Arquitectura de un país que mercantiliza la cultura mapuche

El año 2003, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) lanzó una guía de diseño arquitectónico mapuche que, hasta el día de hoy, funciona como manual de consulta para profesionales pertenecientes al área de diseño y construcción.

Tal como se menciona en la segunda versión de la guía, que fue actualizada el pasado martes 14 de marzo, las propuestas son complementarias a la normativa existente, es decir, surgen como alternativa, al margen de las actuales políticas habitacionales.

Sorprende que, de los 14 proyectos arquitectónicos contemporáneos expuestos  en la guía, sólo uno fue pensado y, posteriormente, construido desde y para la comunidad mapuche. El caso excepcional corresponde al Hospital Intercultural de Nueva Imperial. Este centro de atención, que fue inaugurado el año 2005 y está ubicado en la provincia de Cautín, destaca no tanto por su infraestructura, sino por su ejecución.

Hospital Intercultural de Nueva Imperial. Foto extraída de la Guía de Diseño Arquitectónico Mapuche.

Bajo una visión siempre multidisciplinaria, este proyecto se materializó con éxito. El arquitecto Hernán Pincheira Squella realizó un trabajo en terreno junto a profesionales de otras áreas  y las comunidades mapuches del lugar. Así pues, del enriquecedor diálogo nació una propuesta: acercar la medicina mapuche al tratamiento biomédico.

Esta idea, vale decir, con el tiempo se pulió y lo que en efecto quedó, fue una separación de módulos dentro del mismo hospital; por un lado, está la zona de atención médica mapuche; y por otro, se encuentra la sala de atención médica tradicional.

Fachada de Hospital Intercultural de Nueva Imperial. Fotografía análoga extraída de: https://identificacion.wordpress.com/tag/hospital-intercultural-de-nueva-imperial/.

 

La atención médica mapuche, que se desarrolla al interior de una construcción que comparte similitudes con lo que se conoce por Ruka, fomenta la oralidad. Esto, además de generar cercanía y potenciar el diálogo, entrega un mensaje de simetría, una forma de comprender, desde la horizontalidad, las relaciones.

Lo básico para conectar con la cosmovisión mapuche es entender que el espacio determina las relaciones sociales. Los violentos cambios que se efectuaron al plano de Santiago, bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet, dan cuenta de ello.

Fotografía extraída de: http://www.gamba.cl/2015/08/las-erradicaciones-de-la-dictadura-el-traslado-de-las-poblaciones-a-la-periferia1/

Se habla de que en algunos sectores de Santiago habita la delincuencia y drogadicción, pero no se abre el debate cuando se trata de recordar que Pinochet y su lacayos atentaron contra lo comunitario al intervenir directamente en los ministerios de urbanismo. Y es que, luego de reubicar el terreno en la Región Metropolitana (Santiago, Providencia y Las Condes, para ser exacta), la elite chilena quedó tan distanciada de las poblaciones, que la posibilidad de que una persona del alto sector (entendiendo que lo alto, según la noción cristiana, es bueno por estar más cerca del cielo) se encontrase con una del bajo sector era y es casi nula.

Entonces, una cosa es clara: cuando desaparecen los lazos afectivos, la violencia anuncia su llegada. En este sentido, la segregación es un ambiente propicio para el crecimiento del individualismo. Con esto es imposible no recordar algunos pasajes de la historia, que guardan relación con el etnocidio efectuado por el Estado de Chile en los últimos dos siglos.

Lo que ocurrió con el pueblo mapuche en el siglo XVI fue un acto de injusticia; y cómo no, los españoles llegaron y, sin anuncio alguno, tomaron posesión de tierras indígenas. Eso, según los textos de historia, fue un robo. Sin embargo, cuando se piensa en el pueblo mapuche del siglo XIX en adelante, el concepto de resistencia adquiere una connotación negativa. Porque, lo que antes fue un robo, hoy es una expropiación; es, en esencia, el mismo acto, pero esta vez legitimado por un sistema constitucional que no piensa en el pueblo mapuche en términos de un “otro” o igual.

