Métodos anticonceptivos hormonales y su impacto en la salud mental EntrelíneasPor Bárbara Cartes Valderrama - 23 diciembre, 2021 El riesgo de prevenir. Los métodos anticonceptivos han estado presentes desde hace décadas, marcando un precedente en la vida sexual de las personas por su capacidad para evitar embarazos, así como también tratar algunas afecciones en mujeres como el ovario poliquístico o períodos menstruales abundantes y dolorosos. Por Javiera Zárate Paz y Bárbara Cartes Valderrama. El origen de los anticonceptivos hormonales, tal como relata la enfermera española Ángela Olano en su texto “Depresión, ¿un efecto secundario de los anticonceptivos hormonales orales?, se remonta a finales del siglo XIX, de la mano con el desarrollo de la medicina, en concreto del campo de la endocrinología, ginecología y su estudio del ciclo ovárico. Es gracias a estas investigaciones y antecedentes que se comenzó a plantear la posibilidad de guiar y alterar el ciclo menstrual utilizando esteroides sexuales exógenos (relacionados con la fertilidad), siendo Bayer la primera farmacéutica en experimentar sobre el tema, estudiando los procesos hormonales y mezclándolos en un compuesto apto para ser consumido de forma oral. A esto se suma el descubrimiento hecho en México en 1938 por parte de Russel Marker, químico ligado a la botánica, quien descifró la manera de transformar el esteroide vegetal diosgenina en progesterona. Posteriormente, Marker cofundó el laboratorio Syntex, en donde se comenzó a producir progesterona en grandes cantidades. A partir de 1940, diferentes doctores comenzaron a poner en práctica el uso de esteroides para tratar trastornos como la dismenorrea (dolores durante la menstruación). En los años siguientes, las investigaciones en torno al estrógeno y progesterona posibilitaron el desarrollo de una píldora combinada que comenzó a ser comercializada en 1957 con la intención de tratar esta afección. El primer anticonceptivo aprobado en Chile fue Anovlar, del laboratorio alemán Schering (actualmente Bayer). Créditos: El Mundo. No fue hasta 1960 que se comenzó a vender como método de prevención del embarazo y continuó reformulándose. Pero no todos los resultados fueron favorables. Pese a las investigaciones de los fármacos, se generó una cantidad considerable de efectos adversos perjudiciales para la salud, como la trombosis. Esto empujó a los científicos a controlar las dosis, así como buscar otras formas para administrar, haciendo crecer la industria farmacéutica en torno a los métodos de anticonceptivos hormonales variados y conocidos actualmente. ¿Cómo funcionan los métodos anticonceptivos hormonales? La empresa Nurx, que provee anticonceptivos a domicilio y cuenta con un equipo de expertos en ginecología a nivel mundial, define estos métodos en base a su función de alterar los niveles de hormonas sexuales (estrógeno y progestina, forma sintética de la progesterona) a fin de prevenir embarazos al evitar que ocurra la ovulación y, en consecuencia, la posible fecundación. Los tratamientos espesan el moco cervical, dificultando la llegada de espermatozoides al óvulo y adelgazando la pared uterina para generar un ambiente hostil para la implantación en caso de haber un óvulo fecundado, así como disminuir el sangrado menstrual. Existen muchos métodos anticonceptivos hormonales que, según explica Carla Maldonado, matrona de la Universidad San Sebastián, se dividen acorde a su forma de administración. En primer lugar se mencionan los orales que se subdividen en combinados y no combinados, es decir, si corresponde a una mezcla de estrógeno y progesterona, o si es sólo progestágeno. El acceso a métodos anticonceptivos debe estar supervisado por un profesional y con prescripción. En Chile, puedes conseguirlos tanto en el sistema privado como en el público. Créditos: ABC. En segundo lugar están los métodos inyectables, que pueden ser mensuales, bimensuales y trimestrales. Estos se subdividen también acorde a la zona en que son insertados, existiendo las inyecciones intramusculares y subcutáneas. En tercer lugar están los parches, cuyo funcionamiento es transdérmico, es decir, a través de la piel, los cuales se caracterizan por ser un método hormonal combinado. En cuarto lugar están los anillos vaginales que, al igual que las pastillas, pueden ser un método hormonal combinado o sólo de progestágenos. En quinto lugar se menciona el DIU o Dispositivo Intra Uterino, siendo “Mirena” la marca más