El portero guardian: Juan Carlos Soto

En la entrada de la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción, él está atento a que todo se mantenga en orden dentro del teatro. Con ojos vigilantes, reveló detalles de su historia de vida y su gran amor: el cine y el arte.

Una infancia construida en el piso

Todo lo que ha sucedido en su historia sirvió para forjar a la persona que es hoy. Aunque sus primeros años de vida los recuerda con frío y trabajo a temprana edad, actualmente posee una actitud positiva frente a la adversidad, agradecido con Dios por ser testigo de los cambios que han pasado en el mundo, con tal de construir una sociedad mejor.

Pese a tanto optimismo, su niñez la evoca durmiendo en el piso. En el Chile de su infancia, nos relata que en las familias solo los padres dormían en una cama, si es que tenían el privilegio de acceder a una. Mientras que los hijos debían acostarse todos en una sola o amontonados.

Los niños de la década de los 50 debían trabajar desde muy pequeños con tal de poder sobrevivir. Ya sea vendiendo cualquier cosa o lustrando zapatos en la calle, en esa época era mucho más importante poder juntar dinero para comer, que ir a la escuela.

Es gracias a esto que Juan Carlos decide que no desea para él la misma suerte del resto. Justamente en su ciudad natal, Concepción, existía una gran casona en la calle Lorenzo Arenas, donde vivía una familia muy acomodada. En aquellos tiempos, nos relata que tener teléfono era un completo lujo, algo que actualmente es algo totalmente normal.

Recuerda a su madre conversando con la dueña de casa, “la señora Laurita”. Con mucho cariño, le preguntaba a su mamá si conocía a algún niño que quisiera trabajar realizando los mandados, ella dijo que no conocía a nadie, pero Juan Carlos sabía que era la oportunidad para cambiar su vida.

Es así como gracias a la suerte, trabajó tres años en esta casa, con una familia que lo acercó a su  pasión.

Su primer amor: el cine

Es en la casa de sus recuerdos de niño donde descubre que existen otras realidades. A través de este arte nos cuenta que pudo conocer mundos nuevos, mundos alternos, los hot dogs y a la actriz Brigitte Bardot.

“Ahí nos dimos cuenta de que había otro mundo para nosotros y mucho mejor, pero aún seguíamos pobres. Cuando la sociedad chilena despertó, fue con la llegada de las películas de Los tres chiflados, que eran famosísimas y que nos mostraban otra forma de ver la realidad”. 

En su retina el cine tiene mucho valor. Bajo su mirada, a través de grandes historias la sociedad chilena comenzó a tomar rumbo hacia un mejor país. Mientras que a nivel personal, su pasión lo llevó al trabajo que ha marcado sus últimos 45 años, sus servicios en torno a la Corporación Cultural de la Universidad de Concepción.

Una gran parte de su vida dedicada a la Corcudec

Un día de suerte, conversando con un amigo, supo que quedaban dos cupos para trabajar bajo el cargo de “acomodador de cine” en la corporación. Gracias a su conocimiento quedó en el puesto que estaba postulando, sin saber que sería el lugar en el que, con los años, se volvería la voz de la experiencia.

En sus primeros años, su trabajo consistía en mantener impecables las dependencias del teatro. Tareas como hacer aseo, recibir al público para llevarlos a sus asientos y entregarle las flores a los artistas eran parte de las labores que debía realizar a diario con tal de otorgar una grata experiencia a las personas que iban a disfrutar.

Actualmente su rol es ser el portero del teatro, y en su tono de voz se podía sentir el orgullo que le produce ser quien cuida las dependencias del recinto. “Estoy feliz por estar en la entrada aquí. Superviso las puertas, atento a que no les vaya a pasar nada, atento a que no haya entrado alguien ajeno al evento, que vaya a ocurrir algo grave. Para eso estoy ahí, como un gato celoso, cuidando la entrada, al público y a mis colegas”, expresó con orgullo.

