Opinión | Apagar fuego con gasolina

Durante la semana pasada se registraron dos ataques incendiarios en la Región de los Ríos, específicamente en las comunas de Mafil y Lanco. Un hecho casi inédito puesto que la tónica del conflicto armado en el denominado Wallmapu, se concentra en la Provincia de Arauco y Malleco. La senadora (RN) María José Gatica emplazó a la ministra Izkia Siches, solicitando decretar estado de excepción constitucional, una medida que no hace más que apagar el fuego con gasolina.

El mal llamado “conflicto mapuche” es una crisis latente en nuestro país. La pugna actual responde a una disconformidad histórica entre una nación despojada de su territorio y una nación que la oprime. Se ha abordado de distintas maneras, incluso militarizando la zona durante el gobierno de Sebastián Piñera y principios del actual. Sin embargo, tras más de dos siglos de un Chile independiente, no se ha buscado una resolución política que realmente llegue a buen puerto. 

Claro ejemplo de una solución que mantiene a la población conforme es el de Nueva Zelanda. Desprenderse del racismo de estado es la primera piedra para construir el camino hacia la paz. El país oceánico reconoce cultural y políticamente al pueblo maorí, a través de escaños reservados en el congreso, y además, implementó una política de restitución y reconocimiento territorial de este. 

Mientras en 1840 Nueva Zelanda firmaba un tratado, donde el proceso de colonización fue mediado diplomáticamente en acuerdo con todas las partes, en Chile en 1860 la sangre corría desde el río Biobío al sur, en el proceso de ocupación de la Araucanía.

Atentado incendiario en Mafil el domingo 17 de julio.
Fotografía: Werkén Noticias.

Hoy, el pueblo mapuche se levanta en armas, como no se había visto una experiencia tal desde la dictadura militar y el levantamiento armado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, entre otras facciones. Las víctimas del terrorismo en múltiples ocasiones son civiles comunes y corrientes, que pagan los costos de la falta de soluciones políticas. Ellos tampoco han sido parte de una política de reparación frente a estos hechos de violencia. 

Atacar la violencia con más violencia no es una vía factible. No se puede intentar exterminar al pueblo mapuche con militares y el control de las fuerzas armadas en la zona no es más que una afrenta hacia una parte de las víctimas. Muertes como la de Camilo Catrillanca o Pablo Marchant, no han conseguido de ninguna manera mitigar el conflicto, por el contrario, lo han intensificado. 

Violeta Parra en 1964 cantaba “ya no son los españoles los que los hacen llorar, hoy son los propios chilenos los que les quitan su pan”. Hace casi 60 años se escribió una canción que hasta el día de hoy plasma nítidamente la situación actual del pueblo mapuche. En seis décadas no ha cambiado el panorama y el gobierno progresista promete dar solución a este problema. ¿Se convertirá Chile en Nueva Zelanda o serán 60 años más de lo mismo?

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