Rescatando sabores de antaño en Chiloé

El desarrollo ha traído cambios a nivel social, cultural y gastronómico en la isla de Chiloé. Con la llegada de los supermercados, la gente ya no necesita faenar carne de animales por su cuenta, ir a mariscar o cosechar en la huerta.

Quienes tienen los cambios presentes en su retina son las adultas mayores que dieron su testimonio en esta investigación. Sin conocerse entre sí, sus pasados se entrelazan en las tierras chilotas de antaño, donde el hambre era saciada con los frutos de la tierra y del mar.

Un paseo hacia el molino

En la década de los cincuenta, la desnutrición estaba muy presente en las familias chilotas. Así lo relató Delicia Díaz, quien en su casa actual, a dos cazuelas de distancia de la periodista, explicó cómo el hambre se solucionaba con la harina que daba el molino. En esta gran máquina que funcionaba con la fuerza del agua, los granos de trigo se molían, y al cabo de unos días ya estaba listo el ingrediente principal para hacer el pan, las sopaipillas, el milcao y la chochoca.

En cuanto a las cosas dulces, lo que más se preparaba era la mermelada con los frutos que otorgaba el campo: “En esa época era imposible tener chocolates o esas cosas que los niños tienen ahora. Nuestras golosinas eran los dulces de manzana, grosella, ruibarbo, mora y cuántas cosas más pudiera contarte… eso lo comíamos con el pan que hacía mi mamá”. Delicia recuerda su infancia en los sabores dulces que disfrutaba en el desayuno, mientras observa sus frascos de conserva sobre la mesa.

La cazuela en cuestión (Foto autoría propia).

Como si estuviera buscando las palabras correctas, Delicia concluye cómo han cambiado las formas de obtener los productos que quieres comer. “Por ejemplo, ya no es necesario comprar harina, solo tengo que ir al negocio y ya tengo el pan listo”, explicó. 

En otro punto de la mítica ciudad de Castro, la señora Daisy Triviño, de 78 años, contó acerca de la existencia actual de un molino en el sector de Astillero, Dalcahue. “En ese molino se hace la harina de verdad, no confío en la harina del pueblo. Ahora contaminan todo y se perdió lo natural”, confesó. La chilota, sin dejar de mirar lo que estaba tejiendo, dejó en evidencia su malestar al respecto.

Recoger los tesoros del mar

Las cazuelas de luche, el cochayuyo, el pescado ahumado y la carne son los protagonistas de la dieta chilota de antaño. Así lo recuerda la señora Delicia, mientras saborea el almuerzo del día y de su infancia. “Antes, el mar se despejaba y veías todas las piedras que ahora están hundidas. Ahí íbamos a mariscar para sacar loyas, locos, erizos y caracoles. No sé por qué en estos tiempos ya casi ni se ven… la marea ya no baja tanto como antes”. En sus palabras se siente el desánimo ante los cambios, el movimiento del mar en sus recuerdos ya no es como ahora.

Mientras Daisy sigue tejiendo, cuenta la diferencia entre hombres y mujeres al momento de trabajar en el mar: “Los hombres iban al mar en sus botes y pescaban, mientras que nosotras nos quedamos en la playa buscando lo que el mar nos quisiera dar”, explicó. 

La señora Delicia preparando sopaipillas (foto autoría propia)

Los roles de género tienen una fuerte presencia en la cultura chilota, ya que además de lo que relata Daisy, es normal que el hombre se dedique a hacer trabajos que requieran más fuerza y las mujeres solo se encarguen de mariscar, la huerta y las tareas domésticas.

Delicia rescata cómo era el proceso de buscar el pescado: “Los hombres se iban en medio del mar con sus redes y sacaban jureles, robalitos y sierras. Las bolsas se subían a puro hombro a la casa”, recordó mientras saca un pedazo de pan para seguir almorzando.

En algún punto de la conversación, ambas mujeres, en lugares completamente separados,  coinciden en que ya casi no existe el pescado ahumado: “La gente ya no va en las lanchas a Melinka a buscar robalo o cholgas para hacer sopa”, relata Daisy sin desviar la vista de su tejido.

Mientras que Delicia, al momento de untar el pan en su cazuela recuerda algo similar: “Hace tanto tiempo que no como sopa de robalo, ¿la conoces?”.

Cómo aprovechar los sabores de antaño

Lo que para las dueñas de los testimonios es parte fundamental de su pasado, para otras personas son un gran descubrimiento. En el restaurante El Caleuche y la Pincoya, ubicado en el puerto de Castro, buscan preservar estos sabores para promover el turismo, ya que es uno de los puntos claves de la isla para su crecimiento económico.

Muriel Carrasco, cocinera del local, nota las preferencias del turista al momento de probar la gastronomía chilota: “Aquí vienen a buscar carnes y mariscos, pero sobre todo quieren conocer los tipos de papas que hay en Chiloé y el proceso para ahumar carnes, ya que con eso se las arreglaba la gente cuando no había refrigerador”, explicó.

En ningún momento Daisy dejó de tejer (foto autoría propia)

Mientras los visitantes disfrutan por pura curiosidad la comida chilota, antiguamente eran esos los productos que estaban al alcance de los locales, debido a la pobreza y las largas distancias para ir a un negocio.

En fin, la mejor forma de viajar al pasado, es a través de los antiguos relatos, acompañado de la ya casi extinta sopa de róbalo.

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