La polarización política: una amenaza a las bases de la democracia CiudadPor Lukas Figueroa - 14 marzo, 2025 En Chile, la polarización se ha erigido como un grave obstáculo al progreso del país, evidenciándose cada vez más a medida que se acercan las elecciones, donde los ataques entre sectores intensifican la confrontación y fragmentación, desviando la atención de problemáticas urgentes. La democracia chilena, históricamente reconocida como una de las más estables y sanas de América Latina, se enfrenta hoy a una grave problemática: la polarización política. Este fenómeno, agudizado en los últimos años, no solo ha fragmentado el debate público, sino que ha relegado las soluciones a problemas urgentes —como la desigualdad, la economía y la crisis de seguridad— a un segundo plano. A medida las elecciones presidenciales se acercan, el escenario se torna más preocupante: los ataques entre bandos políticos, inspirados en modelos comunicacionales de países como Argentina y Estados Unidos, han normalizado la retórica del «nosotros contra ellos» que contamina el diálogo y acentúa la desconfianza ciudadana. Captura video en el que José Antonio Kast se refiere al nuevo ministro del Interior, Alvaro Elizalde como «Los narcos deben estar celebrando su nombramiento« Al que igual que en otros países, los actores políticos han acogido estrategias comunicacionales diseñadas para exacerbar las divisiones, fomentando la lucha ideológica entre bandos. Este enfoque importado de campañas de como las de Donald Trump en Estados Unidos o la de Javier Milei en Argentina, reducen la política a un circo de ataques y descalificaciones. La consecuencia es un debate estancado, que impide la creación de acuerdos y donde chilenos y chilenas perciben, cada vez más, que sus demandas no son escuchadas. Reconstruir el diálogo La polarización política no es solo un desacuerdo ideológico entre sectores: es un obstáculo sistémico que nos impide avanzar a algo más grande. Cuando las instituciones y nuestros representantes pierden la capacidad para mediar conflictos y generar consensos, la democracia pierde su espíritu. Chile tiene ante sí una disyuntiva: continuar por la vía de la división y confrontación o reconstruir un espacio donde las diferencias no sean sinónimo de enfrentamiento. La democracia no se reduce meramente a las elecciones; es un pacto diario que requiere diálogo y, sobre todo, la convicción de que el progreso puede alcanzarse solo cuando se avanza junto a todos los sectores.