Un filme que aborda una aventura a través del tiempo distinta a la que estamos acostumbrados.

Hace unas semanas, de forma muy entrometida, escuché una conversación ajena en el transporte público, mientras iba camino a casa. Un joven le contaba enérgicamente a su amiga que hace poco había visto una película llamada Primer, según él, la más difícil de entender en cuanto a viajes en el tiempo se refiere.

Primer es una película estadounidense de ciencia ficción estrenada en el 2004, dirigida Shane Carruth. La historia comienza con un grupo de ingenieros que construyen aparatos innovadores, culminando en un descubrimiento sin precedentes, una máquina del tiempo.

Mi intromisión en la charla despertó en mí el interés de verla. Después de indagar un poco, decidí observar el tráiler. En los comentarios, se percibía la misma energía; todos indicaban que era una película muy compleja, pero de gran calidad.

Al comenzar la película, me sentí desafiada. Presté atención a los diálogos, con la esperanza de dar sentido a algunas de las frases. Sin embargo, después de unos minutos sumergida, me perdí completamente.

El dinamismo visual proporcionado por los colores, los movimientos de cámara y los encuadres fue fundamental para sentir que, a pesar de no entender completamente lo que estaba ocurriendo, algunos elementos ayudaban a comprender los conflictos y los sentimientos de los personajes.

Curiosamente, me sentí reconfortada al observar a los protagonistas haciendo referencia a terminología desconocida para mí. Simplemente me dejé llevar, llegando al punto en que no cuestioné demasiado la trama. A lo largo de toda la experiencia viendo Primer, experimenté dudas y un constante factor sorpresa, pero no sentí frustración al respecto.

En internet, hay una gran discusión en torno a la película, e incluso algunos han creado esquemas detallados para ayudar a los espectadores a comprender la trama. Sin duda, recomiendo esta película, pero solo para aquellos que puedan dejar de lado su frustración inicial al no entenderla completamente desde el principio.

Por Constanza Gutiérrez