Un anillo dice más que mil palabras

Su accesorio principal es su anillo de compromiso. Fotografía de Ian Morales.

En medio de su joven y ocupada vida trabajando en el Teatro es cuando Juan Carlos conoce a la mujer que se convertiría en su esposa y madre de sus hijos. En un día como cualquier otro se hace presente una figura nueva en su localidad, una joven que venía a visitar a una amiga suya y que con su sola presencia cautivó sus sentidos. 

 

Él la describe como una mujer hermosa, alta, de rostro y sonrisa perfecta. Tal fue el impacto que tuvo en su persona que, dentro de la semana en la que ella estaría de visita, él se propuso a conocerla y, en no más de 15 días de haberlo hecho, se casaron. “Cuando ella se iba a ir, le pedí conversar. Le dije que quería que se quedase conmigo, que nos casemos”, narró Juan.

Él sabía que no tenía demasiados recursos en esos momentos, pero estaba muy confiado sobre que, con el tiempo, lograrían tener una muy buena vida. La propuesta tomó por sorpresa a su enamorada, pero accedió a casarse con él y ahora ya comparten casi 40 años de feliz matrimonio, incluso tienen tres hijos y tres nietas.

Pintor y escritor

Durante sus primeros años de trabajo en el teatro, su colega José Cifuentes era quien se encargaba de pintar los carteles que anunciaban las películas en cartelera. Su compañero mantenía todos sus materiales en el pasillo de la segunda planta y, en su afán de aprender, Juan tomaba sus pinceles y pinturas para ponerse manos a la obra, creando paisajes en tablas de cholguán.

“Comencé a entender la pintura. Comencé a entender que los verdes no eran tan verdes y los azules tampoco eran tan azules. Opté por hacerme amigo de los colores, me hice amigo del verde, me hice amigo del azul, me hice amigo de mi paleta”, explicó Juan.

En su tiempo libre crea mundos nuevos a través de la escritura.
Fotografía de Ian Morales.

El teatro fue un factor clave para su desarrollo y éxito; le dio la visibilidad necesaria para que su trabajo artístico fuese reconocido y le otorgó un buen estándar de vida. Él siempre se ha sentido agradecido de todo lo que le ha dado el teatro y es en base a esta misma reflexión que un día se dice a sí mismo: “¿Por qué no escribo la historia de mi vida?”, y así fue como surgió su desarrollo como escritor.

Comenzó a crear un libro donde relataba su historia, experiencias, reflexiones, aprendizajes y crecimiento, y lo llamó El hombre de la linterna, en honor a cómo le decía la gente en sus primeros años trabajando en el teatro. El ejemplar demoró cinco años en terminarse de escribir.

“Mi infancia, la historia de mi ciudad, el terremoto del 60, el desborde del río Biobío, esa es la historia que voy relatando; historias y anécdotas”, explicó Juan.

Pensando con las generaciones del futuro

Sus ideas y mensajes para las generaciones del futuro. Fotografía de Ian Morales.

Ser perseverantes, ese es el consejo que Juan desea compartir con aquellas nuevas generaciones que tienen toda una vida por recorrer. “Esta es la clave para salir adelante, para atravesar los obstáculos que se presentan y conseguir aquello que tanto deseas”. Además, Juan incita a los jóvenes a disfrutar y aportar con un granito de arena para hacer de Chile un lugar mejor, ya que eso solo depende de cada uno de nosotros. “Ustedes hacen al país, no el país a ustedes”, decretó.

Él ve el futuro con esperanza y buenos ojos, ya que las nuevas generaciones tienen formas de pensar muy diferentes a las de los adultos. Se presentan ante la vida con una disposición a detenerse a pensar, analizar y razonar, en vez de simplemente actuar.

“Nosotros cometimos muchos errores y es debido a la ignorancia, pero las nuevas generaciones tienen las herramientas necesarias en sus manos, pueden hacer de Chile una patria mejor”, compartió.

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