Pronto: la herida de las familias separadas

familia a distancia

Millones de hogares venezolanos se han tenido que desintegrar para tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, el hecho de que la mesa esté llena no esconde que siempre habrá asientos vacíos.

Separarse de la familia es una decisión muchas veces cargada de entusiasmo y emoción por enfrentar la adultez, por empezar a visitar a mamá en lugar de vivir junto a ella, no llegar con tus hermanos a las reuniones familiares o incluso agrandarlas al crear una propia para sumarla a los almuerzos de domingo. Pero en otros casos aquella no es una decisión feliz sino desesperada.

Enfrentarse a dejar atrás a la familia es un reto que engrosa la piel y quiebra el corazón, todo cambia. Los primos siguen creciendo sin verse e incluso algunos nacen sin un recibimiento especial en casa, la foto grupal más reciente refleja mujeres de cabello oscuro que ya se ha llenado de canas y el niño en brazos hoy es un adolescente. El paso de tiempo no es terrible, pero atestiguarlo a lo lejos mientras los abrazos se acumulan y velas de la torta se derriten con menos risas de fondo es trágico.

El primer café ya no es lo mismo

Don Óscar comentaba que sin duda volvería a vivir en Maracaibo pero solo si toda su familia estuviera allá. Créditos Imagen: Óscar Reyes.

Papá de tres, esposo desde hace cuatro décadas y el segundo de cinco hermanos don Óscar Reyes es un hombre de familia numerosa, pero “desde el 2019 no le veo la cara a ninguno”, contó con gran tristeza como su salida de Venezuela, interrumpió la cotidianidad y estrecha relación con su familia. Destacó que aún no se acostumbra a estar lejos de sus hijos, “bueno, a mi hija la extraño demasiado, imagínate, mi única niña y me hace falta una barbaridad”.

Dejar de ver a su madre significó arrancarle un trozo a los días de Óscar Reyes pues “todas las mañanas pasaba por allá, antes de ir al trabajo, me bebía el café y conversábamos. Después, de regreso también iba a su casa, hablábamos bastante. Siempre estaba pendiente de ella y la extraño como a nadie más”, compartió. Sin embargo, ha creado nuevas formas de no perder esos minutos al inicio de sus jornadas, cada mañana llama a su mamá e hijos para darles la “bendición”.

Siempre se extraña

Amy vivió varios años sin ver a su hermana mayor Xiu Lin. Actualmente viven ambas junto a sus perros Dess y Troy. Créditos Imagen: Amy Blanco.

“Cuando salgo del trabajo y no tengo ningún mensaje o a quién escribirle”, señaló Amy Blanco sobre cómo se ha hecho más difícil su rutina desde el 2021 cuando se fue de su país natal. A pesar de vivir junto a su hermana en Miami, tuvo que alejarse de su papá y el resto de su familia para encontrar otras oportunidades. Aunque, esta separación le ha permitido ayudar a su gente, no puede dejar de lado que “no hay con quien compartir si logré algo o tuve un buen día, me hace sentir sola”, relató la joven de 21 años.

Sin embargo, hay otras familias que en su dispersión han encontrado una manera de seguir acompañándose. Marileny Moroz Abreu se crio en una familia llena de mujeres, amor y risas, grandes cumpleaños e incontables encuentros, pero hace diez años ella, su esposo Arthur y su hijo Juan Diego tuvieron que cambiar Caracas por Canadá. No obstante, el hecho de estar acompañada no compensó la ausencia de su madre, hermana, tías y primas. “Hubo días en los que pensábamos si habíamos tomado la decisión correcta, momentos de nostalgia profunda. La soledad pesaba, pero Dios nos puso en el camino personas que nos dieron  fuerza”, recordó.

La incertidumbre constante

Marileny no puede evitar sentirse agradecida por la estabilidad que junto a su esposo consiguieron con esfuerzo en la ciudad canadiense de Missisagua donde pudieron recibir a su hermana, Anabel; su mamá, María Cristina y su ahijado, José Alejandro. Describió que “cuando nos reunimos aquí nos da alegría compartir y damos gracias, pero la nostalgia se cuela entre nosotros. Extrañamos las voces, risas y miradas de los que amamos que ahora están repartidos por el mundo”.

A pesar de que el listado anterior parezca enumerar a una familia grande, cuando tus recuerdos incluyen a más de una docena se hace difícil no sentir la diferencia “mientras compartimos siempre hay preguntas que nos pesan, ¿cuándo será el próximo abrazo? ¿Volveremos a estar todos juntos?”, narró Marileny. Aquello mismo le sucede a don Óscar que no puede evitar imaginarse un reencuentro “sería una cuestión despampanante, que lleguemos a Maracaibo de nuevo, en casa de mi mamá, poder verlos… Me aprieta el corazón”, contó el padre de tres.

Llamadas de distancia

Si bien extraña a toda su familia, Marileny confiesa que su tía Rafaela su segunda madre y Nani, su prima mayor, le hacen especial falta. Créditos imagen: Marileny Moroz Abreu.

En medio de la tristeza que envuelve toda la situación para muchos mantener los lazos vivos y fuertes se ha convertido en una responsabilidad, un recordatorio constante de hablar con los tuyos, de no dejar que la catástrofe arrase con el amor que se ha tenido que estirar para cruzar continentes. “Aunque hoy contamos la tecnología para hablar y acercarnos enviando fotos o videos, no es lo mismo que un abrazo, una carcajada compartida, una charla en persona o incluso un momento de lágrimas, de tristeza”, reconoció Marileny.

Ver crecer y envejecer a quienes amas desde lejos es desgarrador, la certeza de que en cada nacimiento, boda, funeral y cumpleaños va a faltar gente. Se multiplican las palabras no dichas, los recuerdos se hacen más borrosos y las mesas son más pequeñas. Aun así, la sangre no se diluye y mucho menos el cariño, pues en cada momento de nostalgia vuelve a nacer la esperanza de reencontrarse y los pensamientos desde todas partes convergen en un lugar en el que nadie se tuvo que ir.

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