Titulares de El Mecurio que dejan en evidencia la diversas estrategias que ocupan los medios para criminalizar la protesta del pueblo mapuche.

 

La antropóloga y académica de la Universidad de Concepción, Natalia Milla, señala que “si los pueblos originarios tuviesen un grado de autonomía para poder decidir cómo quieren vivir, ya sea en lo urbano o en lo rural, podrían presentarse y plantear sus necesidades habitacionales, pero no le dan los espacios para decidir, y ese es el gran problema.”

Natalia Milla, académica de la Universidad de Concepción. Fotografía: Rocío Valenzuela.

Milla, que es lafkenche y dedica en la actualidad gran parte de su tiempo a diseñar herramientas metodológicas que alcancen un alto porcentaje de participación de la comunidad, comenta que muchos de los proyectos que supuestamente se basan en la cosmovisión mapuche, operan a un nivel asimétrico de relaciones interculturales, y que ello se debe a que, en el fondo, no hay un reconocimiento en el otro.

“O yo reconozco al otro en su totalidad o sólo le reconozco algunos elementos que yo puedo introducir, como lo que sucede con la salud, por ejemplo, que agarra algunas cosas y las introduce en el sistema, pero dentro de un sistema chileno de salud biomédico no-indígena”, agrega, a modo de  interpelación.

Héroes Mapuche: lo que nos cuenta la Araucana, iniciativa del Gobierno que sólo rescata «lo mejor» de la etnia mapuche.

Milla aprovecha, además, para referirse a ciertos estatuas y monumentos de Chile, señalando que “el reconocimiento de figuras históricas plantea imaginarios del pasado, y eso genera que las personas no discutan sobre el presente. Instaura el imaginario del indígena resistente, de guerrero, pero del pasado”. El problema, según ella, es que ese tipo de estatuas “dan a entender que los indígenas ya murieron”.

 

Monumento de Lautaro, ubicado en Plaza Independencia.  Foto extraída de: http://biblioteca.cchc.cl/galeria/ficha.asp?Id=33488

 

Frente a esto, el presidente y lonko de la Asociación indígena Talcahueñu Ñi Folil, Ricardo Huenul Toledo, expresa su malestar, comentando que «se habla del mapuche que luchó contra los españoles, pero del mapuche lafkenche, por ejemplo, nadie habla«.

Ricardo Huenul, presidente y lonko de la Asociación Indígena Talcahueñu Ñi Folil. Fotografía: Rocío Valenzuela.

Huenul -mejor conocido en Talcahuano como «El Peñe»- afirma también, a modo de denuncia, que el Estado se olvidó del pueblo mapuche que habita en la ciudad.

Y es que son muchas las penurias que ha pasado el pueblo mapuche, sobre todo el que se ubica en lo urbano. Deben luchar contra el desempleo, el estigma y la falta de reconocimiento. Esto último, trae consigo una serie de malas prácticas. En relación a esto, Huenul recuerda con impotencia una situación que vivió en Talcahuano. Cuenta él que una vez, para un destile, se sumó con algunas personas de su comunidad, y no tardaron en enviarlos a la última parte de la fila, donde casi no se veían. Huenul, desde luego, se molestó  y preguntó a unos de los encargados qué sucedía exactamente, y éste le respondió que los bomberos, por ser uno de los trabajos más antiguos, debían ir adelante. El reclamo no tardó en llegar a Gastón Saavedra, alcalde de Talcahuano en ese entonces, pero no hubo disculpas.

Tralcahuenu, monumento ubicado en Talcahuano. Foto: Rocío Valenzuela.

Cuando la valoración hacia la arquitectura mapuche se basa en la apreciación de ciertos atributos artísticos y no en lo que yace bajo ésta, se puede decir, entonces, se está mercantilizando dicha cultura.

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