Ausentismo escolar y nuevas generaciones: un desafío educacional pospandemia

El retorno a la presencialidad en los establecimientos educacionales trajo consigo un nuevo escenario tanto para profesores como para alumnos, debido al aumento del ausentismo escolar, ya que un 39 % de la matrícula total del país presenta inasistencia grave. Esta situación, sumada al cambio en el comportamiento y descenso en aprendizajes de los estudiantes, se transforman en un problema urgente de abordar.

La pandemia produjo enormes consecuencias en distintos ámbitos de la vida, uno de los espacios en donde más impactó el fenómeno fue en el área educacional. La inasistencia de estudiantes en los establecimientos escolares durante este año alcanzó más del 80 % y dentro de las causales se encuentran razones como miedo a un futuro contagio o desmotivación por parte de niños y niñas con respecto al estudio. No obstante, con los datos recabados ¿es posible afirmar que Chile se encuentra frente un inminente riesgo de deserción escolar?

Ausentismo escolar en Chile

Tras el retorno a la presencialidad, los niveles de ausentismo escolar se duplicaron con respecto al periodo prepandemia, sobre todo, durante el primer semestre de este año. Según datos entregados por un informe del Centro de Estudios del Mineduc, los estudiantes han acudido un 83 % a clases, cifra que se clasifica como inasistencia grave (menor a 85 %).  Aproximadamente 1 254 253 alumnos del país no están asistiendo con regularidad a los establecimientos educacionales, representando  un 39 % de la matrícula total. Una situación que afecta a los diferentes niveles, pero principalmente a la educación parvularia y enseñanza básica.  

En cuanto a las causas, la flexibilización de la asistencia tras la crisis sanitaria y el temor a contagios serían algunas de ellas. Según información señalada en la Encuesta Nacional de Monitoreo Educacional en Pandemia, un 87 % de los directores consultados considera que las ausencias se deben a problemas de salud, ya sea por COVID-19 u otras enfermedades respiratorias. En segundo lugar, se encuentra el clima de invierno con un 34 %.

Las inasistencias reiteradas perjudican el aprendizaje y la convivencia de los estudiantes.
Fotografía: INVANEP

Respecto a esta situación, la Seremi de Educación del Biobío, Milka Leva, señaló que “entendemos la inasistencia escolar grave como aquella que es menor el 85 % y, en este sentido, se registró un incremento considerable en la Región del Biobío, de un 116 %, más del doble que en el 2019, por este motivo es que, a través de las acciones que forman parte del Plan Seamos Comunidad, queremos que estos estudiantes que hoy no están acudiendo a sus recintos educativos vuelvan a clases y para esto, como Ministerio de Educación, estamos poniendo a disposición de las comunidades educativas las herramientas técnicas y todos los apoyos para lograr este objetivo”.

Dentro de las acciones, se implementará la entrega de un reporte bimensual a directores y directoras, en donde se detallarán datos de ausentismo de los establecimientos con el objetivo de que estos puedan ejecutar soluciones de manera focalizada. Junto con aquello, el Mineduc creará equipos de supervisión y acompañamiento a los centros educativos.

Con el propósito de apoyar a las comunidades, se realizarán talleres formativos y tutorías personalizadas para escolares con alto riesgo de deserción o rezago. Gracias a un convenio con universidades, se permitirá contar con 10 000 tutores, los cuales harán sus prácticas profesionales enfocadas en los alumnos que presentan estas dificultades.

Es de suma relevancia que las escuelas logren motivar a los estudiantes a asistir a clases, ya que las consecuencias de faltar reiteradamente dañan profundamente a los niños y niñas: afectan su desarrollo socioemocional, aumentan la brecha de aprendizaje y pueden generar deserción escolar a futuro.

¿Cuándo se refiere a la deserción escolar?

En palabras de la Dra. Claudia Pérez, psicóloga educacional y docente de la carrera de psicología en la Universidad de Concepción, la deserción escolar corresponde “al abandono que el estudiante hace de la educación formal. Se entiende como el final de un proceso de paulatina desvinculación del estudiante con su establecimiento y con el aprendizaje”. Cuando el o la estudiante comienza de forma progresiva a ausentarse de sus clases, puede conllevar a grandes consecuencias en su desarrollo personal. No obstante, antes de hablar sobre las posibles repercusiones que podría traer este fenómeno, es necesario referirse a los diversos factores que lo causan. 

Según el Ministerio de Educación, los principales aspectos que se presentan o impactan al estudiante antes de su deserción son: la repitencia y ausentismo escolar, los cuales afectan de manera negativa la autoestima de el o la alumna, por su parte, el nivel educacional de los padres y madres y el  involucramiento en la educación de sus hijos o hijas, inciden en la probabilidad de que este pueda seguir con sus estudios. 

Reencantar a los alumnos con el aprendizaje es una de las claves para revertir la situación de ausentismo y prevenir la deserción escolar.
Fotografía: La Tercera.

Y por último la situación económica del hogar, la cual -en ocasiones- puede conllevar a que la o el estudiante se vea en la obligación de trabajar para ayudar con el sustento familiar. Además de los ya nombrados, existen también factores emocionales, los cuales afectan en el desempeño y aprendizaje, tales como baja autoestima, frustración con la experiencia académica o al comportamiento desadaptativo con su entorno. 

Por otra parte, hay implicancias adicionales que son parte de las razones para que se manifieste el ausentismo, como por ejemplo la perspectiva que tiene el individuo frente a la educación, al no considerarla necesaria para su desarrollo personal o como algo irrelevante. Estas conductas podrían propiciar que el o la estudiante no sienta el apego suficiente o más bien la motivación para continuar con sus estudios, sobre esto la psicóloga explica  “a mayor desenganche menor es el logro (aprendizaje/notas) del estudiante. Las investigaciones en compromiso escolar, también han reportado que, a menor compromiso del estudiante, menor es su bienestar subjetivo y su ajuste”. 

