación.

La interpretación de la ley

Sin embargo, la queja de la población apunta a la falta de estipulaciones para el cumplimiento de las leyes, pues resultan sumamente interpretativas al utilizar conceptos como “razonables cantidades” además de la necesidad de probar su consumo personal al juez o a Carabineros que pueden basarse en criterios personales a la hora de sentenciar. Nicole Halçartégaray, bioquímica por la Universidad Católica de Chile, doctora en biotecnología por la de Andrés Bellos y directora de investigación de Fundación Daya comparte su lectura sobre la legislación actual, que para ella, efectivamente coarta la libertad de su uso y cultivo. “Si bien en la ley 20 000 estipula específicamente que uno puede cultivar plantas sin la autorización del Servicio Agrícola Ganadero, en el caso de que sea para uso medicinal o para consumo pronto en el tiempo, a la hora de facto, si Carabineros encuentran plantas en tu jardín te van a llevar detenido, vas a ser criminalizado y judicializado injustamente porque hay una mala interpretación de la ley”, sentenció Halçartégaray.

Fundación Daya es una organización sin fines de lucro que trabaja en pos de la investigación y promoción de terapias alternativas.
Fotografía: Fundación Daya.

En consecuencia, la científica destaca que, aunque exista la legislación, en la práctica presenta grandes falencias que continúan sin permitir el libre cultivo y consumo para el usuario. “Técnicamente la ley actual deja ese manto gris en el cual los usuarios medicinales y personales de cannabis se ven perseguidos y criminalizados por las policías, cuando no debiese ser así, pues se asume que solo por poseer una planta se es narcotraficante, lo que no tiene nada que ver”, finalizó. 

¿Qué pasa con el usuario?

Frente a este escenario es el individuo el más perjudicado, pues en caso de necesitar medicamentos en base al cannabis, muchas veces la opción económica resulta en el propio abastecimiento tras el cultivo a lo largo de, aproximadamente, tres meses. Esto debido a que los precios de dichos productos varían y no todos los bolsillos son capaces de incorporar ese gasto a las necesidades familiares. Es la situación de Gerardo Rojas, que como persona natural, tiene derecho a la plantación y consumo de marihuana, pero dicho camino no ha estado exento de complicaciones. “Siempre es mal visto por los vecinos y hay que tener cuidado con que no ‘sapeen’. Porque aunque sea legal, uno se puede meter en problemas y depende del carabinero que venga. Además, el propio olor siempre es material para prejuicios”, declaró Rojas.  “El autocultivo bien guiado, algunas veces recetado por médicos y hecho a conciencia, es sano. Esto no le hace daño a nadie y como es para uno mismo, la calidad va de la mano con las exigencias de uno mismo”, explicó Gerardo. 

Si bien, el caso recién mencionado es enmarcado por la intervención de la comunidad en la poca privacidad de un vecindario, distinta es la situación de Pablo Aranguiz, que opta por medios de cultivo alternativos a los tradicionales, también en un contexto de las características de su vivienda. Pues hoy en día lo ‘indoor’, referido a cuando se cultiva marihuana en interiores, se popularizan a medida que las restricciones reducen, convirtiendo así un ropero, un refrigerador, una carpa o cualquier espacio que optimice el mismo para garantizar las condiciones más óptimas y controladas posibles para un resultado de calidad del producto. “Yo tengo ‘indoor’ porque es la única manera de autocultivar en un departamento. Sin embargo, el cuidado propio de este método asegura una calidad superior, además de plena discreción con los vecinos y la policía que siempre generan problemas y prejuicios a quienes cultivamos y consumimos el cannabis”.

Ana María Gazmuri es la fundadora de la fundación Daya, quienes cuentan con laboratorios de marihuana legalizados en Chile.
Fotografía: Martin Bernetti.

La manera más efectiva y recurrente de consumir la planta para su uso recreativo es fumarla, y sin duda alguna, resulta nocivo para la salud de quienes la consumen. Es por esto que a medida que transcurren las épocas y la tecnología en distintos sentidos, existe una gran diversidad en las formas de hacerlo y poder gozar de sus cualidades. El componente protagónico psicoactivo que provoca respuestas de relajación, somnolencia y sensación de lentitud es el ‘delta 9’ o tetrahidrocannabinol (THC). Este constituyente del cannabis es el principal responsable de las alteraciones del estado mental y de los efectos sedantes y eufóricos. No obstante, los síntomas que produce su uso varían según la persona. Por ende, no todos perciben las experiencias placenteras que caracterizan la utilización de la marihuana. Mayor apreciación sensorial, alteración de la percepción del tiempo y aumento del apetito son algunos de los resultados disfrutables provocados por el consumo. Por otro lado, algunas personas son perceptibles a sentir desconfianza, ansiedad, miedo e incluso pánico.

El psicólogo Alan Retamal de la Universidad del Desarrollo declara que el uso de grandes dosis de cannabis podría conllevar a experimentar una psicosis aguda, “esto significa que se está propenso a percibir alucinaciones, delirios y a veces hasta la pérdida del sentido de su identidad personal. Obviamente estas sensaciones son desagradables, pero no duraderas en el tiempo, a diferencia de otros trastornos”, agrega. De igual manera, el profesional reconoce que el abuso de la planta puede terminar en un problema conocido como el trastorno por consumo de marihuana, lo que en casos graves podría concluir en una adicción. “Según investigaciones, 30 % de los consumidores son propensos a sufrir un trastorno. También, las personas que comenzaron a consumir marihuana antes de los 18 años tienen hasta siete veces más probabilidades de adquirir una alteración, a diferencia de las personas que comienzan a consumir en la adultez, y eso es muy grave”, sentenció. Además, una de las repercusiones que sienten las personas con frecuencia, según Retamal, es irritabilidad, problemas en el estado de ánimo y dificultad para dormir.

A diferencia de la situación en Chile, en Nueva York se habilitará un dispensario de marihuana para fines recreativos desde el 29 de diciembre.
Fotografía: Cáñamo.

Es por esto que, además de una regulación más clara y  definida, debiera existir una alta responsabilidad, moderación y atención de los usuarios para no caer en la drogodependencia o trastornos asociados a esta. Una efectiva comunicación y el otorgamiento de información asociada a los riesgos y al uso idóneo, tanto medicinal como recreativo, por parte de las autoridades competentes, permitiría eliminar sesgos y prejuicios. En el mismo sentido, la eliminación de vacíos legales y el estudio no interpretativo desde de las policías fiscalizadoras, no perjudicaría a los consumidores medicinales del cannabis, quienes deberían, por derecho a una salud íntegra, gozar de garantías para continuar con los tratamientos correspondientes.

Por Leonardo Paredes y Sergio Hinojosa

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