utilizada en Chile. En sexto y último lugar se encuentra el implante subdérmico, cuya forma es la de una varita flexible del tamaño de un fósforo que cuenta con una duración que varía de los tres a cinco años, dependiendo de la cantidad de varitas que se inserten y las hormonas que contengan. Carla Maldonado afirma que los métodos hormonales son los más utilizados en la actualidad, siendo seguidos por la T de cobre. El efecto de las hormonas en el estado anímico Al ser tratamientos que añaden o controlan la carga hormonal de quien los utiliza, existen efectos secundarios como la sensibilidad mamaria, aumento de la presión arterial, náuseas, entre otros que, al menos en el caso de las pastillas, se incluyen en un folleto bastante extenso. No obstante, junto a estas posibles complicaciones (que pueden o no manifestarse dependiendo de la usuaria) están los infravalorados cambios de ánimo. “Como somos cíclicas, al pasar por la pubertad ya tenemos doble riesgo de padecer cualquier enfermedad de salud mental, y como los anticonceptivos regulan nuestro ciclo menstrual, pasamos por periodos de altos y bajos”, explica Carla Maldonado. Cuando se utiliza protección anticonceptiva , el nivel hormonal que posee el cuerpo por naturaleza se modifica y puede influir en el estado anímico y mental. Son cambios en los niveles de estrógeno los que hacen experimentar síntomas, especialmente en las fases premenstruales, postparto y premenopausia. Según un estudio realizado por la Universidad de Copenhague (Dinamarca) en el año 2016, se reconoce la existencia de una relación directa entre los métodos anticonceptivos del tipo hormonal y los cuadros depresivos. Aunque estos no están asociados a empeorar el estado de pacientes con cuadros depresivos diagnosticados, sí aumentan el riesgo a recibir un diagnóstico luego de iniciado el tratamiento. Los resultados del estudio Danés se basaron en los datos de 1 millón de mujeres entre los 15 y 34 años sin señales previas de depresión o ansiedad. Luego de finalizado el estudio, seis años más tarde, al menos a 23 mil mujeres se les diagnosticó con depresión y 133 mil de ellas necesitaron prescripción de fármacos antidepresivos. La investigación confirmó que quienes utilizan anticonceptivos hormonales presentan una probabilidad mayor a desarrollar depresión en 1,23 % sobre quienes los evitan. Dicho esto, no se puede asegurar que este es el caso de todas las personas que estén bajo el tratamiento de pastilla, inyección, implante u otro. Sin embargo existe un precedente, y es que por el hecho de ser mujeres, desde la pubertad hay una predisposición a padecer enfermedades como la depresión o ansiedad. Llevado a casos concretos y en nuestro país, jóvenes y adultas de todas las edades podrían contar en más de un caso sus experiencias con los métodos anticonceptivos. Esto, sumado a la existencia de múltiples razones por las cuales las personas se acercan a un ginecólogo para comenzar este tipo de tratamientos, desde prevenir el embarazo, hasta contrarrestar el acné o bien tratar condiciones como el síndrome de ovario poliquístico. En el caso de Catalina Ochoa, que comenzó a utilizar la anticoncepción hormonal a los 16 años, no fue una buena experiencia. Comenta que el implante fue su primera opción y la que consideraba más segura, “comencé a cuidarme cuando empecé a pololear y elegí este método porque las pastillas se me podían olvidar, no pasó ni un mes y me lo tuve que sacar porque me estaba haciendo mal. Subí mucho de peso y eso afectó mi salud mental”, explica. La estudiante universitaria de 22 años detalla haber sufrido un aumento de peso de al menos 10 kilos en menos de un mes desde que se instaló el implante subdérmico, lo cual repercutió en su autoestima y estado de ánimo diario. Sin embargo, luego de retirar el implante de su vida decidió darle una oportunidad a las pastillas, un método más tradicional que, según cuenta, mejoró considerablemente su relación con la anticoncepción y la depresión diagnosticada que padece. La situación no fue muy distinta para Valeska Plaza, quien utilizó el implante por 5 años y experimentó cambios notables en su cuerpo que afectaban sus actividades cotidianas. “Noté una subida muy grande de peso que me causó inseguridad y mucha ansiedad. También tenía cambios de humor muy fuertes y repentinos. Todo era un juego mental muy pesado”, aclara. Los estudios existentes sobre este fenómeno miden el estado de ánimo y la salud mental general de manera distinta, por lo que habría que basarse en el historial médico para encontrar la causa específica en cada situación. En el caso del implante, el estudio danés menciona que las personas bajo este método son más propensas a recibir una prescripción por antidepresivos que quienes no lo utilizan. Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es actualmente la tercera causa de morbilidad luego de enfermedades cardíacas y accidentes de tránsito. Créditos: Kern Pharma. Para Fabiola Alarcón de 29 años, las inyecciones fueron la opción preferida como método anticonceptivo, comenzando a inocularse en 2014 con dosis mensuales, las cuales decidió cambiar luego por trimestrales al haber enfrentado problemas en ocasiones anteriores para ir a inyectarse mes a mes al consultorio. Fue luego de las tres primeras dosis trimestrales que empezó a evidenciar síntomas relacionados a su salud mental: “Comencé a notar cambios en mi humor, a sentirme más ansiosa, irritable. Me sentía mal y mucho más gorda, noté ese cambio en mi ropa. No me sentía cómoda conmigo misma”. Por lo anterior, a mediados de 2016 decidió cambiar su método anticonceptivo por pastillas hormonales. No sabe si fue la mejor decisión, pero afirma haber mejorado los síntomas que presentaba con las inyecciones. Mantuvo este tratamiento hasta 2019, año en el que tuvo que suspender el uso de píldoras tras haber quedado embarazada, aún con la utilización del método anticonceptivo mencionado, lo cual provocó consecuencias psicológicas al ser un embarazo no deseado, situación que mejoró a lo largo de los meses de gestación. En la actualidad el método de preferencia de Fabiola es el DIU “Mirena”, siendo su única crítica el alto valor que tuvo que pagar al adquirirlo de forma particular al no encontrarlo disponible en consultorios. Esta experiencia no se aplicó al caso de Rocío Abad, de 32 años, quien inició la ingesta de pastillas anticonceptivas en 2009 como tratamiento para el ovario poliquístico. Mantuvo esta medicación durante dos años, en los que afirma haber tenido problemas con la constancia al tomar las píldoras, así como fluctuaciones en su peso, sensación de fatiga constante y malestar general. Declara haberse sentido más deprimida, pero en una primera instancia no prestó atención a la correlación que había en su sintomatología y el uso de pastillas hormonales. Pasado unos años tomó la decisión de dejar las pastillas, pues no se sentía cómoda con el método, notando una mejora visible en los síntomas antes descritos. Estos cambios positivos se vieron truncados cuando en 2014 volvió a tomar píldoras como forma de control de natalidad, manteniendo el consumo durante cuatro años, en los que evidenció de forma palpable el retorno de síntomas que había tenido la primera vez. Dentro de los cambios experimentados menciona el aumento de peso, la pérdida paulatina del período menstrual, depresión y baja en la libido. Estas consecuencias negativas aumentaron exponencialmente hasta el punto en que declara no ser capaz de sentir sus propias emociones: “Sentía que mis emociones estaban todas en unos frascos, y yo las tenía ahí pero no podía abrirlas. Yo sabía que me sentía feliz pero no podía sentir la felicidad”. Con estas preocupaciones, Rocío Abad decidió ver al médico que le había recetado las anticonceptivas, recibiendo una respuesta poco empática y sin soluciones tangibles más allá de lidiar con los sentimientos que estaba experimentando. En base a esto, determinó cambiar de médico y dejar las píldoras hormonales, notando cambios inmediatos y positivos en su salud física y un proceso de reconexión con sus emociones y mente. Aunque hasta el momento no se puede afirmar de forma absoluta que los métodos anticonceptivos hormonales perjudican directamente la salud mental, sí es un hecho que estos tratamientos son un factor que contribuye y causa malestares a nivel mental y emocional en muchas mujeres. En esto, las investigaciones en la materia marcan un precedente a tener en cuenta por parte de la medicina mundial al momento de recetar cualquiera de estos métodos, siendo importante el historial y circunstancias personales de la paciente, así como su propia experiencia al iniciar la ingesta de cualquier anticonceptivo hormonal. Junto a lo anterior, cabe recalcar la importancia de no caer en autodiagnósticos y buscar una opinión médica de confianza ante cualquier inquietud sobre cambios a nivel corporal y mental por el uso de tratamientos hormonales.