Cambios en comportamientos y aprendizajes

Luego de dos años de clases en modalidad remota, al retornar a la presencialidad, los educadores se vieron enfrentados a una nueva realidad: los alumnos descendieron en sus niveles de aprendizaje y ya no presentan los mismos comportamientos que antes.

Ese es el caso de Johanna Silva, quien se desempeña como profesora de Educación General Básica. “No es lo mismo recibir un primero básico hace dos o tres años atrás que recibir un primero básico ahora” señaló. Un cambio que se explica, entre otros factores, porque a raíz de la pandemia se realizó una priorización curricular en la cual se pasaron menos contenidos y, por lo tanto, varios quedaron fuera, generando vacíos en los niños y niñas. Para Johanna, una de las principales dificultades es que “los estudiantes no comprenden instrucciones, por ejemplo, yo hago clases de matemática y veo que ellos ya pueden aplicar una operación, sumar y restar, pero cuando se les pide que resuelvan algún problema no saben lo que tienen que hacer, entonces ahí es donde hay un déficit. No entienden instrucciones, no comprenden lo que leen”.

Esto se condice con los datos de la evaluación diagnóstica Decatest, que arrojó que un 52 % de los escolares de segundo básico no saben leer y de ellos la mitad corresponde a aquellos que no se conectaron a las clases virtuales. De hecho, según información entregada por el Mineduc, en los últimos dos años se alcanzaron a cumplir solo un 70 % de los objetivos de aprendizaje en lectura.

También se ha visto afectado su nivel de autonomía, sobre todo, en niños y niñas que vivieron primero y segundo básico en formato online, ya que son los cursos primordiales para poder desarrollar estas habilidades.

Ahora bien, el “efecto pandemia” no solo impactó en el ámbito del aprendizaje, sino también en las conductas. Según cifras facilitadas por la Superintendencia de Educación, este año aumentaron en un 56 % las denuncias por casos de violencia entre alumnos, esto en comparación al 2018 y 2019.

Según una encuesta realizada por AMUCH, el 97,7 % de los apoderados considera que la violencia escolar es un problema grave o muy grave.
Fotografía: Norte digital.

En relación a estas nuevas prácticas pospandemia, Guillermo Mendoza, inspector general del Liceo Bicentenario de Ninhue, señaló que “en el caso de nuestro liceo, y me parece que es un hecho general, se advierte entre nuestros estudiantes un incremento sustantivo de conductas y comportamientos negativos: desinterés, desmotivación, deshonestidad, impuntualidad, lenguaje grosero y uso frecuente de mentiras”. Además, expresa que debido a la imposibilidad de asistir a las aulas presencialmente, “en términos de alcance de la cobertura curricular, de desarrollo académico y del crecimiento personal de nuestros estudiantes es como si hubiésemos retrocedido un año académico”.

De esta manera es posible dar cuenta de un proceso de desescolarización, ya que a través de la modalidad virtual no se pudieron entregar ciertas habilidades y competencias fundamentales para los escolares, como el interés por aprender, la capacidad de trabajar colaborativamente, el fomento del pensamiento crítico, entre otros.

Efectos colaterales

El ausentismo impacta de distinta forma a los y las estudiantes, pues, tal como se vio anteriormente, es un fenómeno multicausal, por ende las opciones que provocan este fenómeno son muchas y dependen del contexto social, cultural y económico de cada persona. La inasistencia se utiliza como un indicador del desenganche del estudiante, así lo aclara María Elena Sepúlveda, educadora diferencial, “al desenganche comportamental se le ha asociado consistentemente con menor logro académico. Esto implica que a mayor desapego, menor es el logro (aprendizaje/notas) del estudiante. Las investigaciones en compromiso escolar, también han reportado que, a menor voluntad del estudiante hacia la educación, menor es su bienestar subjetivo y su ajuste”. 

Con lo anterior se aclara que la inasistencia a clases afecta directamente al aprendizaje y rendimiento escolar propio del alumno o alumna. También existen otras graves consecuencias que se relacionan a este, según el Centro de Medición de la Universidad Católica MIDE UC, “el ausentismo temprano o en la etapa parvularia impacta en la adquisición de habilidades matemáticas, ejecutivas y de autorregulación, y de alfabetización” haciendo que tengan menos preparación para los siguientes niveles y que además su predisposición a aprender sea distinta, la que en ocasiones puede tornarse gradualmente negativa, por lo que, se añade una menor motivación por incluirse al ámbito escolar.

Por otra parte, se sabe que la pandemia produjo una mayor deserción, ya sea por falta de interés por parte del estudiantado o por el miedo a contraer enfermedades respiratorias, sin embargo, para algunos alumnos o alumnas la pandemia les dio la posibilidad de cambiar de perspectiva frente al valor que le daban a la educación, así lo explicó Marie Paz Aedo, quien cursa tercero medio en el Liceo Bicentenario de Los Ángeles, “perdí el ritmo de las cosas y estar tanto tiempo aislada me desmotivó he hizo que cambiara  mi visión de las cosas respecto de lo importante que era realmente para mi estudiar”.  

A nivel de sociedad, la deserción afecta directamente a la cultura, pues el nivel educativo disminuye y con ello los conocimientos necesarios para enfrentar fenómenos importantes como lo es el informarse con claridad para tener un punto de vista propio y una posición crítica frente  a dicha información recibida.

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