Difusión de imágenes sin consentimiento: entre la vergüenza y una sociedad culposa

Se da en ambientes educativos, laborales y profesionales. De relaciones sexo afectivas, casuales, distantes e incluso inexistentes. Es transversal y afecta principalmente a niñas y mujeres.

El problema del consentimiento surge en la más temprana infancia. Enseñamos a los niños a abrazar, besar y querer a nuestros conocidos, familiares y amigos. Así son formados desde la delimitación del espacio personal como inexistente. Una cuestión fácil de transgredir y que se resume en percibir el otro como un ente pasivo, dispuesto a la manipulación de otro. Desde ahí entonces, que en los últimos cinco años la educación parvularia toma protagonismo y una postura más crítica que sus antecesoras: es deber del Estado y una política pública intergeneracional sentar las bases del respeto, la integridad, la privacidad y la autonomía. Conceptos todavía poco comprendidos, no por lo más chicos, sino por la generación que ya creció desde otro paradigma.

Las masificación de fotos sin consentimiento por internet, foros, blogs, fanpages, grupos de Whatsapp, Facebook e Instagram sigue siendo un secreto a voces. De seguro más de alguna tiene una amiga a la que le ocurrió, dice Margarita Lucó, psicóloga de la Red de Protección de la Infancia y la Adolescencia. El problema escasamente se aborda. Se anula como todo aquello que avergüenza y al mismo tiempo se cuestiona, porque la culpa siempre es de la víctima: la ropa que vestías, la foto que subiste a redes sociales, la que enviaste en privado, la que te tomaron sin tu permiso. Social, cultural y políticamente estamos adoctrinados para responsabilizar a las afectadas, explica Lucó.

(No) educación

Dado la falta de una legislación actual que regule y proporcione los lineamientos básicos para tipificar los delitos en internet, como la publicación de contenido sin consentimiento de la persona fotografiada, es a nivel interno de las instituciones donde se toman medidas más concretas. En colegios, generalmente se vincula al ciberbullying y desde esa perspectiva las medidas se enfocan en la reparación hacia la víctima. A nivel superior se investiga -dependiendo de las particularidades de cada centro de estudio-, gracias a los sumarios y la capacidad de decisión autónoma e independiente del Poder Judicial. Uno de los casos más connotados es el que llevan adelante las estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile, dirigido por la Secretaría de Sexualidad y Género. De ese modo, se busca equiparar la carencia de una ley actualizada que problematice situaciones que se evidencian en Internet.

El celular es la herramienta de difusión predilecta. Autoría de Daniel Colombo.

Ximena Andersson, estudiante del Colegio Creación de Concepción, cuenta que se enteró de sus imágenes en un foro casi exclusivo de hombres porque éstos comenzaron a enviarle fotos masturbándose, mostrando el pene y sugiriendo un ‘encuentro’. Al negarse, la insultaban. «Me decían puta, perra, maraca, fácil y otros tantos calificativos muy propios de personas misóginas», dice. Sus fotos las tomó alguien que todavía es imposible identificar, aunque cree que fue un compañero porque enfocan la cámara debajo de su falda mientras ella sube una escalera. Después de varios años le contó lo ocurrido a sus padres y amigas más cercanas, la vergüenza la inmovilizaba a actuar, cuenta. La responsabilidad recaía en ella, creía, y con catorce años decidió cambiar de número y cerrar sus redes sociales. «Me aislé y desconfié de todos», afirma

Isidora Gutiérrez tenía 14 años cuando sus amigos le informan acerca de un perfil falso en Facebook, donde publicaban fotos privadas de ella, que jamás compartió a nadie. Hasta hoy no tiene claro quiénes fueron los responsables, porque nunca envió esas imágenes a alguien. Le cuesta recordar con precisión, olvida los detalles. No le contó a su familia porque sabía que no la iban a ayudar. «Me podían juzgar por haberme fotografiado», afirma. Una denuncia en la Policía de Investigaciones o Carabineros tampoco fue opción, no el contexto de un colegio en que se borraban estas situaciones en un ambiente tóxico entre los estudiantes, explica. Desde ahí, se volvió más selectiva y cambió su forma de relacionarse con los demás.

El cuerpo concebido como público

Históricamente, la integridad de las mujeres se ha visto quebrantada por la concepción de su cuerpo como un espacio público, susceptivo a comentarios, categorías, insultos y opiniones. Con internet, esta situación se vuelve aún más compleja, porque  entiende a la niña o la mujer afectada como provocadora. «De seguro se lo buscó», es clásico y repetido en los grupos de amigos, afirma la psicóloga Margarita Lucó.

Nerea de Ugarte, fundadora de La Rebelión del Cuerpo. Fotografía por El Desconcierto.

El problema no son las fotos que pudiste haberte sacado, tampoco es tu manera de caminar o de bailar, no lo es tu forma de ser, ni tampoco tu físico. No hay nada en una persona que pueda incentivar el ciber acoso, no existe una característica que lo motive o incite. Es una cultura del acoso, del abuso, de la violación y de la violencia la que fomenta que cientos de seres humanos dediquen su tiempo a humillar, atacar e hipersexualizar. Por supuesto que una legislación ayuda, pero no sirve por sí sola. Necesitamos cambios más profundos. En ese sentido surge la creación de La Rebelión del Cuerpo, colectivo y movimiento social que busca educar sobre los efectos negativos que tienen los estereotipos en las identidades y cómo éstos repercuten en aspectos como el desarrollo personal, trastornos alimenticios, relaciones interpersonales y la autoestima.

 

Uno de los proyectos en los que está trabajando el colectivo, tiene que ver con regular la publicidad, por cómo ésta crea, modifica y perpetúa patrones de género, teniendo como referencia una serie de políticas públicas que se han implementado en otros países, Francia por ejemplo, con resultados favorables y cambios a corto, mediano y largo plazo.

«Debemos plantearnos la reeducación como una herramienta real», dice Lucó. De lo contrario, quienes ya crecieron y se formaron bajo un paradigma patriarcal, machista y sexista, van a seguir educando de la única manera que conocen a las generaciones siguientes. «Debemos reeducarnos todos y todas, no hay edad, género, etnia o nivel económico que lo limite», agrega. Es una responsabilidad colectiva.

 

Camila Espinoza
La música. Escribir. El sur.
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